Excélsior
26 de abril de 2006
Juan José Flores Nava
José Antonio Chamizo Guerrero argumenta, evidencia, experimenta
Aunque suene algo extraño ¿cómo ves? no sólo es una revista de divulgación científica, también es una serie de libros. Hasta el momento, como parte de esta serie se han publicado cinco títulos, a saber: La ciencia de José Antonio Chamizo Guerrero; La sexualidad, de Blanca Rico Galindo; Las drogas, de Benjamín Ruiz Loyola; El aborto, de Gabriela Rodríguez Ramírez; y Trastornos de la conducta alimentaría / Anorexia y bulimia, de Alicia Gorab y María del Carmen Iñárritu.
La intención de esta serie (editada, al igual que la revista, por la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM- es presentar a los jóvenes algunos temas fundamentales de la ciencia de forma breve, clara y, según advierten los editores rigurosa pero no menos amable. La colección, se advierte en cada libro, busca ofrecer títulos en los que el público interesado encuentre respuestas a interrogantes nacidas de sucesos cotidianos. Se trata de acercar a los lectores a un conocimiento, a una historia; en fin, a una cultura científica.
José Antonio Chamizo Guerrero cursó la licenciatura y la maestría en la Facultad de Química de la UNAM. A fin de doctorarse, decidió viajar a Inglaterra a la Escuela de Ciencias Moleculares de la Universidad de Sussex. Se ha dado tiempo para ser director del Colegio Madrid y de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM. Actualmente es miembro entre otras instituciones, de la Academia Mexicana de Ciencias y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Como autor del volumen con el que principia la colección de libros de ¿cómo ves? intitulado, precisamente, La ciencia, El FINANCIERO platica con Chamizo Guerrero.
-Hay quienes sitúan el inicio del conocimiento científico en la ilustración. Y como parte de la vida pública la ciencia lleva al menos más de un siglo. Con todo ello, ¿por qué sigue siendo necesario preguntarse ¡qué es la ciencia!?
-Por la forma en que fue construida. El origen profesional de la ciencia está en la Ilustración. Y la idea de que hoy tenemos de lo que es la ciencia corresponde a lo que se conoce como ciencia positivista, de finales del siglo XIX y principios del XX, que apelaba a un conocimiento objetivo, a un saber inmaculado, con lentes y enfundados en batas. Pero no, la ciencia siempre ha sido hecha por individuos que tienen pasiones y que, desde luego, a veces también hacen trampas. Lo importante en la ciencia es que tarde o temprano se detecta la trampa. Es muy importante decir que después de la Segunda Guerra Mundial en cuanto al saber científico cambiaron algunas cosas porque, como dice una frase famosa, ¡la ciencia conoció el pecado!.
-¿Qué fue lo que cambió?
-Se da una reconsideración del papel de la ciencia. Ya no se la mira más como un juguete o una cosa simpática, sino como un asunto de poder brutal. Se pensó, asimismo, en la ciencia de formas diferentes. Así que durante los sesenta y setenta hay toda una reconceptualización de la ciencia. Asunto que, por cierto, no ha llegado lamentablemente a los libros de texto y tampoco a las universidades. De tal manera oye la forma moderna de ver la ciencia no es parte de la tradición cultural contemporánea.
-¿A qué se refiere con la reconceptualización de la ciencia?
-Sí. En primer lugar, la ciencia no es una entelequia aislada de la sociedad. Hasta ese momento parecía que la ciencia era hecha por seres fuera de este mundo. De ahí al 1 movimiento relativamente actual que se llama ciencia y sociedad, con el que se asume el pecado origina1 porque la ciencia nunca ha dejado de hacerse en la sociedad.
-¿Y también, como usted señala en el libro, está la cuestión de para qué se hace la ciencia?
-Pensemos un la ciencia institucional. Este, país nos paga a más o menos diez mil individuos, de los impuestos de todos los mexicanos, para que hagamos ciencia profesional. ¿Qué obtiene el país a cambio? Pongámoslo en términos muy, económicos: ¿le reditúa al país esa inversión en científicos? Estas preguntas no las hemos hecho con toda claridad. No tengo duda de que debemos hacer ciencia, pero cómo y de qué tipo.
-¿Quién debe responder a preguntas?
-Es que resulta complicado pues pondrán muchas respuestas encontradas. Para algunos, por ejemplo, no se trata de darle algo a país sino a la ciencia en general. Eso sería muy bueno, pero entonces el salario y la investigación deberían pagarlos no el país sino el Fondo Monetario Internacional o las Naciones Unidas. Ahora, tenemos otro problema: en México la comunidad científica es muy pequeña, de unos diez mil individuos, como dije. Y hoy entran a clases 32 millones de niños. Ese es el tamaño del problema. Se podrían cambiar las cosas si enseñamos en las aulas que la ciencia es una forma de ver el mundo en la que se privilegian las preguntas y no las respuestas. A la vez, los científicos debemos preguntarnos para qué hacemos ciencia. ¿Para tener más dinero?, ¿para que no nos corran del trabajo?, ¿para publicar un artículo en inglés que será leído en Inglaterra y en México nadie S en qué estoy trabajando?
-Al principio del libro usted señala un problema en la ciencia: ¡Encontrar la moral que nos permita vivir de acuerdo con nuestro tiempo, tiempo caracterizado y construido por la ciencia!. ¿Quién debe reflexionar sobre la moral en relación con la ciencia: los filósofos, los teólogos o los propios científicos?
-Es responsabilidad de los científicos. Pero a pesar de lo eficientes y capaces que han sido en México nuestros científicos en hacer la ciencia, han reflexionado muy poco sobre qué ciencia hacer y para quién. Y lo que sucede es que, en general, esa reflexión no se hace desde las escuelas y universidades.
La ciencia que se enseña todavía en la secundaria, en el bachillerato y hasta en algunas aulas universitarias tiene que ver con la visión revelada: el conocimiento científico como la verdad. La cosa es así y punto. Se trata de una visión dogmática, de una visión anticientífica de la ciencia porque la ciencia empieza por las preguntas. Si un joven de 14 años le pregunta al profesor por qué el cielo es azul y la respuesta que le da es: «Porque Newton así lo dijo», se parece mucho a la respuesta que a la misma pregunta expresó un niño en una conferencia: «Por que así lo hizo Dios». En la ciencia hay que argumentar, dar evidencias y hacer experimentos. El conocimiento científico no debe aceptar verdades reveladas porque con ello anula la reflexión.
Los libros de la colección ¿cómo ves? se pueden adquirir por medio de la dirección electrónica www.etienda.unam.mx y en el Museo Universum, en Ciudad Universitaria.