De científico a taxista o vendedor

emeequis
30 de septiembre de 2008
Antimio Cruz

La fuga de cerebros en México

Cada beca para formar un maestro en ciencias le cuesta a México 650 mil pesos formar un doctor en ciencias cuesta un millón 250 mil pesos. Son datos de CONACYT difundidos en 2004. Pero muchos de esos talentos pasan directamente de la beca al desempleo porque no hay nuevas plazas de trabajo en universidades e institutos.

Más allá de la famosa fuga de cerebros mexicanos al extranjero, que rebasa los 5 mil compatriotas científicos trabajando en Estados Unidos y la Unión Europea, hay otra fuga de cerebros que ha documentado la UNAM, la de quienes se quedan en el país pero abandonan la ciencia para ser vendedores, taxistas o profesores de secundaria.

Son elusivos no se sabe el número exacto, pero pueden ser más 25 mil. En tanto México paga cada año 40 mil millones de dólares por regalías y patentes de inventos desarrollados en otros países y el gobierno de Felipe Calderón se retrasó 22 meses en presentar su Programa Especial de Ciencia, que fue aprobado el pasado viernes.

El mexicano promedio conoce poco lo que es la ciencia, la entiende menos y le tiene miedo.

Según la Segunda Encuesta Nacional sobre Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México, que realizó hace cuatro años el gobierno federal, 67 por ciento de los ciudadanos consultados dijo que los científicos e investigadores son peligrosos por el nivel de conocimientos que tienen del mundo y el poder que adquieren en la sociedad.

El estudio, realizado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), mostró una realidad irrebatible: casi la mitad de los mexicanos consultados considera que la astrología y las interpretaciones zodiacales «son muy científicas», y uno de cada tres consideró como «muy científica» a la parasicología, que estudia los fenómenos paranormales, como fantasmas.

No es extraño, por eso, comprender por qué durante los últimos nueve años ni el gobierno federal ni las cámaras de Diputados o Senadores han hecho un esfuerzo efectivo para que el presupuesto destinado a investigación científica y desarrollo tecnológico sea mayor a 0.4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), cuando la recomendación de la Unesco, el brazo de la ONU encargado de la educación y la cultura, es que se le destine 1 por ciento del PIB.

La postergación ha sido la conducta común entre los tomadores de decisiones que influyen en la investigación. El resultado es que el atraso de la ciencia mexicana ha provocado que se entre en una etapa de verdadero peligro, según en diagnóstico presentado el 8 de septiembre por la Academia Mexicana de Ciencias (AMC):

«La edad promedio de los investigadores activos es mayor a 53 años; muchos laboratorios trabajan con equipo obsoleto y en los últimos diez años prácticamente no se han creado nuevas plazas de trabajo para científicos».

El problema no es sólo de dinero sino de planeación, como subraya la especialista del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, Heriberta Castaños-Lomnitz.

Pero en tanto se corrigen las deformaciones, hay talentos que se están perdiendo y son una merma irreversible para el país.

Desde que se creó el Conacyt, en 1970, se han entregado no mil becas de maestría y posgrado, pero se estima que sólo 35 mil personas se dedican a la investigación en México, y de ellas sólo 15 mil son miembros de la élite que nutre al Sistema Nacional de Investigadores (SIN).

¿Dónde están los otros? Los estudios que se han hecho hasta ahora para responder esa pregunta muestran que al menos 6 mil 100 científicos mexicanos residen en Estados Unidos o la Unión Europea, mientras que una cantidad muy grande, posiblemente superior a 25 mil especialistas, habría dejado la actividad científica para dedicarse a otras actividades.

A corto plazo no se espera un cambio radical. Un ejemplo es la diferencia entre lo que piden los académicos y lo que ofrece el gobierno.

La Academia Mexicana de Ciencias, la organización en la que participan una buena proporción de los científicos más importantes del país, solicita que entre 2009 y 2012 el gobierno federal aumente cada año el presupuesto para ciencia en 15 mil 500 millones de pesos.

Pero la realidad es poco halagadora: la propuesta de presupuesto para 2009 enviada por el gobierno federal al Congreso sólo plantea aumentar 2 mil 500 millones de pesos para el próximo año, y todos los partidos políticos en el Senado aplaudieron la propuesta.

AVISO OPORTUNO

En la página de Internet acciontrabajo.com.mx, que contiene 39 mil curriculums de personas que buscan empleo en este país, hay 554 perfiles que informan tener maestría o doctorado. Ahí se pueden leer presentaciones como la siguiente:

«Licenciado Químico Bacteriólogo Parasitólogo, con Maestría en Ciencias de Biotecnología. Edad: 28 años. Experiencia: 6 años. Ubicación: Sonora. Busca: empleo en farmacéutica, docencia en secundaria, marketing o diseño».

Páginas más adelante otro perfil indica:

«Ingeniero Químico. Maestría en ciencias. Edad: 37 años. Experiencia: 10 años. Ubicación: Jalisco. Busca: empleo en ventas o representante de laboratorio farmacéutico».

Un tercer ejemplo:

«Médico Cirujano. Maestría en Bioética. Edad 33 años. Experiencia 8 años. Ubicación: Puebla. Busca: empleo en ventas, formación de recursos humanos, áreas administrativas».

Estos profesionistas en busca de empleo son casos concretos de lo que un equipo de investigadores ¡le la UNAM llamó la «fuga interna de cerebros», en el libro Migración de talento mexicano, que coordinó Heriberta Castaños- Lomnitz.

«Cuando realizamos ese estudio nos dimos cuenta de que había dos tipos de gente que era formada con recursos públicos mexicanos y que no era aprovechada por el país: los que se quedaban a trabajar en donde habían acudido a estudiar un posgrado, y los que regresaban a trabajar a México y al no encontrar una plaza se dedicaban a empleos relacionados con servicios que no tenían nada que ver con su formación», indica la investigadora mexicana en su oficina del IIE-UNAM.

El estudio identificó toda clase de deformaciones y anomalías en la historia de quienes habían sido becados y pudieron ser localizados.

«Hay casos de abogados con maestría en alguna rama del derecho y que trabajan como choferes particulares; hay también especialistas en química molecular o biotecnología que se han dedicado a vender medicamentos, dejando de lado sus conocimientos para generar nuevos fármacos. Encontramos muchos ingenieros muy bien preparados que optan por formar pequeñas empresas que ofrecen servicios o mantenimiento a otras más grandes. Hay muchas pequeñas y medianas empresas creadas por científicos, que no siempre funcionan», dice Castaños- Lomnitz.

El trabajo, realizado conjuntamente con María Luisa Rodríguez, Alma Herrera, Judith Licea, Alfredo Álvarez, Javier Valles y Eric González, demostró que el Conacyt no tenía un registro de seguimiento de las personas a las que les había entregado becas. Además, identificó que muchos de los ex becarios habían desaparecido intencionalmente por temor a que se les cobrara lo invertido en su formación.

Mucha gente hizo todo lo posible por perderse de vista cuando no encontró un buen trabajo, cuenta la investigadora. La causa era que desde fines de los 90 y hasta hace cinco años, Conacyt adoptó una política agresiva: los becarios que no se reincorporaban a la institución que había respaldado su candidatura para realizar posgrados tenían que reembolsar lo que se había invertido en su educación. Ahí se perdió el contacto con muchos de esos posgraduados.

«No tenían empleo y les querían cobrar las becas. Eso hizo que adoptaran una actitud de ‘mejor calladitos’ para evitar los reembolsos. Intentamos hacer contacto con algunos de ellos pero encontramos temor y desconfianza; por ejemplo, ubicamos a 100 y les mandamos correos electrónicos, pero sólo contestaron 10», apunta.

En algunos casos, los científicos sí regresaron al país y a la universidad que apoyó su beca, pero se encontraron con que no había plazas y sólo podían trabajar en proyectos por un tiempo predeterminado.

La presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), Rosaura Ruiz, califica a la fuga de cerebros interna como una merma grave no sólo para México sino para la ciencia global.

«No sólo hay que pensar en la pérdida de recursos que haya invertido el país sino en las contribuciones que esas personas pudieron hacer al conocimiento mundial porque la ciencia es mundial. Sus impactos no sólo son locales», dice la bióloga mexicana.

La AMC es la asociación civil de científicos mexicanos. Agrupa a más de mil 800 investigadores de primer nivel y ha sido una de las principales impulsoras de una renovación y fortalecimiento de la ciencia en México.

«Para que un pos graduado siga haciendo investigación no basta con que le den una plaza. Hay que tener buenas condiciones para hacer investigación y esto significa toda una serie de apoyos como laboratorios, acceso a bancos de datos, libros, revistas de alto nivel y tener la posibilidad de compartir espacios con sus pares para discutir datos y confrontar sus experimentos. Es como un ecosistema que requiere de ciertas condiciones para que puedan crecer quienes ahí habitan», indica Ruiz

Una de las propuestas para incorporar a los científicos que han hecho posgrados es una idea concebida en la UNA M . Se llama «incubación de plazas» y se trata de que profesores-investigadores de las universidades e institutos más consolidados del país se trasladen voluntariamente a trabajar con todas sus prestaciones, a instituciones con menor desarrollo y que ahí contribuyan a crear las nuevas plazas de trabajo, que realmente hagan ciencia de calidad, que resuelva necesidades del país.

EXPORTADORES DE BILLETE

En el siglo XXI buena parte del valor de los productos está en el conocimiento generado para inventarlos, no en la materia prima que se usa para producirlos, como se ha demostrado varias veces en el caso de los medicamentos.

México ha generado pocos productos con valor agregado por sus conocimientos, pero sí es un consumidor importante de bienes de alta tecnología y paga aproximadamente 40 mil miIlones de dólares anuales por regalías y patentes de productos inventados en otras partes del mundo.

Esta dependencia tecnológica ha sido calificada por la AMC como una pérdida silenciosa de la soberanía.

«Se pagan grandes cantidades de dinero en regalías por uso de patentes que se produjeron en el extranjero y luego esos gastos son reportados por las empresas privadas como gasto científico y tecnológico, a pesar de que no es conocimiento generado por esas empresas. Las autoridades y la sociedad tienen que entender que si no produces conocimiento tienes que pagar por él y muchas veces terminamos pagando por innovaciones que no están pensadas para nuestros requerimientos, y ese es otro gasto que nos provoca pérdidas», argumenta la presidenta de la AMC.

Para regenerar la planta de investigadores y sus herramientas de trabajo los miembros de la AMC argumentan que se necesita que el gasto público en ciencia y tecnología pase de 42 mil millones de pesos en 2008, a 105 mil millones para 2012, lo que quiere decir que en los próximos cuatro años el gobierno federal y los gobiernos de los estados tendrían que aumentar en 15 mil 500 millones de pesos anuales en conjunto el gasto público destinado a investigación y desarrollo.

«Este es un momento donde los diputados y senadores están muy sensibilizados a la necesidad de invertir mas recursos. El debate sobre la reforma energética les ha hecho comprender con claridad que no podemos hacer ninguna transición o modernización si no tenemos tecnología propia. No hay alternativa. De lo contrario seguiremos pagando millones de dólares por el derecho a usar tecnología de otros países», indica Rosaura Ruiz.

Con su planteamiento presupuestal, la Academia pide que se establezcan tres fondos especiales que harían que el dinero público detone una regeneración de la ciencia y la tecnología mexicanas:

1) Un fondo para incorporación de jóvenes investigadores a plazas de trabajo en universidades, institutos y en el sector público.
2) Una segunda línea de inversión dedicada a renovar infraestructura y equipos.

3) Un tercer fondo para construir parques tecnológicos en diferentes puntos del país, de modo que compartan espacio laboratorios e industrias.

El proyecto de la Academia dice que los gobiernos de los estados deben duplicar su gasto en ciencia, pues actualmente no apoyan mucho a la Federación y propone que de cada 100 pesos de dinero público que reciban los científicos, cinco pesos provengan de los gobiernos estatales, en lugar de los 2.50 pesos que actualmente aportan.

Los restantes 95 pesos de fondos públicos provendrían de dos fuentes: 71 serían de impuestos federales y 24 de recursos generados por las propias universidades e institutos a través de servicios, consultorías, asesorías, publicaciones o patentes propias.

«Según las cifras mas recientes, el PIB de todo México es superior a 10 billones de pesos, por lo que estamos seguros que pedir un incremento anual de 15 mil millones de pesos es una propuesta viable y responsable», añade Rosaura Ruiz.

El secretario del consejo directivo de la AMC, José Franco López, argumenta que países con enormes rezagos económicos y sociales, como Ruanda, en el continente africano, ya están destinando más de 1 por ciento de su propio PlB para ciencia y tecnología.

«Existe una red de 13 países africanos que tienen el compromiso de que en un plazo máximo de 10 años invertirán 1 por ciento de su respectivo PlB a investigación científica y desarrollo tecnológico. Es el único modo de salir en el atraso tan grande en el que están», apunta Franco.

DOS AÑOS PARA REDACTAR UN PLAN

Si se aprueba la propuesta presupuestal que envió el gobierno federal al Congreso para el ejercicio de 2009, por segundo año consecutivo la ciencia mexicana tendrá un incremento presupuestal: la propuesta del Ejecutivo es de 43 mil 457 millones de pesos, un incremento de seis por ciento respecto de 2008, cuando la cifra fue de 40 mil 905 millones de pesos.

Ese presupuesto es menor a lo que han solicitado los científicos, pero, a cambio, el Conacyt ha festejado como uno de los nuevos avances la elaboración del Programa Especial de Ciencia 20082012, en donde se asume el compromiso de establecer políticas que permitan fortalecer la cadena en la educación, ciencia y tecnología.

El miércoles pasado, el Conacyt expuso por primera vez en el Senado los Iineamientos de ese programa que se sometió a aprobación el viernes 26 de septiembre en el Consejo General de Ciencia y Tecnología, cuya cabeza es el Presidente de la República.

Durante su comparecencia ante ocho comisiones del Senado, el director del Conacyt, Juan Carlos Romero Hicks, informó que el viernes pasado se reuniría este consejo para aprobar el Programa Especial.

Romero Hicks adelantó los cinco objetivos del mismo:

1) Establecer políticas de Estado a corto, mediano y largo plazos que permitan fortalecer la cadena de educación, ciencia básica y aplicada, tecnología e innovación.

2) Descentralizar de las actividades científicas’ tecnológicas y de innovación, con el objeto de contribuir al desarrollo regional

3) Fomentar un mayor financiamiento en infraestructura de la ciencia básica y aplicada, la tecnología y la innovación.

4) Aumentar la inversión en infraestructura científica, tecnológica y de innovación

5) y evaluar la aplicación de los recursos públicos que se invertirán en la formación de recursos humanos de alta calidad y en las tareas de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación.

Explicó que el programa fomentará una cultura que contribuya a la mejor divulgación, percepción reconocimiento social de la ciencia, la tecnología y la innovación en México.

«Este último punto es fundamental para que la sociedad entienda la importancia de apoyar a la ciencia», agrega la presidenta de la AMC.

«Durante muchos años los académicos no nos interesamos por la divulgación porque no era costeable. Los apoyos financieros venían de la publicación de libros o artículos en revistas especializadas, pero ahora tenemos claro que se necesita hacer conciencia entre la gente de que si el país no invierte en investigación los medicamentos seguirán siendo mucho más caros de lo que deberían y seguiremos pagando grandes cantidades de dinero por cosas que ya son parte de nuestra vida cotidiana como un iPod o un celular».

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