Con motivo del Año de la Luz, promueven mayor estudio del Sol

La Jornada
3 de enero de 2015
Emir Olivares Alonso

El astro, principal fuente de energía que sustenta la vida, dice el investigador Rodríguez Jorge

Gran parte de la materia del universo visible, atrapada en forma de estrellas, explica el experto

Este 2015 fue decretado por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) el Año Internacional de la Luz. En este contexto, Luis Felipe Rodríguez Jorge, investigador del Centro de Radioastronomía y Astrofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), destacó la importancia del Sol, principal fuente de energía que sustenta la vida en la Tierra.

El astro mantiene al planeta a una temperatura que lo hace habitable. En el espacio las temperaturas son extremadamente bajas lejos de las estrellas y las moléculas, por ejemplo de agua, existen sólo en forma de hielo. Sin embargo, en la cercanía de de esos cuerpos celestes se alcanzan temperaturas lo suficientemente elevadas para que el recurso exista en forma líquida, clave para la vida, tal como se conoce.

A diferencia de las estrellas, que producen energía termonuclear en su interior, los planetas y sus satélites naturales son cuerpos inertes, que de no ser por la cercanía con una estrella estarían extremadamente fríos. La Luna absorbe 93 por ciento de la luz que emite el Sol, de la cual refleja 7 por ciento, suficiente para que desde la Tierra se le pueda ver iluminada en las noches, explicó el especialista universitario.

En información difundida por la AMC se dio a conocer que en el espacio existen grandes regiones o nubes que contienen gas frío, por la fuerza de su gravedad, fragmentos de estas nubes se contraen hasta formar un núcleo que se convertirá en una estrella, alrededor de la cual se formará un disco en rotación del que posteriormente surgirán los planetas y los cuerpos menores del nuevo sistema solar.

Se podría decir que la mayor parte de la materia del universo visible está atrapada en forma de estrellas; éstas tienen brillo propio, porque en su centro las presiones y temperaturas son lo suficientemente elevadas para que los átomos colisionen entre sí, lo que da lugar al proceso de fusión termonuclear, en el cual se liberan grandes cantidades de energía que viajan hasta la superficie y de ahí escapan al espacio, principalmente en forma de luz.

La masa de una estrella determina su temperatura

Dependiendo de su masa, que puede ir desde una décima hasta 100 veces la del Sol, las estrellas tienen distintas temperaturas en su superficie: de 2 mil 500 hasta 50 mil grados centígrados; entre más masiva sea, su superficie es más caliente. El Sol –a 149 millones 600 mil kilómetros de la Tierra– es una estrella de masa intermedia y la temperatura de la superficie es de alrededor de 6 mil grados centígrados.

Rodríguez Jorge explicó que la luz visible es una de las formas de la radiación electromagnética, cuando la longitud de onda de esta radiación está entre 0.4 micras (una micra es la millonésima parte de un metro), que corresponde al color violeta, y 0.8 micras, que pertenece al color rojo, puede ser detectada por el ojo humano.

Sin embargo, hay radiación electromagnética con longitudes de onda mayores y menores a las de la luz. El espectro electromagnético se divide en seis grandes ventanas que van de las longitudes de onda más grandes a las más pequeñas: radio, infrarrojo, visible, ultravioleta, rayos X y rayos gama, las cuales sólo se detectan con el uso de tecnologías.

Estudiar el espectro de una estrella permite conocer su temperatura, sus movimientos y su composición química. Así, a principios del siglo XX y a partir de las características espectrales, se desarrolló una clasificación en letras, que luego se entendió correspondían a las temperaturas estelares. Estas letras son O, B, A, F, G, K y M. Esto es, las estrellas O son las más calientes y las M, las más frías. El Sol es una tipo G, finalizó.

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