La Jornada
27 de agosto de 2005
Punto flotante – Horacio Salazar
No se le pueden pedir peras al olmo. De un gobierno ignorante no se pueden esperar esplendores de conocimiento. Pero cuando todo cambio es para empeorar bajo argumentos infantiles, hay que decir con todas las letras que nos están apaleando en la guerra contra la ignorancia.
Va el cuadro. En palabras del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, en 2004 sus 27 centros de investigación se afianzaron ¡como una de las fuerzas de investigación más importantes y poderosas del país!: casi cinco mil estudiantes de maestría y doctorado, unos mil 200 artículos publicados, más de dos mil 125 proyectos de investigación, más de cinco mil proyectos de vinculación con empresas y entidades sociales.
Si los centros son tan importantes, ¿por qué fue necesario que en mayo se buscara completarles el presupuesto con dinero de las multas del IFE? La respuesta es que los recursos que recibirían los centros mostraban una reducción real de casi 11 por ciento respecto a 2004.
No entiendo. Según el Ejecutivo, la ciencia mexicana es pobre porque el Congreso no lo deja tratarla mejor. ¿Por qué, entonces, se recortan recursos ya asignados por el Congreso? En noviembre pasado, Rosaura Ruiz, secretaria de Desarrollo Institucional de la UNAM, había pedido al Congreso ¡etiquetar! los recursos asignables a ciencia y tecnología para que no se usaran en otras cosas. La etiqueta mentada pasó por el arco del triunfo; por ejemplo, la Cámara de Diputados asignó a la Academia Mexicana de Ciencias 50 millones de pesos para el 2005; el titular del Conacyt, Jaime Parada ívila, le dijo en marzo a la AMC que no, que sólo se les darían 35 millones. Y el anuncio se hizo entre malabarismos numéricos para dar a entender que se les estaba dando más. Como si fuera un regalo por el que debieran estar agradecidos.
Y la tijera ha seguido activa. El 3 de agosto, el Conacyt borró de su padrón de excelencia cinco programas de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional. Gracias a esto, unos 250 estudiantes de maestría y doctorado se quedaron sin sus becas respectivas de 4.5 y seis salarios mínimos mensuales, así que ahora deberán elegir entre estudiar o buscar trabajo para comer. ¿Y la razón? Un pecado nefando: según esto, la gente de la ESIME no llenó apropiadamente la solicitud; en particular, no escribieron las metas de mediano plazo.
Pero la tijera, una vez que arranca, no encuentra cómo parar. Este jueves La Jornada publicó el mordisco más reciente del Conacyt. Con toda la formalidad que da un mensaje de correo electrónico, el titular de coordinación del consejo con los centros de investigación, Héctor García Medina, les anunció que un dinero anunciado en enero (212 millones de pesos) siempre no va a llegar ¡por razones supervenientes del gobierno federal!, whatever this means!
A esto se le llama administrar mal (tenía en la punta de la lengua algo peor, pero me contengo). El funcionario ¡sugirió! a los directivos de investigación suspender los trámites que hubieran iniciado, porque lana no habrá.
Si esta miseria fuera universal, nadie pillaría. Pero estos recortes se dan mientras se ventilan a los cuatro vientos los cientos de millones de pesos que se gastarán en propaganda política. Nos costará una fortuna hacer publicidad a políticos que, en palabras de Marcelino Cereijido, son ¡analfabetos científicos de Estado! (o, más directo, unos burros).