El Universal
27 de agosto de 2012
Guillermo Cárdenas Guzmán
La Academia Mexicana de Ciencias urgió a otorgar incentivos a las empresas mexicanas para que contribuyan al desarrollo de la ciencia. En Japón, Corea y EU, líderes en innovación, el grueso de patentes no las desarrollan universidades, sino las empresas, afirma el presidente de la AMC, José Franco López
Las ideas de México no se patentan
México se convirtió en el primer país de América Latina donde se implanta un corazón artificial de policarbonato. El ventrículo de 700 gramos de peso que recibió el profesor Sergio Ortiz con ayuda de expertos del Centro Médico Nacional Siglo XXI la semana pasada es un desarrollo 100% nacional.
El invento fue diseñado por un grupo multidisciplinario liderado por científicos e ingenieros del Centro Nacional de Investigación en Imagenología e Instrumentación Médica de la UAM Iztapalapa, con el apoyo financiero de una compañía mexicana: Vitalmex Internacional.
A la fecha, el aparato patentado por la compañía en México, Brasil, Europa y EU se considera un fruto exitoso de la interacción entre gobierno, industria y academia. Desafortunadamente, es también un caso excepcional, pues en el país la innovación es poca y ha permanecido estancada en la última década.
En el reporte 2012 del Global Innovation Index (GII), un ranking de 141 países elaborado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de la ONU, México fue desplazado del lugar 37 —que ocupaba en 2007— hacia el 79 en la actualidad.
En esa lista, encabezada por Suiza, Suecia, Singapur, Finlandia, Reino Unido, Holanda, Dinamarca, Hong Kong, Irlanda y EU, el país se colocó en un “bajo desempeño” en innovación, debajo de Chile (lugar 39); Brasil (58); Colombia (65); Uruguay (67); Argentina (70); Perú (77) y Guyana (77).
En cambio, superó a otros países latinos como Paraguay (sitio 84); Panamá (87); El Salvador (93); Ecuador (98); Guatemala (99); Nicaragua (105); Honduras (111); Bolivia (114) y Venezuela (118). A diferencia de otras mediciones, en ésta se ponderó no sólo el número de patentes registradas por los países, sino también su inversión en investigación y desarrollo, el entorno social y aspectos regulatorios.
Pocos incentivos
“La economía nacional está clasificada entre las 20 más importantes del mundo; uno esperaría que el país estuviera en un índice de innovación similar, pero no es así, estamos sumamente rezagados. Vamos por el mal camino”, reconoce el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), José Franco López.
“En los países líderes en estas áreas, como Japón, Corea y EU, el grueso de las patentes no las desarrollan los grupos de investigaciones en las universidades: son las empresas quienes están generando nuevos productos”, señala el doctor José Franco, quien observa que la innovación de las empresas en México se da fundamentalmente en aspectos administrativos.
“No hay incientivos para los capitales emprendedores mexicanos ni para el desarrollo de la ciencia, y sí una pobre infraestructura en capacidades humanas que debemos mejorar”, advierte el titular de la AMC. Aunque en la Ley de Ciencia y Tecnología se establece destinar al menos el 1% del PIB a estas actividades, en el país el porcentaje se ha mantenido alrededor del 0.4% (este año fue de 0.44%).
La Red Iberoamericana de Ciencia y Tecnología refiere que en 2009 México invirtió 0.38% del PIB en estos rubros. Ese mismo año Brasil destinó el 1.56%; Cuba el 0.93%; Argentina el 0.66%; Uruguay el 0.64%; Panamá el 0.49%, España el 1.38% y Canadá el 1.92%.
Criba de cerebros
“La mayor parte de la gran industria (trasnacional) en México utiliza mano de obra mexicana: ensamblamos para la industria automotriz, aeronáutica, entre otras, pero prácticamente no tenemos diseño ni inversión nacional puestos en estos rubros”, añade al respecto el doctor José Franco López.
“En algunos lugares de EU como el Valle del silicón o Boston encuentras junto a los campus universitarios una gran cantidad de nuevas compañías. En cambio, la cultura de empezar nuevos negocios, en especial de alta tecnología, no se da mucho en México, es algo que nos falta”, comenta Juan Enríquez Cabot, de la Universidad de Harvard, en Massachusetts, Estados Unidos.
En el país hay suficientes descubrimientos para establecer un “ecosistema” de este tipo, pero los directivos de las universidades prefieren que los profesores den clases en vez de generar nuevas compañías, considera el director administrativo de la compañía Excel Venture Management.
Los trámites burocráticos para fundar nuevas empresas en México son extraordinarios, al tiempo que los grandes oligopolios impiden la competitividad. “Tenemos 10 o 20 mil cerebros que compiten con cualquier otro del planeta, pero no los pulimos como hacen otros países”.
“En La India, Corea y Taiwán han hecho una selección brutal de los 30 o 50 mil cerebros que producen al año, y de ellos a 10 mil los ponen a generar investigación y desarrollo o nuevas empresas; de ahí sale una parte desproporcionada del crecimiento económicos y los salarios. Pero en México, como tenemos miedo a ser elitistas, no importa seleccionar a los mejores alumnos”, dice Enríquez
Ante ello, sugiere establecer rigurosos sistemas de selección que aglutinen a los mejores: “Con 5 mil o 10 mil científicos podría duplicarse el crecimiento de la economía mexicana”.
“Tras las elecciones (federales) estamos en la antesala de un cambio de gobierno y uno desearía que dentro de las nuevas políticas hubiera un énfasis especial en la expansión del sistema de ciencia, tecnología e innovación”, plantea el doctor José Franco, quien admite que el número de patentes (unas 200 al año) debería multiplicarse por diez o cien.
“Cuando se instale el nuevo gabinete (del gobierno federal), se debería pedir anónimamente a los secretarios de Estado ir a abrir una compañía sin ningún tipo de ayuda, para que vean todo lo que es requerido y cuánto tiempo les toma, para que entiendan físicamente el problema”, sugiere por su parte Enríquez Cabot. Y agrega: “No se necesita cambiar toda la cultura en México, sino seleccionar a lo mejor”.
En una reunión para analizar este tema, Franco, junto con Blanca Jiménez (también de la AMC), José Luis Fernández Zayas, director del Sistema Nacional de Investigadores y Alejandro Nadal, de El Colegio de México, propusieron establecer una plataforma estratégica que permita aumentar la capacidad de innovación