El Sol de México
6 de enero de 2010
Rosamaria Villarelo Reza
* A la memoria de Manuel Terrazas. Un gran mexicano, quien siempre supo muy bien que el comunismo no estaba reñido con la paz y con el respeto a los derechos humanos.
La Academia Mexicana de Ciencias (AMC) que está celebrando los 50 años de su fundación acaba de publicar un desplegado suscrito por los expresidentes y su actual presidenta, en el que manifiestan su preocupación y rechazo a las reformas constitucionales que penalizan el aborto en 18 Estados de la República Mexicana.
El escrito en cuestión, redactado con especial cuidado procurando respetar las decisiones personales de los integrantes de la sociedad que estén a favor o en contra, es en realidad una alerta de lo que está pasando en el país a lo que muchos y muchas nos unimos por lo que en sí representan esos cambios o introducciones de leyes que penalizan a las mujeres que deciden abortar.
Si bien en cada una de esas 18 legislaciones hay ciertas diferencias, en el fondo todas son lo mismo, porque no están hechas para proteger la vida de un nuevo ser y mucho menos de las madres. Están siendo usadas con fines políticos tanto por los partidos que las apoyan, el de Acción Nacional (PAN) y el Revolucionario Institucional, PRI, (además de integrantes de los otros partidos que en lo individual las apoyan) coludidos con el curia romana.
De ahí la preocupación de una corriente muy importante de la sociedad que ven en dichas reformas justo lo que la AMC expone: un terrible retroceso sobre todo lo que concierne a más de la mitad de la población: las mujeres. No se han esperado los legisladores estatales a analizar y reflexionar sobre las consecuencias jurídicas, sociales, éticas y hasta económicas que repercuten negativamente a todos por igual, independientemente del sexo, en la medida que en lugar de avanzar estamos regresando a una época de oscurantismo; una teocracia disfrazada en la que el Estado se subsume a las decisiones principalmente de una religión.
Dentro de las lecturas que todos estaríamos obligados a hacer, como uno de los propósitos de año nuevo es leer, entre otras, el libro del español Ildefonso Falcones, «La Catedral del Mar». En ella narra la vida y costumbres de los habitantes de Barcelona, que se extienden a varios reinos y provincias del siglo XIV y las luchas por el poder, teniendo como base la esclavitud y la servidumbre feudal alrededor de la construcción del recinto religioso de Santa María del Mar.
La novela describe fielmente la vida de las mujeres que tienen un papel protagónico en la historia del personaje central y ninguna de ellas se salva ni tampoco las demás de la época, de sufrir las consecuencias de ser consideradas seres inferiores y de las cuales se podía disponer a voluntad de los hombres. Así es que, además, de ser tratadas como objetos, sin respeto alguno por parte del Estado que no les concedía ningún derecho, estaban sujetas a los designios de la Iglesia católica, a las leyes de dios, a sus preceptos, a sus prejuicios, al ser tomadas como representantes del diablo. A ello habría que agregar los castigos infligidos por la Santa Inquisición por sus pecados, hasta llegar a la muerte, dentro de los que se encontraba la infidelidad y el aborto.
Pero todo ello era parte de esos siglos oscurantistas de la España que no tiene que ver con la actual, pero que sí se asemeja al México de ahora, que quieren imponernos. Hace unos días, todavía en 2009, el gobernador de Chiapas, «perdonó» a dos mujeres que se encontraban en la cárcel por el «delito» de haber abortado. Así, el señor Sabines aparte de ser el representante del poder civil, se constituyó en el representante religioso y el que determina el comportamiento moral de la sociedad chiapaneca.
El gran riesgo es que este ejemplo siga cundiendo y que de ser estatal se convierta en federal lo que llevaría a un cambio constitucional del que sería más difícil echar marcha atrás. No obstante, nuestra obligación, como lo han hecho muchos sectores de la sociedad, es oponernos y seguir denunciando estas acciones contrarias a la dignidad de las personas. El asunto nos involucra a todos, pues de cualquier forma, el aborto se seguirá practicando en cualquier lado y así se llenarán las cárceles de mujeres, si es que no mueren en el intento.