Ciencia Sustentable

El Financiero
1 de junio de 2007
Guillermo Knochenhauer

Si el gobierno del presidente Felipe Calderón le asignó a la ciencia y a la tecnologí­a el 0.36 por ciento del PIB para este año (0.58 por ciento es el de por sí­ bají­simo promedio latinoamericano), el mensaje evidente es que no le interesa -como no les ha preocupado a gobiernos anteriores- que en México se produzcan conocimiento original o innovación tecnológica.

Hace décadas que los centros de investigación y las universidades tratan de sensibilizar a la sociedad y al gobierno sobre el papel del conocimiento original en el desarrollo económico y social. Lo que han logrado son solamente regulaciones externas a la investigación y un ambiente de competencia por las asignaciones «meritorias» que se han instituido, que implica derrotar al compañero.

Ante el desdén del gobierno y de las empresas privadas a su actividad, los centros de investigación, las universidades, los cientí­ficos y los maestros tienen que estar alertas «para sustentar su desarrollo, so pena no sólo de estancarse sino, en muchos casos, de desaparecer.

Al pronunciar el discurso en representación de quienes ingresaron hace unos dí­as a la Academia Mexicana de Ciencias, el doctor en historia Ricardo Pérez Montfort sugirió tres medidas tendentes, respectivamente, a fortalecer el compromiso social de las ciencias, a abrir espacios a las generaciones de relevo de los investigadores y a enfatizar la connotación colectiva de la producción de conocimiento, tanto en el quehacer mismo como en el colectivo social.

Empeñarse en que los centros de investigación y universidades se vinculen más a todos los problemas de la sociedad y no sólo a sus requerimientos económicos, ciertamente implica ir en contra de que sólo se haga investigación pertinente a la «supuesta planeación económica que sólo ve metas que tengan alguna referencia estadí­stica».

Lo que más preocupa a Pérez Montfort es la exclusión de las nuevas generaciones. Como efecto de la irresponsabilidad del Estado en la generación de conocimiento, las instituciones cientí­ficas no puedan emplear a los nuevos graduados por falta de presupuesto. Así­ las cosas, pronto no habrá quien releve a los grupos de investigadores. El esfuerzo que en estas circunstancias haga la academia para integrar a los jóvenes con vocación para investigar, no bastará para resolver el problema.

Contra el individualismo hay que subrayar la connotación colectiva del trabajo de investigadores y maestros, y a la vez, ampliar esa noción grupal a la colectividad social. El conocimiento es, de hecho, un bien público, aunque en México parecen haberlo olvidado el gobierno y las empresas privadas, que son las que deberí­an auspiciarlo y financiarlo.

Knochenhauer@prodigy.net.mx
Profesor de la FCPS de la UNAM

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