Aporta el exilio ciencia al Paí­s

Reforma
05 de abril de 2006
Marí­a Eugenia Sevilla

El legado español en quí­mica y biologí­a es tan relevante como en humanidades, destaca Octavio Paredes

Ciudad de México.- La aportación a México de los cientí­ficos provenientes del exilio español fue tan importante como la de los humanistas, pero no tuvo el impacto que deberí­a porque en el Paí­s el desarrollo de la ciencia y la tecnologí­a no ha sido una prioridad.

Así­ lo consideró el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, Octavio Paredes López, entrevistado el término del homenaje que la institución rindió a los cientí­ficos y humanistas del exilio español en México.

El biólogo egresado de la antes Escuela Española de Ciencias Biológicas del IPN (ahora Escuela Nacional) consideró que además del escaso presupuesto para la investigación, ha faltado desarrollar esta actividad en el ámbito de la educación privada para dar continuidad al aporte de los cientí­ficos exiliados.

«No fuimos capaces de formar al personal para que la universidad mexicana pública y privada caminara no sólo horizontal sino verticalmente», dijo.

No existe una cifra de cuántos cientí­ficos llegaron a México entre 1939 y 1949 con los 25 mil republicanos exiliados a causa de la Guerra Civil Española que estalló contra el régimen de Francisco Franco, de 1936 a 1939. Pero Paredes calculó que llegaron cerca de 4 mil 500.

«De algunos se considera que si no hubieran salido de España, podrí­an haber sido Premios Nobel, como (Ramón) ílvarez Buylla, bioquí­mico médico».

Tras señalar la fundación por el quí­mico ibérico Ignacio Bolí­var de la revista Ciencia (1940) como una de las publicaciones más importantes —es el actual órgano oficial de la AMC— Paredes consideró que fue en quí­mica y biologí­a donde se hicieron los mayores aportes.

«Al estudio de la biodiversidad en el Paí­s los españoles le dieron un verdadero impulso y en la bioquí­mica lo hicieron a niveles extraordinarios. Teresa Garcí­a en el área fisicoquí­mica hizo aportaciones muy relevantes; en el área de quí­mica Modesto Bargalló, José Ignacio Bolí­var, José Giral…», ejemplificó.

Destacó el caso del biofí­sico Manuel Castañeda Agulló, experto en fisiologí­a vegetal, quien fue el primer cientí­fico en vislumbrar, en México, la ingenierí­a genética.

Durante la ceremonia, a la que asistieron funcionarios, diplomáticos y cientí­ficos de México y España, el presidente de El Colegio de México, Javier Garcí­adiego, recordó que la polí­tica de asilo fue una propuesta de distinguidos mexicanos, entre ellos el historiador Daniel Cosí­o Villegas, al presidente Lázaro Cárdenas.

«La idea era generosa, pero también interesada. La estancia de algunos intelectuales españoles en las instituciones educativas mexicanas implicaba un noble aumento del llamado capital humano, con la ventaja de no haber hecho inversión alguna en ello», observó.

Los primeros invitados incluyeron a humanistas como José Gaos, Ramón Xirau, Enrique Dí­ez-Canedo, Adolfo Salazar y Juan de la Encina, y a cientí­ficos como el oncólogo Isaac Costero y los psiquiatras Gonzalo Lafora y Teófilo Hernando.

Para recibir a estos intelectuales, en 1938 se creó el Centro Español de Estudios, llamado después Casa de España y actualmente El Colegio de México, que en su proyecto original incluí­a indistintamente a cientí­ficos y humanistas.

La UNAM también acogió a cientí­ficos exiliados, mientras de según el director del Instituto Politécnico Nacional, José Enrique Villa Rivera, 53 especialistas ibéricos se incorporaron al instituto.

«Los cientí­ficos del exilio tuvieron una enorme influencia en una gran cantidad de generaciones. Formaron escuela», concluyó Paredes.

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