Campus Milenio
13 de noviembre de 2008
Alejandro Canales*
En México, en las semanas anteriores y en ésta, ha sido notable la serie de encuentros internacionales en el campo de la ciencia y la tecnología. En todas ellas han participado organizaciones destacadas, científicos importantes o tomadores de decisión de otros países. Los convocantes y los propósitos han sido muy variados, pero probablemente no se trata de algo fortuito, sino más bien de la expresión cotidiana del factor internacional en la definición de las agendas nacionales y también parte de los estilos locales de gestión.
Hace más de un mes, como aquí lo señalamos, el gobierno de la Ciudad de México organizó la Semana de la Ciencia y la Innovación, en la que participaron cinco premios Nobel. El propósito, según declaró el jefe de Gobierno capitalino, era impulsar la economía basada en el conocimiento. Un objetivo que está en el orden del día de la mayoría de países, pero que hasta ahora parece más un recurso retórico que un acontecimiento inexorable. De todas formas, el gobernante anunció la creación de cuatro ciudades del conocimiento en la entidad y destacó que las temáticas que se abordarían en el encuentro servirían para definir políticas públicas para ayudar a mejorar la calidad de vida de los capitalinos.
Hace un par de semanas se realizó la Segunda Reunión de Ministros y Altas Autoridades de Ciencia y Tecnología, encuentro al cual asistieron el conjunto de representantes de los países miembros de la Organización de Estados Americanos. El propósito era revisar qué había ocurrido con los compromisos suscritos cuatro años antes, acordar una nueva agenda regional y un plan de acción con vistas a la cumbre del año próximo de jefes de Estado y de gobierno.
Uno de los puntos sobresalientes en el documento final de la reunión de ministros fue la intención de incrementar la inversión pública en ciencia y tecnología. Otro punto fue la idea de promover la construcción de sociedades basadas en el conocimiento y la innovación, particularmente a través de la articulación entre los sectores público, privado, académico, científico y tecnológico. Además, destacó el apoyo a los sistemas nacionales de innovación, el establecimiento y expansión de redes nacionales de investigación y el propósito de estrechar la colaboración entre instituciones educativas, centros de investigación, gobiernos, empresas y sociedad civil.
Por otra parte, la semana anterior se realizó el Seminario Internacional sobre Nuevos Indicadores de Ciencia, Tecnología e Innovación. Un encuentro promovido por la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (Ricyt), una organización que tiene su sede en Argentina, la cual surgió a raíz del Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (Cyted) hace 13 años. El reciente seminario contó con la colaboración de Conacyt y, según declararon los organizadores, no solamente se trataba de un intercambio de experiencias entre los técnicos responsables de la construcción de indicadores en los diferentes países de la región, sino también de “difundir en la academia en general los avances metodológicos en la materia”. Por cierto, no se tiene noticia de esta actividad.
Por último, en esta misma semana, como parte del “Día mundial de la ciencia para la paz y el desarrollo» establecido por la UNESCO y que se celebra cada 10 de noviembre, se realizó en la Ciudad de México la reunión número 19 de la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (TWAS, por sus siglas en inglés). Esta academia, integrada por más de 800 científicos provenientes en su mayoría de países en desarrollo, financiada en buena medida por el gobierno italiano y administrada por UNESCO, está celebrando su XXV aniversario. En este caso, la reunión fue organizada por la Academia Mexicana de Ciencias y el Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República. El propósito, aparte de resolver los asuntos usuales de la TWAS, fue discutir algunos de los temas emergentes del campo y establecer lazos de cooperación entre científicos de naciones más y menos desarrolladas.
El factor internacional en la definición de las agendas nacionales, por lo menos desde mediados de los años ochenta, es insoslayable. Lo notable es que antes se identificaba principalmente como una actuación coercitiva, a través de préstamos y/o documentos, de organismos financieros internacionales para poner en marcha ciertas políticas en algunos países. Hoy no parece haber la misma reacción. Los temas de la agenda, como lo muestran los planes y los encuentros, son casi los mismos en todas partes: sociedades o economías basadas en el conocimiento, sistemas nacionales de innovación, formación de redes público-privadas, construcción de indicadores, cambio climático, energías alternas e, incluso, una idéntica adopción de iniciativas como las pruebas de medición del aprendizaje o el establecimiento de estándares. La pregunta es si en todos los casos estaremos entendiendo lo mismo y, más importante, si producirá resultados similares.
* UNAM-IISUE/SES.
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