Jóvenes cientí­ficos buscan apoyo fuera del gobierno

El Universal
16 de febero de 2006
Franco Daniel Gómez

Critican requisitos excesivos y restricciones que impone el Conacyt; afirman que la descentralización lo dejó «en el total desamparo»

ZAPOPAN, Jal.- Frente a la realidad muchas veces repetida: falta de fuentes de empleo para jóvenes cientí­ficos y de recursos para la investigación, la opción a la que se encaminan hoy quienes aspiran a desarrollar una carrera es a buscar otros financiamientos en el sector privado sin esperar más el paternalismo gubernamental.

La «Primera reunión de Prospectivas cientí­ficas y tecnológicas en México a partir de sus jóvenes investigadores», que se realizó en esta ciudad durante dos dí­as, dio como resultado una larga lista de puertas cerradas, pero también de caminos por andar. Los investigadores lo tienen claro: faltan recursos, es limitada la oferta laboral y son pocos los incentivos para quienes apenas inician su carrera.

En las mesas de trabajo, la reflexión se mantuvo en la carencia de apoyos y la escasa oportunidad de inserción en un campo laboral. Las reflexiones apuntaron a la excesiva burocratización del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologí­a (Conacyt), principal sistema de gestión de recursos en el paí­s, al que se critica por los diversos cambios en su reglamentación para otorgar apoyos económicos, entre ellos pedir requisitos excesivos para los jóvenes como experiencia en su campo, algo difí­cil de lograr tras terminar sus posgrados; por entregar recursos sólo a un proyecto por investigador, y su descentralización de la Secretarí­a de Educación Pública, cuya consecuencia es haber dejado al la instancia en total desamparo.

Gerardo Gamba, investigador del Instituto Nacional de Nutrición, expresa que Conacyt es una buena idea, pero en el actual sexenio se han cometido errores que han frenado el desarrollo de proyectos. «Lo descentralizaron y ahora no es de nadie, si el director solicita algo debe gestionar directamente con el presidente, es imposible». De forma paralela se crearon programas en cada estado de la República, en los cuales la mayor parte de los recursos económicos la absorbe el mantenimiento del aparato burocrático.

Lo primero, dice Beatriz González Yebra -otra de las participantes-, es «resolver la creación de fuentes de empleos, se necesitan plazas», pero generarlas se complica por la falta de recursos, esto es, se llega al punto inicial: no hay dinero. Los investigadores recuerdan que la actual administración federal prometió dedicar 1% del Producto Interno Bruto (PIB) a la investigación cientí­fica, pero en 2006 no alcanza la mitad de esa cantidad.

Ana Marí­a Rivas, investigadora de la Universidad Autónoma de Nuevo León advierte que el Conacyt es el principal sistema de gestión de recursos para investigación, «pero no debemos visualizarlo como el único, hay que buscar otros financiamientos». Aunque Gerardo Gamba enfatiza que uno de los principales obstáculos se deriva de la división entre «jóvenes y viejos» realizada para entregar los apoyos económicos, lo cual no sucedí­a en el pasado, donde se privilegiaba la calidad de los proyectos.

Conseguir apoyos con inversionistas privados e instituciones extranjeras es viable, señala Gerardo Gamba, quien explica que lo fundamental es que los jóvenes investigadores propongan proyectos que resuelvan asuntos que puedan ser palpables en la realidad. En su caso, estudiar aspectos de la presión arterial le ha permitido conseguir llamar la atención de instituciones de Estados Unidos y Europa. «Es un tema que le interesa a todo mundo, se interesan porque les conviene (.) Hay investigadores que trabajan en ´una corriente de calcio activada por potasio´ y no saben para qué está ahí­ o en qué enfermedad es importante. El dinero que se da es para tratar problemas de salud y mientras más cercano esté uno (es más fácil conseguirlo)».

Para los investigadores, dedicarse a la ciencia trae consigo «sabores amargos, pero da satisfacciones muy grandes», señala Rivas. Para lograr una baja en la frustración profesional, Gamba tiene una fórmula sencilla: «No esperar a que me den algo porque no me lo van a dar» y por ello enfatiza que los jóvenes investigadores pueden terminar su incertidumbre con propuestas de calidad, lo que traerá naturalmente recursos a su labor. «Si los jóvenes quieren ser cientí­ficos deben entender que es interés y por el gusto de la ciencia, se van a meter a una disciplina que no es lo mejor pagado, pero es preferible que ser mediocre en un campo con mejores sueldos».

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