A Ciencia cierta
18 de abril de 2006
Juan Carlos Miranda Arroyo*
Tras el escándalo en que un científico se graduó como doctor en Ciencias y entró al Sistema Nacional de Investigadores, mediante ¡conductas irregulares!, se ha despertado de nuevo el debate sobre la relación entre la ética y la ciencia.
Tanto el director de la tesis, Eusebio Juaristi, como el sustentante, Omar Muñoz, del Cinvestav-IPN, admitieron que los resultados de su investigación eran irrepetibles, por lo que se retractaron de los artículos publicados en el extranjero.
Algunos diarios reseñaron un estudio publicado por la Academia Mexicana de Ciencias, donde se abordan los problemas éticos comunes entre investigadores, y se alude a las faltas éticas que cometen con cierta frecuencia académicos en México.
En la encuesta, en la que participaron 146 científicos de 18 universidades, 66 por ciento consideró a la ética como ¡un aspecto relevante! en su práctica cotidiana; 40 por ciento acepta que hay faltas éticas ¡frecuentes! en su trabajo, y 10 por ciento las ve ¡muy frecuentes!.
El volumen El papel de la ética en la investigación y la educación superior comprende ¡varios estudios, ensayos y análisis sobre las conductas desleales de los científicos» en distintos momentos de su actuación.
Esta realidad no sorprende. En México, las políticas públicas en educación han dejado de lado la formación ética de niños y jóvenes. El Estado mexicano sólo ha considerado en los planes y programas oficiales a la educación cívica, pero no a la formación en valores ni la reflexión sobre la moral.
Hace tres años que la SEP discute introducir contenidos sobre formación cívica y ética en el currículum de primaria, aunque ya se tiene una materia de este tipo en secundaria desde hace años.
De manera directa o indirecta la base del sistema educativo tiene que ver con esta situación. Aunque sabemos de plagios, «reediciones irregulares», referencias «entre cuates», abusos de autoridad y otras irregularidades, en los hechos, las autoridades educativas han aceptado tácitamente que es sólo la familia, y no la escuela, la encargada de formar en valores. ¿Qué han hecho al respecto las universidades e institutos de investigación? ¿Cómo debe estar conformado y con qué criterios un código de ética para las profesiones y las prácticas científicas? ¿No es hora de poner reglas claras de cómo debe proceder la comunidad científica en este asunto?
* Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Querétaro.
Espacio de opinión de la AMC.