La Jornada
27 de noviembre de 2012
Redacción
Hallan que el deterioro bioquímico en la corteza prefrontal dificulta regular emociones
La esquizofrenia es un trastorno mental devastador, pues deteriora la calidad de vida en todos los ámbitos: familiar, laboral y de amistad. Está ubicada entre las causas líderes de discapacidad en el mundo y de pérdida de años de vida saludable, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los síntomas más conocidos popularmente son las alteraciones del pensamiento y de la conducta, como las alucinaciones y los delirios. No obstante, hay otros quizá menos evidentes. Por ejemplo, los esquizofrénicos suelen presentar afecto adormecido (disminución en su capacidad afectiva), anhedonia (incapacidad de sentir placer), depresión, hostilidad y ansiedad, explicó la doctora Julieta Ramos Loyo, del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Guadalajara e integrante de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
También se ha observado que se les dificulta decodificar las expresiones emocionales del rostro y el lenguaje de los otros; “tienen problemas en encontrar una relación entre lo que ellos observan, lo que experimentan y la manera en que lo expresan; es como un desfasamiento en los diferentes niveles de procesamiento emocional. Todo esto limita mucho sus capacidades para entablar relaciones sociales”.
Según la sicobiología, un aspecto que se ha indagado poco respecto al reconocimiento emocional en los pacientes esquizofrénicos es determinar si existen diferencias atribuibles al sexo.
En reciente investigación, en la que participó Ramos Loyo, se evaluó el desempeño de los participantes –en grupos divididos por sexo– en tres modalidades: facial, prosódica (referente a la acentuación y pronunciación durante el habla) y contexto social; esta última fue la prueba más compleja, ya que involucra a distintas personas que expresan emociones similares o diferentes en un comportamiento dinámico. Los resultados se publicaron este año en la revista Schizophrenia Research and Treatment.
Respuestas
Se encontró que los hombres fueron menos empáticos con la felicidad respecto de las mujeres en la tarea de reconocimiento emocional en un contexto social. Se les presentaron cortometrajes con distintos personajes y diálogos que representaban situaciones para las emociones básicas de felicidad, miedo, enojo y tristeza. A los hombres les costó más trabajo ponerse en el lugar del otro e identificarse con él cuando presenciaba una situación de felicidad.
En cambio, no encontraron diferencias contundentes debidas al sexo cuando a los pacientes (y a un grupo de personas sanas) sólo se les mostraron rostros que expresaban emociones distintas (felicidad, tristeza, miedo, sorpresa y disgusto) y uno neutral; tampoco cuando se les puso a reconocer elementos de la expresión oral, como entonación y acentuación, explicó la especialista.
A pesar de lo anterior, el trabajo sugiere “realizar estudios con emociones complejas, como orgullo, pena, culpa, frustración”.
Daños en el núcleo accumbens
Algunas pistas que podrían explicar los resultados, según Ramos Loyo, son el hallazgo del deterioro bioquímico en la corteza prefrontal en los hombres con el trastorno, “lo que provoca que les cueste más trabajo regular su conducta y en particular sus emociones, o hay daños en el núcleo accumbens, estructura que tiene que ver con la sensación de placer y de bienestar”.
Ramos Loyo añadió que es necesario seguir estudiando las diferencias de sexo no sólo al nivel de los síntomas, sino de los procesos neuronales, porque el cerebro de hombres y mujeres funciona de manera distinta, lo que se refleja en que “la enfermedad es más agresiva en los varones, mientras las mujeres tienden a presentarla más tardíamente, los síntomas son de menor intensidad y tienen mejor respuesta a los tratamientos”.