El Economista
15 de junio de 2012
Manuel Lino
Un grupo de los más destacados funcionarios de la ciencia en México se reunió ayer para presentar el libro Ciencia e innovación en México: cuatro grandes proyectos, en el que se describe, de manera clara y amena, los proyectos más ambiciosos que en materia científica tiene México en la actualidad.
La frase recurrente de la noche fue: “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento”.
“Les voy a contar de una idea poderosa –dijo, al final del acto, Juan Pedro Laclette, coordinador general del Foro Consultivo Científico y Tecnológico-. La ciencia, la tecnología y la innovación constituyen la base del paradigma actual para el desarrollo de las naciones. Y lo bueno es que esta idea ya la compraron los políticos mexicanos, no hay uno que se atreva a decir que ciencia, tecnología e innovación no son importantes, es parte del discurso políticamente correcto.
“Ya perdieron –dijo Laclette con una gran sonrisa, aunque matizó- no hemos logrado aún que se conviertan en parte de la toma de decisiones, estamos en la parte demagógica, en el discurso, pero ya perdieron”.
De los cuatro proyectos de los que habla el libro, dos ya están funcionando con enorme éxito: el Parque de Investigación e Innovación Tecnológica (PIIT) y el Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (Langebio); los otros dos, el Gran Telescopio Milimétrico (GTM) y el Instituto Nacional de Medicina Genómica de México (Inmegen), serán inaugurados antes de que termine el año.
Cabe mencionar que todos los proyectos son transexenales, hecho con la idea de “trabajar para las siguientes generaciones y no para las siguientes elecciones”, como escribe en el libro Jaime Parada Ávila, director general del Programa Monterrey Ciudad Inteligente.
Lucha por presupuesto?y contra el prejuicio
Estos proyectos, cuyos costos rondan los cientos de millones de dólares, son “cuatro en un país donde debería haber 50, son un granito de sal que no alcanza a condimentar la sopa”, dijo José Franco, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias.
Pero son también demostraciones de que “en México se pueden hacer las cosas bien”, dijo Franco y puso por ejemplo que en 1987, cuando inició el proyecto, se pensaba que sólo 15% de la construcción del GMT lo haría empresa mexicanas y que ahora, cuando está casi terminado, resulta que 85% de la construcción lo hicieron mexicanos.
“Es decir, que la mayoría de los más de 200 millones de dólares que ha costado el proyecto han entrado a la economía del país”.
Pero no fue fácil, Salomón Amkie de Universia, la asociación de 1,200 universidades que junto con el Foro Consultivo impulsó la edición del libro, calificó la lucha por levantar estos proyectos de heroica.
“Año con año hay que pelear por el presupuesto, es una frustración constante, y al no tener los recursos garantizados, los proyectos se entorpecen, los grupos se desmotivan… Fue el talón de Aquiles de algunos de estos proyectos”.
La Triple Hélice
Pero el tema de los recursos no es siempre un problema, como quedó claramente expuesto en el caso del proyecto más joven, el PIIT en Monterrey, un proyecto hecho con lo que se conoce como la triple hélice: la asociación entre el gobierno, la academia y las empresas.
De los 350 millones de dólares que costó el PIIT, sólo 100 son de fondos públicos.
Iniciado en el 2005, el PIIT ya llenó las 70 hectáreas que se compraron originalmente con 33 centros de investigación en las más diversas disciplinas. Van por más terreno y esperan llegar a 50 centros.
“Tenemos lista de espera de empresas globales y locales”, dijo Jaime Parada, quien ya sueña con la ciudad del conocimiento, inteligente y funcional, que crecerá en torno del PIIT.
manuel.lino@eleconomista.mx