En el sótano, registro de patentes universitarias

El Universal
27 de noviembre de 2011
Natalia Gómez Quintero
natalia.gomez@eluniversal.com.mx

Especialistas e investigadores afirman que la ausencia de estímulos suficientes en el Sistema Nacional de Investigadores, la existencia de un modelo reducido entre la vinculación de empresas y universidades, así como la falta de continuidad institucional han limitado por mucho la generación de patentes universitarias en México

La ausencia de estímulos suficientes en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), un modelo reducido entre la vinculación de empresas-universidades y la falta de continuidad institucional han limitado por mucho la generación de patentes universitarias en México, acusan especialistas e investigadores.

De acuerdo con el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), durante cinco años, de las 77 mil 537 solicitudes de patentes, sólo 478 han sido de universidades.

Los números se reducen cuando se revisan las patentes otorgadas a inventos de académicos. Las que se licencian, es decir, aquellas que por contrato con empresas generan regalías al investigador y a la institución, no rebasan 5%.

“El número es patético, pero el problema es más complejo y va más allá de los números. La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) ubicó a México en 2009 en el sótano de la inventiva por su bajo desarrollo de patentes. No obstante, el engranaje es más complicado”, considera Arturo Menchaca, presidente de la Academia Mexicana de las Ciencias (AMC).

Las comparaciones son inevitables con países de economías similares a la mexicana. De acuerdo con estadísticas del Instituto Nacional de Propiedad Intelectual de Brasil, entre 2001 y 2008 las 10 universidades más innovadoras hicieron mil 359 solicitudes para que se les reconocieran patentes sobre productos o procesos desarrollados. Pero Brasil destina 1.18% de su PIB a ciencia y tecnología; México, sólo 0.43%.

En España, el aumento de patentes solicitadas por instituciones de educación superior ha sido evidente: en 2005 fueron 353, y el año pasado solicitaron 584. Sólo como referencia, porque la distancia entre números resulta abismal, en Estados Unidos la Asociación de Directores de Tecnología de Universidad reporta en su informe más reciente —fechado en 2010— que hay 4 mil 284 licencias ejecutadas, es decir, patentes en contrato con empresas que tienen un uso en la industria.

Motivos para patentar

Especialistas en temas educativos, así como responsables de áreas de innovación, desarrollo, vinculación y transferencia de tecnología de las instituciones de educación superior mexicanas advierten que la motivación no debe ser “patentar por patentar “, sino llegar a resolver una necesidad del país a través de su explotación comercial, lo que implica generar riqueza en términos sociales y económicos.

“Patentar no implica nada hasta que se confronta con el mercado”, explica Carlos Viñamata Paschkes, autor del libro La Propiedad Intelectual. Asegura que 60% de las patentes que se tramitan en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) son extranjeras, y una de cada mil patentes generan regalías, pues muchas quedan como un mero registro, dentro de las gavetas.

Jaime Martuscelli, coordinador de Innovación y Desarrollo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que si bien es cierto que la solicitud de patente es importante, más lo es que la concedan y que tenga un mercado potencial, tanto nacional como extranjero.

En los últimos 20 años, la UNAM solicitó 150 patentes. A partir de 2009, luego de lanzar el Programa de Fomento al Patentamiento y a la Innovación, se han registrado 53 y otorgado dos.

Los procesos en el otorgamiento de este registro de propiedad industrial no son inmediatos, pueden tardar años, no obstante el valor verdadero, considera Martuscelli, radica en la transferencia tecnológica.

En estos dos años, la UNAM ha licenciado tres patentes: una del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas, otra del Instituto de Fisiología Celular y una más del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico.

En el caso del Instituto Politécnico Nacional (IPN), desde 1994 a la fecha ha hecho la petición de 85 solicitudes de registros de propiedad industrial, de esas tiene 30 patentes concedidas y cinco tecnologías licenciadas. Una de ellas apenas generó sus primeras regalías en mayo de este año.

María del Pilar Pérez Hernández, subdirectora de Transferencia de Desarrollo Tecnológico del IPN, asegura que de 2010 a la fecha tiene identificadas 26 tecnologías más potenciales para comercializar y proteger.

La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) ha solicitado en total 125 patentes, de las que 45 están vigentes y 32 en trámite; el resto ha caducado.

Falta de estímulos

La UNAM cuenta con 3 mil 200 investigadores en el SNI, 70% de ellos está en áreas que generan la mayor parte de desarrollos patentables. Anualmente, esa población genera 3 mil 500 artículos sujetos de arbitraje internacional riguroso. Frente a esa cantidad de publicaciones, la solicitud de patentes en el mismo periodo solo suma 10.

El Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey es una de las universidades que ha intentado dar un impulso importante a la generación de patentes sin dejar a un lado la publicación de artículos científicos. De 2008 a 2010 ha solicitado el registro de 110 y se le han otorgado 17.

“Nuestra línea de flujo de investigación no se detiene en el paper científico o publicación. Propiciamos que tengan un impacto a la sociedad con desarrollos tecnológicos para resolver problemáticas reales de la sociedad, empresas, gobierno, instituciones”, explica Neil Hernández, director de Investigación de la Rectoría Zona Metropolitana de la Ciudad de México del Tecnológico de Monterrey.

Pese esos esfuerzos, “la cultura de la propiedad industrial no ha cuajado, está en proceso de consolidación tanto en las empresas como en universidades”, considera Enrique Alberto Medellín Cabrera, director de Enlace con Sectores Productivos de la UAM.

Roberto Rodríguez Gómez, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, explica que a esa falta de incentivos se agrega la inexistencia de un modelo que estreche el vínculo entre las universidades y las empresas.

Sin dilema

Para el doctor Alejandro Alagón, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, no hay disyuntiva entre publicar y patentar. Tiene cinco patentes, una de las últimas se refiere a Anascorp, una versión mejorada del Alacramyn, avalada este año por la Administración estadounidense de Fármacos y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés). Este proyecto, que revierte el envenenamiento en dos horas, lo concretó con el Instituto Bioclon, de los Laboratorios Silanes.

“Desde que volví de mi postdoctorado en Nueva York tenía inquietud de hacer investigación que sirviera para algo tangible, útil a la sociedad”, dice.

Alagón, quien inició el desarrollo de sus patentes de manera cercana a la vinculación con empresas, tiene clara su estrategia: “Me pongo en la mente qué cosa quiero resolver, cómo puedo beneficiar a la sociedad y luego hago lo que debo hacer para alcanzarlo”.


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