Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/126/11
México, D.F., 3 de junio de 2011
- 145 mil niños sufren castigos físicos por parte de sus padres cada semana en este país, revelan encuestas
- 4 de junio Día Internacional de los Niños y Niñas Víctimas de Agresión
- El Dr. Roberto Castro Pérez, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Foto: AMC
Imágenes en alta resolución
En México, la violencia infantil es un grave problema que se recrudece al no garantizar iguales derechos de protección para todos los niños y desconocer la situación actual de la infancia en relación a las diversas violencias a las que está expuesta, asegura el sociólogo Dr. Roberto Castro Pérez, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Este desinterés, de acuerdo con Castro y su colega Sonia Frías, investigadores del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, se expresa en la inexistencia de una política unificada de generación de datos estadísticos a nivel nacional, estatal y municipal, así como en la falta de mecanismos regulatorios que permitan que la información fluya constante desde cada municipio y pueda ser procesada a nivel central.
Los investigadores indican que dada la tolerancia cultural que existe en este país, que sigue viendo como “válido” el hecho de castigar físicamente a los niños para “corregirlos o educarlos”, existe un muy alto grado de no-denuncia y, consecuentemente, de impunidad en esta materia.
Este sábado 4 de junio se conmemora en el mundo el Día Internacional de los Niños y Niñas Víctimas de Agresión, que tiene como objeto promover la protección de los derechos de la niñez, en condiciones de paz y seguridad sin los efectos nocivos que producen los conflictos armados.
En México, la efeméride propicia recuperar la discusión para asegurar a los niños y niñas del país una política que les garantice el derecho al buen trato y a una vida libre de violencia.
La Organización Mundial de la Salud define la violencia contra niños y niñas como: “El maltrato o la vejación de menores abarcando todas las formas de malos tratos físicos y emocionales, abuso sexual, descuido o negligencia o explotación comercial o de otro tipo, que originen un daño real o potencial para la salud del niño, su supervivencia, desarrollo o dignidad en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder”.
Roberto Castro y Sonia Frías precisan por otro lado, que la literatura científica distingue entre castigo físico y abuso físico. El primero es una forma de violencia disimulada, que consiste en el uso de la fuerza física con la intención de que el niño/a experimente dolor, pero no daño, con fines “correctivos”. El abuso físico, en cambio, sí lesiona. La diferencia entre ambas formas radica en la severidad y en los daños a la salud que pueden ocasionar.
“Y desde el punto de vista del trabajo a favor de los derechos y la integridad de los niños, ninguna de estas formas de violencia debe tolerarse”, sostiene Castro, quien añade que se considera dentro de esta definición a todo ser humano menor a 18 años de edad.
De acuerdo con ambos científicos sociales suelen diferenciarse la violencia física, la violencia emocional, la violencia sexual y la negligencia o el abandono, y que dependiendo de qué fuente se utilice se establece cuál es la que tiene mayor preeminencia.
“Hay que recordar que existen definiciones legales que son diferentes de las definiciones de salud, y que por otra parte existen los criterios que usa el DIF-Prenam (Programa de Prevención al Maltrato Infantil)”.
En la actualidad, sostiene Castro, de acuerdo con las estadísticas oficiales, la omisión de cuidados es la primera causa de maltrato, seguida del abuso físico y luego por el abuso emocional. El abandono es la cuarta causa de maltrato y el abuso sexual la quinta. “En el 48% de los casos la agresora del niño o niña es la madre y en el 28% el agresor es el padre. Sin embargo, advierte, debe tenerse en cuenta que las madres pasan mucho más tiempo que los padres al cuidado de los hijos, por eso el riesgo de que incurran en violencia contra ellos es mayor”.
Castro señala que otra fuente importante de información la constituyen las encuestas. Entre ellas, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2003; la Encuesta de Maltrato Infantil y Adolescente 2006 (EMI, aplicada sólo en cuatro estados de la república); la Encuesta Nacional sobre la Dinámica Familiar 2005 (Endifam); y la Encuesta Nacional de Exclusión, Intolerancia y Violencia en Escuelas Públicas de Nivel Medio Superior 2006 (EEIV).
De acuerdo con dichas encuestas, el 51.6% de las mujeres unidas y/o casadas ejerce violencia física contra sus hijos menores cuando los castigan, y el 28% ejerce violencia emocional contra ellos. El riesgo de que se ejerza violencia física contra menores es más alto en zonas urbanas que en zonas rurales; es mayor en hogares donde la mujer no trabaja fuera del hogar; y disminuye en la medida en que el estrato socioeconómico y el nivel educativo de los padres aumenta.
Lo anterior significa que alrededor de 145,000 niños sufren castigos físicos por parte de sus padres cada semana en este país. Los hogares donde todos los menores son del sexo femenino presentan el menor riesgo de que los padres ejerzan violencia física contra ellos. El más alto riesgo se presenta en los hogares donde hay menores de ambos sexos. Los hogares donde hay violencia entre la pareja tienen un riesgo más elevado de que se ejerza violencia contra los menores, que los hogares donde no hay este tipo de violencia.
Roberto Castro y Sonia Frías subrayan que no toda la violencia que se ejerce contra los niños y niñas en este país se da dentro del hogar. “Los niños y niñas también son agredidos en otras instancias, como la escuela, la comunidad y otros lugares.”
Ambos investigadores coinciden en que además de las secuelas físicas que puede dejar la violencia severa para el resto de la vida, el impacto en la salud emocional es muy alto. “Hemos documentado en diversas publicaciones lo que podemos llamar la transmisión intergeneracional de la violencia”, que significa que quienes sufren violencia en la infancia tienen más probabilidades de ejercer violencia en la vida adulta que quienes no la sufren.
Para concluir, Roberto Castro y Sonia Frías establecen que “los niños y las niñas en este país están abandonados a su suerte. Aquellos que tienen la suerte de nacer en una familia protectora tendrán mejor vida que aquellos que tengan la ´mala suerte´ de nacer en una familia que los maltrate.