La educación superior para y en el cambio

El Universal
17 de mayo de 2010
Rosaura Ruiz y Alma Herrera

Al hacer un planteamiento acerca del impacto de las nuevas tecnologías en el actual orden del conocimiento, Oscar Chanona señala que el mundo de hoy expresa una complejidad de vida y culturas sin precedentes:

“Somos más de 6,000 millones de seres humanos de más de 6,000 culturas distintas. Somos diversidad pura, […] multiplicidad de generaciones, aspiraciones, gustos, preferencias políticas, vocaciones y constituimos el mundo que vivimos y sabemos; en él también nos correspondemos, dialogamos y confrontamos: Y en medio de diferencias y afinidades crecemos. El gran desafío que implica este escenario tiene que ver en su sentido más amplio, con la construcción de una innovadora ética civilizatoria que se cristalice en un nuevo contrato social global, comprometido con la premisa de que lo económico comience a adquirir su carácter instrumental al servicio del bien común”.

En este entorno, la sociedad civil se deberá empoderar de sus capacidades humanas, científicas y técnicas en el único terreno que asegura una acción efectiva en el largo plazo: la educación orientada a la promoción del desarrollo humano sostenible.

Cabe destacar que la posibilidad de las sociedades para innovar los procesos de producción, distribución y uso crítico de la información y transformarla en conocimiento socialmente útil, es lo que marca la diferencia entre ellas. La utilización intensiva de conocimientos determina que su distribución sea mucho más democrática que la distribución de cualquier otro factor tradicional de poder bajo esta perspectiva, el conocimiento se reconoce como un bien social que no debe estar sujeto a pautas comerciales, ni a la dinámica del mercado.

Tenemos un escenario en el que coexisten múltiples fuerzas que han logrado impactar los sólidos pilares que le dieron identidad, a lo largo de 12 siglos, a las instituciones que hoy conocemos como universidad. Es tiempo de un cambio multidimensional en todas las esferas e instituciones de la sociedad que hasta hoy conocemos, y ello implica una reorganización integral de la universidad y la transformación de su articulación con la sociedad.

Por su parte, la universidad deberá redefinir el sentido de una pertinencia asumida como la correspondencia entre la oferta profesional y las complejas transformaciones que presentan las necesidades del desarrollo social y económico, la estructura productiva y el campo laboral. En este sentido, implican el desarrollo de estructuras académicas interdisciplinarias y de modelos pedagógicos basados en la articulación entre la academia y los nuevos requerimientos de la sociedad y de la producción.

De este modo, los procesos de transformación que lleven a cabo las universidades, sobre todo las públicas, deberán partir de políticas innovadoras establecidas sobre nuevos presupuestos epistemológicos, políticos y académicos, que posibiliten la refundación de la universidad, de su misión como entidad pública, en donde el respeto por la diversidad de las propias instituciones sea el marco que oriente esas políticas.

En este marco, la acción educativa, fundamentalmente aquella articulada a la educación superior, requerirá integrar diversos subsistemas de aprendizaje que mejoren calidad, equidad y pertinencia. Para ello, las universidades deberán imprimir un esfuerzo adicional en su transformación, ya que tienen que constituirse en pieza clave para la generación de ciencia y tecnología y para que el diseño de los nuevos modelos educativos, sociales y culturales sea congruente con, al menos, los siguientes principios:

• El desarrollo de experiencias dirigidas a que un estudiante pueda aprender a aprender durante toda su vida

• El diseño de programas de estudio que aseguren la formación de ciudadanos éticamente responsables y conscientes de que compartir su saber es la fuente principal del desarrollo humano.

• El estímulo a la creatividad y a la innovación, ya que ambos procesos son la base para la transformación de bienes materiales, recursos naturales y simbólicos, procedimientos y servicios, que pueden ser utilizados por diferentes grupos humanos para la resolución de sus problemas y para el desarrollo de nuevos diseños sociales.

• El desarrollo de la capacidad para generar y aplicar nuevos saberes, metodologías y procedimientos.

En este sentido, coincidimos con Alain Michel, quien señala que la educación debe formar ciudadanos activos capaces de dominar el progreso tecnológico para darle sentido a la vida intelectual y colectiva, para respetar el equilibrio del planeta, hacer reinar la paz, reducir la violencia y forjar un verdadero proyecto para la sociedad.

En este modelo de universidad el ethos académico es el del aprendizaje y el quehacer docente es un proceso dialéctico de interacción social, donde el trabajo intelectual genera un proceso de apertura que trasciende el conocimiento acumulado; por ende, es un conjunto de prácticas epistemológicas, teóricas y políticas cuyo eje es la promoción de comunidades de aprendizaje, que trascienden la calificación especializada para promover el desarrollo de competencias académicas y habilidades complejas de pensamiento, de aprendizaje y de innovación.

De la misma forma se impone el mejoramiento de la calidad de la educación básica y media con nuevos capitales culturales distintos para propiciar la transformación de las instituciones que hagan posible armonizar una oferta de oportunidades de estudios con orientación social, suficiente, eficiente y efectiva de alto nivel de calidad. Ya que sólo con mecanismos de este tipo será posible promover la igualdad social de acceso a las oportunidades educativas, la permanencia, el progreso, el rendimiento y que culminen con el egreso y la ubicación en el mundo del trabajo de servicio a la sociedad y la participación ciudadanía.


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