El Universal
5 de mayo de 2010
Natalia Gómez Quintero
natalia.gomez@eluniversal.com.mx
Hace 50 años,un invento detonó la revolución femenina. Ahora ellas deciden cuándo y cuántos
Cuando las compraba, lo hacía a escondidas de sus padres. Cuando llegaba al establecimiento, venía otra batalla a vencer: la vergüenza ante el expendedor.
María Luisa tampoco podía permitir que su familia la descubriera. ¿Qué le pasaría si alguien hubiera hallado esa cajita con píldoras anticonceptivas que garantizaban una efectividad de 99.9%?
Eran los primeros años de la década de los 70 y las pastillas representaban la liberación sexual, pero también podían convertirse en el estigma, familiar y social, de una chica de 20 años, porque ingerirlas significa que tenía relaciones sexuales sin estar casada. La rebeldía se acrencentaba porque la mujer podía tener sexo por placer, no para ser madre. Gracias al invento podía controlar la posibilidad de quedar embarazada.
“Sabía que me pondrían en el banquillo de los acusados por tener relaciones sexuales sin haberme casado. Además, los jóvenes no éramos visibles para exigir nuestros derechos. Sin embargo, por mínima que pudiera parecer, con la acción de ingerir una píldora, aun a escondidas, se inició una etapa liberadora”, dice María Luisa Sánchez Fuentes, hoy directora del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE).
Esta anécdota es sólo una de las muchas que se hicieron comunes en México desde hace 50 años, cuando la píldora se introdujo al mercado, luego de que en EU se aprobó su uso.
Con sello mexicano
Esta revolución sexual se la debemos al mexicano Luis E. Miramontes, quien, con sólo 26 años, colaboró con los extranjeros Carl Djerassi y George Rosenkranz para llegar a la síntesis de la noretisterona, el compuesto activo base del primer anticonceptivo oral sintético.
El 15 de octubre de 1951 recibieron la patente del compuesto de la compañía química mexicana Syntex S.A, pero la invención sólo se atribuya a Djerassi o a Rosenkranz, aunque a nivel mundial Miramontes ha sido reconocido.
En 1964, la píldora fue elegida por el Departamento de Patentes de EU como uno de los 40 inventos más importantes entre 1794 y 1964. El nombre de Luis Miramontes apareció al lado de Pasteur, Edison, Bell, entre otros, y en el “USA Inventors Hall of Fame”.
En 2005, la Academia Mexicana de Ciencias denominó la invención de Luis E. Miramontes como la contribución mexicana a la ciencia mundial más importante del siglo XX.
Las resistencias
La sociedad mundial y mexicana parecía no estar preparada para ese avance. Dos décadas luego de su aceptación, la Facultad de Medicina de París afirmaba que “30% de las mujeres que tomaban la píldora se volvían feas”.
Según refiere el doctor David Elia en el libro La anticoncepción, editado en 1982, la píldora se consideraba un producto tóxico que generaba obesidad, cáncer, aumento de peso, trombosis arterial cerebral, frigidez y niños anormales, pero mujeres como María Luisa veían que no desarrollaban ninguna complicación.
Según la Ginecóloga María Eugenia González Morales, adscrita al Hospital General de México, algunas de esas reacciones se originaban por el alto contenido de estrógenos. Ahora la dosis ha disminuido y las mujeres están contentas porque con su uso, su ciclo menstrual es regular y los cólicos son menos.
La valorización social de mujer-madre en los 80 todavía era un peso importante para no aceptar el control de la natalidad. Una mujer que no tiene un hijo no es una mujer, se decía. Además, los prejuicios judeo-cristianos que inducían a no aceptar entonces (ni hoy) las relaciones sexuales sin posibilidad de embarazo, pero sí por placer, generaron oposiciones abiertas a la aceptación de las pastillas.
La píldora obligó a las parejas a establecer una definitiva diferencia entre los principios del placer y los de procrear.
El debate
En medio del debate social y médico, la Iglesia católica mexicana en esos momentos no podía manifestarse públicamente como ahora lo hace, con toda libertad, gracias a las reformas al artículo 130 de la Constitución en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
No se publicaban desplegados en los diarios, con manifiestos de inconformidad, pero en los templos los curas marcaban su resistencia al decir que este tipo de anticoncepción era “contra natura”.
En su momento, algunos hombres expresaron también su oposición. La píldora era el símbolo de su castración. Otros más delegaron en la mujer la responsabilidad total del embarazo.
“La familia pequeña vive mejor”
La anticoncepción no formó parte de la enseñanza en las facultades de Medicina hasta mediados de los 70. En México, de manera específica el presidente Luis Echeverría fundó en 1974 el Consejo Nacional de Población, una entidad que impulsó, bajo el argumento de un mejor desarrollo social y económico, el Programa Nacional de Planificación Familiar.
“La Secretaría de Salud basaba sus programas de planificación en pastillas anticonceptivas y pocos conocían el condón”, dice Alejandro Rosas, subdirector de Salud Sexual y Reproductiva del Centro Nacional de Equidad y Género.
Con la difusión masiva de los métodos anticonceptivos, recuerda Marta Lamas, presidenta de GIRE, además de impulsar un futuro mejor se inició el reconocimiento de la libertad de la mujer para tomar decisiones e insertarse poco a poco en nuevas actividades laborales.
A mediados de los 70, México alcanzó su máximo histórico de fecundidad con un promedio de 7.3 hijos por mujer. Según los datos recientes de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2006, ahora el promedio de hijos por mujer en el país es de 2.2.
Pero en Guerrero, Chiapas y Aguascalientes se mantienen arriba del promedio de 2.4 hijos por mujer, mientras que en el DF disminuyó a 1.68.
Las otras opciones
Llegar a estos números ha sido gracias a que los métodos se han diversificado. Luis Muñoz, directivo de la Fundación Mexicana para la Planificación Familiar, asegura que los métodos más usados por las mujeres con pareja son los de larga duración, como el DIU.
Le siguen los métodos hormonales, como las tradicionales pastillas que deben ser tomadas a la misma hora todos los días. Pero por ese hábito, que muchas mujeres consideran una esclavitud, se prefieren parches, inyecciones, anillos vaginales y varillas subdérmicas.
“No estoy casada pero prefiero utilizar el parche, las píldoras son una lata diaria; con un mes y medio que las tomé subí de peso. Con el método que utilizo no he tenido reacciones secundarias”, dice Verónica Vázquez, de 28 años.
De acuerdo con el Centro Nacional de Equidad y Género y Salud Reproductiva, 12 millones de mujeres unidas a una pareja utilizan métodos anticonceptivos, 30% de ellas optan por métodos hormonales, pues, dicen, hoy la mujer cuenta con al menos cinco opciones que pueden adecuarse a sus necesidades.
El condón, la tercera preferencia, ha surgido no sólo como método de contracepción, sino también contra enfermedades de transmisión sexual. Paola Carrillo y Adriana Olvera, de 18 y 23 años, no han iniciado su vida sexual, pero aseguran que en cuanto lo hagan usarán condón.
El mundo ha cambiado pero hay cosas que perduran. La paradoja la plantea Marta Lamas. Ella reconoce que en el México de hace 40 años no había tantos métodos al alcance de los jóvenes, pero también percibe que la doble moral de aquella época es la misma hoy. La mujer no puede asumir públicamente que tiene relaciones sexuales también por placer.