Aumenta presencia femenina en posgrados

Reforma
22 de enero de 2010
Tania Romero

En México, el número de mujeres que estudia algún posgrado creció más de 7 veces en 20 años y, actualmente, son casi 50 por ciento del total de la matrícula de ese nivel académico.

Las cifras más recientes indican que, en 2006, había 79 mil 450 mujeres cursando alguna especialidad, maestría o doctorado en el País, y 82 mil 553 hombres, de acuerdo con cifras de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior.

En 1996, la población escolar de ese nivel de estudios era de 30 mil 138 mujeres y 45 mil 254 hombres; mientras que, en 1986, la presencia femenina (10 mil 880) era casi tres veces menor que la masculina (27 mil 75).

Los posgrados en los que el número de mujeres es mayor que el de hombres son los relacionados con las áreas de Educación y Humanidades; en contraste, en los relacionados con Ingeniería y Tecnología, la presencia femenina es de menos de la mitad que la masculina.

La maestría es el nivel de posgrado donde la matrícula es más pareja e, inclusive, la presencia femenina es ligeramente superior, ya que hay 56 mil 480 mujeres por 55 mil 490 hombres.

La vida moderna

Desde el surgimiento de diversas corrientes feministas, hasta la ayuda de los electrodomésticos, ayudaron a este aumento del número de mujeres que estudian un posgrado, opina Esther Orozco, titular del Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal.

«La lucha de las feministas ha contribuido enormemente a que las mujeres decidan incursionar en los distintos senderos que les presenta la sociedad como posibilidad de desarrollo: la ciencia, el arte, la empresa y los estudios de posgrado», sostiene.

«La ciencia también ha contribuido mucho, ya que, a raíz de que se inventó la píldora anticonceptiva, las mujeres ya pueden salir de su casa».

Además, agrega, al contar con ciencia y tecnología en su casa, como los electrodomésticos, sus tareas del hogar se facilitan y tienen más tiempo para invertirlo en lo que les gusta, como estudiar.

Ana Buquet, secretaria académica del Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México, considera también que el auge de los temas de género ha jugado un papel importante.

«Desde los 70, hubo conferencias que impulsaron el tema de la desigualdad entre mujeres y hombres en el escenario internacional y nacional, que fueron incorporando el tema de la educación superior», indica.

Sin embargo, a pesar de este crecimiento y de las nuevas ideologías en temas de género, las mujeres con posgrado aún enfrentan limitantes en su desempeño profesional.

«A pesar de que tenemos más participación en el ámbito académico, a nivel directivo aún no contamos con una participación equilibrada», indica Carmen Beatriz López-Portillo Romano, Rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana.

«Por ejemplo, las Rectoras de las universidades de la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior no llegamos ni a 10 por ciento».

Superar obstáculos

Aunque ahora hay más mujeres estudiando un posgrado, la cuestión de combinar el aspecto familiar con la parte académica aún sigue siendo una de las principales limitantes para algunas universitarias.

«Es común que las mujeres se retiren de la actividad científica o no ingresen a ella porque se les hace muy complicado hacer tantas cosas a la vez, y porque es la temporada de la vida en que tienen hijos», afirma Orozco.

«Pero ser una buena científica o tener hijos o pareja es una disyuntiva que no debe existir, porque la sociedad está desperdiciando 50 por ciento de su talento».

Por eso, sugiere soluciones sencillas, como que las tareas de la casa se distribuyan equitativamente con la pareja.

Rosaura Ruiz, presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias, considera que la participación de las mujeres en posgrados relacionados con ciencia y tecnología ha sido muy baja porque, históricamente, han enfrentado obstáculos en su desarrollo.

«Había épocas en que las mujeres ni siquiera podían asistir a universidades o desempeñarse en carreras científicas», indica.

Además, agrega, la población humana está conformada en una proporción aproximada de 50-50 por ciento de hombres y mujeres, por lo que es importante que esa mitad no quede desplazada de la ciencia y la tecnología.

«La riqueza es que haya más personas dedicadas a la ciencia y, en general, las mujeres podemos tener aproximaciones distintas a las de los hombres», sostiene Ruiz.

Cambios culturales
Para Buquet, coautora del estudio «Presencia de Mujeres y Hombres en la UNAM: Una Radiografía», lo importante sería disminuir una distribución desigual del conocimiento.

«Sería mucho mejor para cualquier sociedad tener más mujeres especializadas en ingeniería, por ejemplo, y más hombres especializados en enfermería», afirma.

«Esto permitiría que los espacios, las actividades y los conocimientos dejen de ser exclusivos de uno u otro sexo».
Esto, agrega, requiere una transformación de orden cultural, del imaginario colectivo, pues las acciones que tomen las universidades no pueden hacerlo por sí solas.

«Mientras los seres humanos nos sigamos construyendo de esa manera tan diferenciada, donde las mujeres están apegadas al modelo de la feminidad y los hombres al de la masculinidad, difícilmente con acciones institucionales se podrá modificar la orientación vocacional de la gente», subraya.

La idea, dice la especialista, es que las mujeres se incorporen al trabajo remunerado en las mismas condiciones que al trabajo doméstico.

El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que hasta octubre de 2009 tenía registrados a 27 mil 602 becarios nacionales en maestría y doctorado, 47 por ciento de los cuales eran mujeres, reconoce que es necesario crear convocatorias especialmente dirigidas a las estudiantes que deseen estudiar un posgrado.

«El reto es enfocar convocatorias específicas para fortalecer aun más la presencia de mujeres en áreas donde el género femenino no es representativo», indica Ana Hilda Gómez Torres, directora de Planeación de Conacyt.

Luchar entre iguales
Mariana Hernández Bojórquez tiene 30 años, es casada y le falta un semestre para terminar su doctorado en Física en la Escuela Superior de Física y Matemáticas del Instituto Politécnico Nacional.

Aunque en esta área hay pocas mujeres, no ha sido discriminada, pero ha tenido que esforzarse mucho.
«Las cosas no son fáciles, las puertas tampoco se han abierto automáticamente porque soy mujer; he competido entre iguales y la competencia es dura», dice.

«Hay que dedicarle mucho tiempo y esfuerzo; se puede, si estás convencida de lo que quieres».

Gracias a una buena organización, ella ha podido combinar su vida familiar con sus estudios y su trabajo en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, donde da tratamientos de radiación a patologías cerebrales.

Desde 2009, Mariana es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Mientras crece su hijo
A sus 31 años, Andreé Bojalil combina sus estudios de doctorado en Estudios Antropológicos en la Universidad Iberoamericana, sus dos días de clase de Historia del Arte que imparte ahí mismo, y su rol como esposa y madre.

«Desde que estaba en la licenciatura, sabía que, para tener una carrera académica y hacer investigación, el doctorado era un requisito indispensable», indica.

«Como mi hijo tiene 4 años, no es fácil hacer trabajo de campo, por eso seguí estudiando para que, cuando esté más grande, pueda seguir desarrollándome profesionalmente».

Además de una buena organización y planes académicos a su medida, Andreé he tenido el apoyo su familia.
«Mi esposo me apoya incondicionalmente, jamás me ha dicho que no trabaje o no estudie».

Para ella, es básico continuar su carrera académica sin descuidar a su familia.

«Procuro estudiar cuando mi hijo está en la escuela», asegura.

Mamá de día, científica de noche
Este año, Juanita Romero se mudó, con su esposo y dos hijos, a Chicago para iniciar una estancia posdoctoral en la Universidad de Northwestern, como beneficiaria de las Becas Mujeres del Instituto de Ciencia y Tecnología del DF.

«Me dieron 15 por ciento más por mi niño de tres años y tuve una prórroga de un semestre por mi bebé que nació en noviembre», dice.

«Es un proceso difícil y largo, pero es algo que tenía planeado desde que estaba en la universidad».

Su esposo, que es contador, la ayuda en el cuidado de los niños y de la casa.

«Su apoyo ha sido fundamental; ahora pidió permiso, aunque quizá deba buscar otro empleo cuando regresemos», indica la doctora de 37 años.

Para combinar su trabajo en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, las clases que daba en el Tecnológico de Monterrey campus Ciudad de México, sus estudios y su vida familiar, Juanita usaba sus tardes para ser mamá, y las noches y madrugadas para hacer investigación.

«Lo importante es mantener la disciplina en el estudio y el trabajo», recomienda.

La licenciatura no basta
Tenía 24 años cuando se casó, 27 cuando terminó su doctorado en Ciencias Químicas y hoy, a los 33, es investigadora del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.

Carmen Ortega, originaria de Tulancingo, Hidalgo, siempre supo que hacer un doctorado era fundamental para su vida profesional.

«Para hacer investigación, el doctorado y el posdoctorado cada vez se exigen más; si sólo me hubiese quedado con la carrera, quizá estaría haciendo puras mediciones», indica la becaria del programa de Becas para Mujeres Jóvenes Científicas L’Oréal-Unesco-AMC.

Aunque enfrentó presión familiar, fue firme en su decisión de seguir estudiando.

«Querían que me regresara a Hidalgo y, aunque desde la carrera estuve becada, había algo de presión en la parte económica, sobre todo en la transición, en lo que metes papeles y te aceptan», dice.

Planea tener hijos, pues considera que no es tan difícil compaginar la vida personal con la académica, porque hay apoyos económicos de diversas instituciones.

Apoyan a científicas jóvenes
Para equilibrar la participación femenina en ciencia y tecnología, la Academia Mexicana de Ciencias impulsa las Becas para las Mujeres en la Ciencia L’Oréal-UNESCO-AMC.

«Las mujeres tenemos mayor responsabilidad en la familia y se ha visto que, en las etapas de maternidad, hay rezagos en la producción en ciencia», dice Rosaura Ruiz, presidenta de la AMC.

«La idea es estimular su participación en las ciencias exactas y naturales, porque, históricamente, ha sido menor que la masculina».

Son para científicas menores de 40 años, con doctorado, y se les otorgan 100 mil pesos. Informes: www.amc.unam.mx.

Becas con perspectiva de género
Ayudar a que más mujeres realicen posgrados en ciencia y tecnología es el objetivo de las becas Mujeres ICyTDF.

«Si se embarazan, les damos un semestre más de beca, porque el trabajo de doctorado es muy demandante», explica Esther Orozco, directora del ICyTDF.

«Y, a las mujeres que tienen hijos menores de 15 años, les damos 15 por ciento más, para que paguen una guardería o a alguien que se los cuide».

Desde 2008, el instituto ha dado 99 becas a mujeres; 31 de ellas han recibido el apoyo de 15 por ciento más. La próxima convocatoria abre en marzo. Informes: www.icyt.df.gob.mx.


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