Milenio Diario
25 de mayo de 2009
Rosario Robles
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Política
En días pasados fue presentado con bombo y platillo el mapa del genoma del mexicano. En un evento celebrado en Los Pinos, el Presidente fue el encargado de pulsar la tecla que colocó esta información en internet, en una ceremonia que, en gran medida, se utilizó para renovar los aires en medio de tanto virus, el de la influenza, pero también el de la delincuencia y la crisis. Este importantísimo avance es producto de la investigación de 100 científicos mexicanos encabezados por Gerardo Jiménez, director del Inmegen, pero que (justo es decirlo) hubiera sido imposible sin la participación decidida de legisladores de PRI y PRD que, en abril de 2004, dieron una batalla importantísima para crear el onceavo instituto de salud, el de medicina genómica, con facultades y atribuciones que a la postre permitieron dar este primer paso. Por eso llama la atención que en el mensaje presidencial no se haya reconocido que esta visión libertaria y progresista, ajena a todo prejuicio o fanatismo religioso, es la que permitió que en nuestro país se destinaran recursos para la investigación genómica. Que en una visión autocrítica se hubiera mencionado que el derecho a la libertad de investigación no puede coartarse y que ese evento presidido por él era la prueba clara de que su partido se había equivocado rotundamente al querer frenar la aprobación del decreto que adicionaba una fracción V bis y un artículo 7 bis a la Ley de Institutos Nacionales de Salud. Porque ésa es la verdadera historia. En aquella ocasión, los secretarios de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados (de manera especial la diputada neoleonesa Cristina Díaz) tuvieron que convocar para discutir el tema ante la negativa de hacerlo de quién en ese momento la presidía, el entonces diputado panista José Ángel Córdova Villalobos. El debate que se dio en la sesión plenaria es una perla. Una muestra clara de las posiciones que la derecha conservadora mantiene frente a estos temas y también de la defensa que hicieron diputados priistas y perredistas del Estado laico y la libertad. Recordar esa discusión no tiene desperdicio porque después de unos años ha quedado demostrado que si se hubiera dado paso a la postura blanquiazul hoy no se tendrían estos avances.
En aquella ocasión, el hoy secretario de Salud argumentó que “no se justifica apoyar un bien teórico con el sacrificio de miles de vidas” y, junto con su bancada, propuso incorporar un párrafo (que había sido eliminado por los senadores) cuya pretensión era prohibir la investigación científica en torno al genoma a partir de criterios dogmáticos y religiosos. Introduciendo un falso debate, los diputados del PAN quisieron colocar en el mismo plano (y como si fuera lo mismo) a la clonación terapéutica con la reproductiva, cuando son muy distintas. De hecho, el dictamen propuesto se acogía a las recomendaciones de la ONU y de científicos de todo el mundo en el sentido de rechazar los experimentos de clonación reproductiva pero permitir los estudios de células troncales para elaborar terapias de regeneración de tejidos, para prevenir enfermedades como la diabetes, cáncer o Alzheimer y ahorrarle al Estado la inversión de grandes cantidades en el tratamiento de las mismas. Afortunadamente, como lo señalaron los mil 700 científicos agrupados en la Academia Mexicana de las Ciencias prevaleció el derecho de la comunidad científica de investigar al margen de fanatismos, lo que permite hoy al Presidente informar a México y al mundo entero que ya contamos con este adelanto que nos coloca a la vanguardia en muchos sentidos. Una vez más, la visión oscurantista fue derrotada y con ella la ignorancia, de la misma manera que lo ha sido en temas como el aborto o el de las sociedades de convivencia. Por eso vale la pena recordar lo que en aquel momento dijo la diputada perredista Socorro Díaz. Al argumentar su voto a favor, y parafraseando a Santo Tomás Aquino, señaló: “lo moral es personal y a cada uno obliga, mientras que la ley es general y a todos nos obliga. Nadie tiene derecho a convertir en ley su personal y respetable moral”. Así de simple.