Siempre!
1 de marzo de 2009
Bernardo González Solano
Bicentenario de su nacimiento
Si el próximo bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana apenas han motivado escuetos anuncios —desorganizados y mezquinos— por parte de la sociedad y el gobierno mexicanos, malamente podría esperarse que la prensa nacional dedicara mayor atención al bicentenario del nacimiento de Charles Darwin y al sesquicentenario de la primera edición de su clásico libro El origen de las especies.
A no ser por la serie de eventos que la UNAM organizó hace pocos días y que se desarrollarán a lo largo del Año de la Evolución, estas efemérides hubieran pasado inadvertidas. En México interesan otras cuestiones, truculentas la mayoría. Así nos va.
Esto no significa que en todas partes suceda lo mismo. Sólo por decir algo: en julio de 2008, ciento cincuenta años después de la primera comunicación pública de Charles Darwin a propósito de su teoría de la evolución por selección natural, dieciséis biólogos se reunieron en Altenberg, Austria, con el objetivo de formalizar un nuevo cuadro teórico en biología de la evolución. Bautizaron a la reunión “síntesis extendida”, en referencia a la “teoría sintética de la evolución”, que domina sobre la materia desde 1940.
Para estos biólogos se trata, en concreto, de sobrepasar un marco que se ha vuelto muy estrecho, aunque, eso sí, continuarán siendo fieles al aporte fundador del naturalista inglés.
Aparte, a diferencia de lo que sucede en México, algo ha de importar al público en general, el hecho de que una página web (darwin-online.org.uk) creada por John Van Wyhe, historiador de la ciencia de la Universidad de Cambridge, apenas en 2006, ha recibido más de 50 millones de visitas para enterarse más de la vida y obra (y sus consecuencias) de Charles Darwin que nació hace 200 años, el 12 de febrero de 1809, en Shrewsburg, Inglaterra y que hace 150 años, el 24 de noviembre de 1859, publicó su libro fundamental: On the origin of species by means of natural selection, or the preservation of favoured races in the struggle for life, que en castellano se conoce popularmente como El origen de las especies.
Autor de éxito
Los mil 250 ejemplares de la primera edición se vendieron en pocos días. En sus siguientes 23 y últimos años (murió el 19 de abril de 1882, en su casa de Downe, Kent), se imprimieron otras seis ediciones en inglés (una en Estados Unidos), así como varias traducciones: la primera, en alemán, 1860 que en reimpresiones posteriores el propio Darwin tuvo que corregir; francés, 1862, traducida de la tercera edición inglesa; rusa, 1864, traducida de la edición estadounidense y de la versión alemana; italiana, 1865, que fue muy criticada por los antievolucionistas; danesa, 1872, y otras, incluyendo la española.
De los 17 libros que escribió Darwin, resaltan Diario del Beagle (1839) que acaba de ser editado en una traducción de Juan Mateos con un titulo a lo Julio Verne: Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo, por Editorial Espasa Calpe, Madrid, en volumen de 504 páginas a un costo de 26 euros. La Autobiografía (con infinidad de ediciones) y, 12 años después de la obra cumbre, en 1871, en otro gran libro, The Descent of Man (El origen del hombre), Darwin aplicó a los seres humanos las lecciones del primero, despojándolo del lugar privilegiado en la naturaleza que hasta entonces el propio hombre se había adjudicado.
El naturalista inglés fue autor de gran éxito. Quizás por eso, por las envidias de propios y extraños, a Darwin se le declaró “el hombre más peligroso de Inglaterra”. De hecho, iniciar con un libro suyo una era del pensamiento humano no fue cualquier cosa. El trabajo de Darwin, junto con Revolutionibus (1543) del polaco Nicolás Copérnico, fundador de la astronomía moderna, y Philosophiae naturalis principia matemática (1687) de Isaac Newton, forma parte de los mayores cambios de paradigmas científicos desde el mundo clásico a la modernidad.
Evolución versus creacionismo
Desde que apareció, la obra darwiniana dio que pensar a científicos, políticos y filósofos y, sobre todo, muchos dolores de cabeza a todas las iglesias, su talón de Aquiles.
El origen de las especies fue impopular porque, especialmente, contradecía la teología natural, cuya obra de cabecera en Inglaterra era el libro del clérigo William Paley.
Aunque la palabra evolución no aparece en El origen de las especies, sí está claramente la idea. Tampoco habla de que el hombre comparte un antepasado con los simios. Lo que sí hizo Darwin fue explicar sobre todo que la adaptación provoca la variedad y la complejidad estructural.
Así las cosas, doscientos años después del nacimiento del hombre que manifestó que las especies se transforman en otras gracias a la selección natural sin ninguna intervención divina, hay que enfrentarse con el hecho de que, en Estados Unidos —la que se considera la nación científicamente más avanzada del planeta—, el 48% de sus habitantes cree que el hombre fue creado directamente por Dios en los últimos 10 mil años, según una encuesta de PloS Biology, una revista científica de prestigio.
Al respecto Tim Berra, profesor emérito de evolución de la Universidad de Ohio, afirma: “Es realmente frustrante y desmoralizador comprobar que la mitad de los estadounidenses no aceptan la evolución”.
A su vez, la ex candidata a la vicepresidencia la gobernadora de Alaska, Sarah Pailin, ferviente militante de una secta protestante, recomendó en 2006 que el creacionismo debería enseñarse en las escuelas como un punto de vista alternativo a la evolución “al ser importante un debate saludable”, según lo publicó la revista Nature.
Para que no haya duda al respecto, el Diccionario de la Real Academia Española explica la palabra creacionismo: “Biol. Doctrina que en contraposición a la teoría de la evolución, defiende que cada una de las especies es el resultado de un acto particular de creación.// Fil. y Rel. Teoría según la cual Dios creó al mundo de la nada e interviene directamente en la creación del alma humana en el momento de la concepción”.
La discusión entre evolucionistas y creacionistas no se reduce al territorio de Estados Unidoas.
Según un sondeo reciente del instituto demoscópico ComRes de Inglaterra, publicado el 1 de febrero del presente año por el periódico londinense The Daily Telegraph, más de la mitad de los británicos cree que la teoría de la evolución no puede explicar la complejidad de la vida en la Tierra, y tiene que haber intervenido un “diseñador” inteligente, frente a un 40% que opina lo contrario.
El sondeo, que revela que uno de cada tres ciudadanos cree que Dios creó el mundo en los diez mil últimos años, sin duda revivirá en el Reino Unido el viejo debate en torno a la evolución y al llamado creacionismo como lo ha hecho en la Unión Americana.
En este sentido, el biólogo evolucionista y profesor ateo, Richard Dawkins comentó a propósito de ese sondeo que demuestra un nivel preocupante de ignorancia científica entre los británicos.
Otra encuesta entre profesores de ciencia ingleses, dice que uno de cada tres cree que debería enseñarse el creacionismo en las clases de esa disciplina, paralelamente a la teoría de la evolución.
Hay consecuencias de ello, Michael Reiss, biólogo y clérigo anglicano, tuvo que renunciar en 2008 de su puesto de director de educación de la Royal Society tras apoyar esa idea.
En este sentido, vale la pena preguntarse cómo andan nuestros maestros, esos sacrificados mentores que todos los días se desloman por prepararse para enseñar en forma moderna a sus alumnos.
Opiniones
En uno de los pocos actos conmemorativos de Darwin, la científica y universitaria Rosaura Ruiz —secretaria de Desarrollo Institucional de la Universidad Nacional Autónoma de México y presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias— dijo: “La teoría limita todo argumento creacionista de la familia hasta la elección de las preferencias sexuales… La teoría de la evolución es un conocimiento al que todo ser humano tiene derecho acceder por lo que es fundamental fortalecer su educación por encima de toda creencia religiosa… Negar este proceso biológico sería como argumentar que la Tierra no es redonda y que no hay duda de que uno de los conocimientos más importantes de la historia de la humanidad… Por eso hay que fortalecer este conocimiento en todos los niveles educativos del país… Hemos realizado estudios que evidencian que existen serias deficiencias en la enseñanza de la evolución en nivel básico y medio superior. Existen profesores que simplemente eluden el tema, ya sea por falta de preparación o por razones de carácter religioso”.
No sólo por el valor de sus teorías vale la pena leer a Darwin, sino, como dice Antonio Muñoz Molina, en su ensayo “El mejor de todos los viajes”: “No creo que hubiera habido desde Herodoto un viajero tan curioso como Charles Darwin. A Darwin le interesa todo, se fija en todo, lo describe todo. La riqueza del mundo se despliega ante él como una catarata de tesoros que no se acaban nunca… las palabras de Darwin tienen la precisión de la poesía y de la ciencia. Con cada una de sus observaciones infinitesimales estaba tanteando, construyendo sin saberlo aún, la teoría de la evolución, la trama de novela más colosal y verdadera que nadie ha inventado nunca”.
Y, como dice José Manuel Sánchez Ron, catedrático de historia de la ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid: “Recordar a Darwin es más que un acto festivo: constituye un homenaje a la ambición y el rigor intelectual, el poder de nuestra mente para comprender el mundo. Y también es un ejemplo de que la investigación científica no tiene por qué ser ajena a atributos humanos como son el amor a la familia, la decencia, la discreción o el ansia de justicia. La biografía de Darwin —un hombre que llevó a cabo un largo y complejo camino que le llevó a consecuencias que no había previsto y que le obligaron a desprenderse en un doloroso proceso de las creencias religiosas en que había sido educado— está repleta de todo esto”.