Reforma a Pemex, al gusto del PRI

Excélsior
21 de julio de 2008
Leticia Robles de la Rosa

La reforma a Petróleos Mexicanos está a punto de concretarse pero no a partir del modelo propuesto por Acción Nacional sino desde la visión del Partido Revolucionario Institucional

De hecho la columna vertebral de la iniciativa oficial constituida por las refinerías de maquila, ductos y almacenamiento propiedad de la iniciativa privada no logró los consensos en el tricolor

Mientras que los contratos incentivados para regular la relación de Pemex con los particulares serán acotados para acabar con las simulaciones en la industria petrolera nacional quitarles la discrecionalidad y frenar el contratismo de la paraestatal

En entrevista con Excélsior el senador priista Francisco Labastida Ochoa uno de los responsables de la negociación política sobre el futuro de Pemex aseguró además que las opciones para solucionar el problema de la refinación de gasolina en México desde la perspectiva del PRI son tres industrias espejo o paraestatales con capital ciento por ciento nacional empresas filiales y un modelo similar a lo que ocurre ahora pero bien hecho.

Juan Bueno Torio senador y uno de los encargados de la negociación por parte del PAN considera que no es necesario crear más empresas estatales en todo caso que lo haga directamente PEMEX.

Las negociaciones entre el PRI y el PAN entran a una etapa decisiva a partir de esta semana porque el Revolucionario Institucional ha concluido sus negociaciones internas para elaborar su iniciativa que también toma en cuenta el debate petrolero en el Senado que concluye mañana A 70 días de iniciados los foros los expertos vencieron las posiciones extremas de la izquierda y la derecha pues todos los participantes coincidieron en la urgencia de la reforma.

La derrota de los extremos de la derecha y la izquierda, el triunfo del PRI, la división en el PAN y el avance del ala moderada del PRD sobre la posición del «no a todo» esgrimida por Andrés Manuel López Obrador constituyen los saldos del debate petrolero en el Senado de la República.

La discusión sobre el futuro de Petróleos Mexicanos (Pemex), que nació en medio de una pugna interna en el perredismo y entre éste y el PAN -que semiparalizó el Congreso de la Unión- concluye rodeada de un escándalo mediático por sospechas de espionaje hacia el Legislativo y pleitos en internos en Acción Nacional.

Hasta hoy, el debate ha convocado a 154 políticos, ingenieros, economistas, abogados, embajadores, ex servidores públicos y funcionarios de Hacienda y Pemex; mañana participan los ocho últimos, para sumar un total de 162 ponentes.

De los 154 que ya fijaron su posición, 99 consideraron perfectible la iniciativa del presidente Felipe Calderón, la tomaron como punto de partida o la respaldaron abiertamente; 54 la rechazaron por considerarla privatizadora, inconstitucional o hasta una «traición a la patria».

Sólo el auditor superior de la Federación, Arturo González de Aragón, no hizo referencia alguna a la iniciativa presidencial, pues se centró en mostrar el nivel de corrupción que hay en Pemex.

El PRI logró que las posiciones fijadas por sus líderes -entre ellos Manlio Fabio Beltrones y Francisco Labastida- convocarán el mayor consenso.

Estos priistas, desde el 9 de abril, un día después de presentada la propuesta oficial, anunciaron que iban a hacerle «cirugía mayor» a la iniciativa, porque tenía visos de inconstitucionalidad y porque el tricolor no está de acuerdo en que los particulares sean dueños de refinerías y ductos, entre otros puntos.

Otra victoria que se apuntó fue la de ser el primer partido que habló abiertamente de la urgencia de reformar Pemex. En agosto de 2006 Francisco Labastida lo ilustró así: «Hagamos de cuenta que vamos en un avión que no puede cambiar su rumbo y va directo a estrellarse a un cerro; tenemos que hacer algo para que ese avión pueda cambiar el rumbo».

Para los priistas, lo fundamental es modificar la situación de la petrolera mexicana, de acuerdo con su líder en el Senado, Manlio Fabio Beltrones: «Los riesgos políticos son inherentes a cualquier decisión de avanzada, pero como político y como mexicano con responsabilidad, creo que los riesgos mayores están en no hacer nada (…) hay quienes piensan que las cosas deben seguir igual; hay quienes creen que solamente pueden cambiar si todo se privatiza y hay quienes estamos convencidos de que hay que buscar fórmulas intermedias que no radicalicen el debate y que se aprovechen las coyunturas que se presentan en el mundo».

Y a lo largo de los 70 días que duró el debate petrolero, 95% de los participantes coincidieron en que la situación en Pemex es crítica.

El debate también sirvió para refrendar la posición del tricolor sobre la iniciativa presidencial en cuanto a su presunta inconstitucionalidad, como sucedió el 22 de mayo.

Ese día, que era la segunda mesa de juristas, quienes respaldaban la reforma debieron aceptar que algunas de sus aristas pueden generar un problema de inconstitucionalidad (como ocurrió con Miguel Carbonell y Héctor Fix), aunque quienes estaban en contra admitieron que no toda la reforma es negativa, como le sucedió a Sergio García Ramírez y Luis Javier Garrido.

O como ocurrió el 10 de julio, cuando se debatió el esquema de adquisiciones para Pemex. Ese día la propuesta presidencial registró el mayor número de críticas, pues aun quienes apoyaron cierto involucramiento del sector privado detallaron riesgos, dudas y temores por las imprecisiones y laxitud de la propuesta federal.

Otra coincidencia ocurrió un mes antes, cuando el tema fue la refinación. En esa ocasión, hasta uno de los invitados del PRD se sumó al consenso de que el sector privado sí puede y debe participar en Pemex, pero no debe convertirse en dueña de las refinerías.

El 5 de junio se registró algo similar, cuando la mayoría de los participantes fijó como prioridad un pacto bilateral con Estados Unidos para la explotación de los yacimientos transfronterizos en alta mar.

Incluso la conclusión general del debate petrolero le es favorable a la posición priista, pues el balance es que la iniciativa presidencial es un punto de partida perfectible, insuficiente o poco preciso en algunos aspectos, pero indudablemente es necesario emprender la reforma.

El perredista Pablo Gómez resumió este consenso en la sesión del 15 de julio: «Estos debates han dado una cantidad de material muy bueno para construir un acuerdo. Y nos han deprimido profundamente, porque la situación de la industria petrolera es mucho peor de lo que yo sabía.

«Los que están a favor y los que están en contra de la iniciativa de Calderón, todos coinciden que la situación es muy mala.

«Cuando hay una enfermedad muy larga, lo que hay que hacer es utilizar instrumentos no para medio-curar a alguien, sino para estar ciertos de que vamos hacia la superación», explicó.

Instalado en una posición del ‘no a todo’ para evitar que el gobierno de Felipe Calderón logre la reforma a Pemex, Andrés Manuel López Obrador perdió con los debates petroleros. En ellos, la posición preponderante fue que la reforma a la paraestatal es urgente y que las fuerzas políticas del país están dispuestas a construirla de manera conjunta.

López Obrador repite que su posición ganó en el debate petrolero, pero los números lo contradicen: 99 ponentes estuvieron de acuerdo en emprender una reforma a Pemex a partir de la iniciativa presidencial, y sólo 54 rechazaron tal propuesta.

ROSAURA RUIZ, por ejemplo, es militante de la izquierda, pero en su participación en los foros acudió como presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias y evitó descalificar la iniciativa federal. Se circunscribió a plantear las propuestas hechas por los científicos que representa.

Hasta uno de sus más cercanos colaboradores, Manuel Camacho Solís, mostró su disposición a negociar la reforma y propuso un diálogo a partir de perder el miedo a ponerse de acuerdo.

Francisco Garaicoechea, líder del grupo Constitución de 1917, formado por jubilados de Pemex que representan el principal sostén técnico de los opositores a la reforma de Pemex, admitió el 2 de julio que la iniciativa presidencial no es del todo negativa.

Consideró que la propuesta en materia de regulación de hidrocarburos es inadmisible; sin embargo, no la descalificó del todo. «Estamos seguros que, enriquecida con el análisis que continuará, puede convertirse en una palanca para un crecimiento más acelerado.

«Si esta soberanía considera cambiar las atribuciones y fortalecer al regulador del sector, dándole autonomía, puede estar segura que se generarán los beneficios que merecen los mexicanos», destacó.

Fabio Barbosa, quien el 5 de junio aseguró que no existe el «efecto popote» en los yacimientos transfronterizos, porque no hay tubos de extracción de crudo en forma de ‘L’, debió aceptar que sí existe el robo de petróleo, como efecto del cambio de presión; es decir, si se extrae de un solo lado, el que está del otro se traslada hacia el terreno que se vacía.

Durante sus primeras concentraciones públicas de este año, López Obrador aseguró que la reforma a Pemex no es urgente, que el gobierno de Calderón aceleraba los tiempos porque tenía el compromiso con Estados Unidos para entregarle el petróleo mexicano y minimizó los problemas de la empresa.

«Sin ninguna justificación, el gobierno usurpador ahora pretende privatizar el petróleo. (…) Aquí quiero dejar en claro que la socorrida autonomía de gestión para que un consejo de administración ‘profesional’ decida, supuestamente con independencia, el futuro de Pemex, es privatización.

«Si se entrega la renta petrolera a particulares, nacionales y extranjeros, no habrá forma de mejorar las condiciones de vida del pueblo y se estaría cancelando la posibilidad de transformar a México por la vía pacífica», dijo el 24 de febrero.

«Las reservas más grandes de petróleo no están en las aguas profundas, sino en tierra y en aguas someras del Golfo de México. Usan el pretexto de las aguas profundas, junto con la vacilada del «efecto popote», para tratar de justificar la reforma y permitir la asociación con empresas extranjeras», aseveró el 18 de marzo.

Pero López Obrador no logró convencer que la reforma no es urgente. Por el contrario, en los últimos foros hasta los perredistas admitieron públicamente que sí lo es y que la autonomía de gestión no es privatización.

Otro punto en el que no prevaleció su postura fue el de negarse a cualquier posibilidad de diálogo entre las fuerzas políticas, a fin de no facilitar la reforma petrolera. El PRD ya aceptó dialogar con el PRI y el PAN para rescatar a Pemex, y Camacho Solís propuso el diálogo.

Aunque asegura que el debate petrolero fue producto de su movilización en defensa del petróleo y la toma de tribunas del Congreso, la historia lo desmiente: el debate ya se negociaba antes de la toma.

El balance desfavorable que enfrenta López Obrador tras la discusión, sin embargo, no cancela sus acciones para frenar la reforma.

El principal perdedor tras los debates es Santiago Creel Miranda, depuesto coordinador de los senadores del PAN.

Creel llegó al debate como el hombre que logró en el Senado lo que no pudo como secretario de Gobernación el sexenio pasado: sacar reformas importantes, aunque en ello, el PRI fue decisivo.

Entre 2000 y 2006, el priismo en el Congreso no tuvo intención alguna de procesar reformas para apuntalar al gobierno de Vicente Fox; a partir de 2006, el PRI asumió otra posición y ello permitió al panismo sacar la Ley del ISSSTE, renovar el sistema de justicia y seguridad y el de hacienda, entre otros cambios.

Santiago Creel, como senador coordinador de los panistas, encabezó las negociaciones para esas reformas.

La polarización en el tema petrolero, que comenzó a mostrarse en enero, provocó un comienzo tenso de la discusión formal de la iniciativa en el Congreso, al grado de que la decisión de López Obrador de frenar a toda costa la propuesta presidencial llevó a sus legisladores a tomar las tribunas de ambas cámaras.

Excélsior reconstruyó el 27 de abril cómo Creel debió negociar con Carlos Navarrete (su homólogo perredista) la entrega de las tribunas, a partir de alargar el tiempo del debate petrolero, que ya se negociaba antes de la toma.

Pero aun cuando destrabó el conflicto, Creel fue objeto de críticas de los panistas, y desde el principio de los debates fue señalado como el responsable del poco éxito de la iniciativa presidencial.

Este diario difundió el 9 de junio que, luego de ocho foros, una primera evaluación por parte del gobierno y legisladores panistas era que el debate lo ganaba la izquierda, con el apoyo de la Agencia de Noticias del PRD en el Senado.

Para los panistas el problema se centraba en que el gobierno federal quería controlarlo todo y eso les impedía tener un papel más activo, y hubo legisladores que vieron a Creel, su coordinador, poco atento al tema.

Para autoridades de Pemex, Secretaría de Energía y de Hacienda, el problema es que los legisladores carecen de una estrategia para promover sus temas y enfoques.

Ese mismo lunes 9, por la noche, se conoció la decisión de Germán Martínez, líder nacional del PAN, de quitar a Creel la coordinación de los senadores.

En los círculos panistas se afirmó que la salida de Creel se debió a su errático trabajo y a que cedió ante el PRD que la reforma no saliera antes de septiembre, al aceptar que ningún tema que no tuviera consenso de las tres principales fuerzas políticas entrara en un periodo extraordinario.

Creel esperó un mes para hacer pública su versión. Aseguró que su salida se debió a tres razones: el pleito con las televisoras, la reforma de Pemex y una supuesta rebelión de senadores en su contra.

La versión fue desmentida por Germán Martínez y Creel respondió que el mentiroso es su líder e incluso responsabilizó a Felipe Calderón de su salida de la coordinación.

Así, el saldo del debate para el PAN, como partido, fue negativo.

En el rubro de las derrotas está colocada la iniciativa de Pemex propuesta por Felipe Calderón, porque si bien logró el respaldo sobre la urgencia del cambio, no pudo convencer sobre su columna vertebral: la participación del sector privado en refinación, ductos y almacenamiento.

Principalmente de la mano del PRI, las modificaciones a la iniciativa presidencial descartarán la posibilidad de que los particulares puedan ser dueños de refinerías, ductos y almacenes de crudo.

Así, la histórica posición panista de privatizar Pemex, que ahora sólo se había quedado en una mayor participación del sector privado, fue frenada principalmente por el PRI, que ya diseña una nueva iniciativa en la cual serán empresas estatales las que se hagan cargo de esas actividades.

Ciertamente 99 participantes no reprobaron la iniciativa, pero 80% de ellos presentó propuestas de modificaciones por diversos motivos; es decir, aunque convenció de su urgencia, no logró el consenso en sus términos particulares.

Los hombres de Calderón tampoco lograron el pacto de que la reforma se aprobara antes de septiembre.

Pero además de la derrota de la iniciativa, el debate petrolero evidenció las pugnas que existen entre el director general de Pemex, Jesús Reyes Heroles, y la secretaria de Energía, Georgina Kessel, quien sólo envió a uno de sus subsecretarios a defender la iniciativa, mientras que por parte de Hacienda fueron todos, hasta su titular, y de Pemex acudieron sus principales directivos, y Reyes Heroles hasta como público.

No obstante, Felipe Calderón obtuvo un triunfo: colocar en la agenda nacional, en calidad de prioridad, la reforma petrolera, aunque en ello, más que el trabajo de su equipo, fue decisivo el PRI, que seguirá siendo fundamental en el nuevo momento al que ha entrado la discusión.

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