A Ciencia cierta
10 de mayo de 2005
Esther Orozco*
Es cierto que la ciencia y la tecnología son importantes para la competitividad industrial del país, pero repetirlo se volvió un lugar común. Lograr que los políticos implementen acciones para promover su desarrollo son tareas mayores e inalcanzadas, como otras promesas, por esta administración.
Traer a colación que los objetivos de la ciencia no se reducen a la generación de cosas vendibles se mira como herejía en tiempos en que se pretende que la ciencia atienda sólo razones mercantiles. Pero nuestro país necesita que la ciencia, la tecnología y la educación sean herramientas para enfrentar el futuro. No la ciencia y la tecnología en abstracto, sino las que respondan a nuestras necesidades culturales, sociales y económicas. Se requiere una ciencia capaz de ayudar a consolidar una sociedad humanizada que analice, cuestione y proponga caminos nuevos para ser mejor. Para ello, más allá de los dineros, urge una política científica con objetivos claros.
Nuestra sociedad, sin ser gran productora de conocimiento ni tecnología, está marcada por el uso excesivo de la tecnología. La ciencia ha sido víctima de este abuso y está perdiendo espacios. Se le ha impuesto la utilidad mercantil como único fin. Cierto, ciencia y tecnología se complementan. Los descubrimientos permiten el desarrollo de tecnologías y éstos el desarrollo económico. Los hallazgos de la lectura del genoma humano, las células madre, la clonación de mamíferos, por ejemplo, no se hubieran hecho sin la alta tecnología. Pero sus campos de acción y sus objetivos son distintos. La tecnología tiene que ver con la forma de generar objetos útiles. La ciencia, con el saber cierto de los principios y causas de lo que sucede en la naturaleza. Sólo como proveedora de datos para producir cosas, promueve la formación de una masa humana consumista y acientífica y pierde su influencia en la sociedad.
Las tareas de la ciencia son producir, reproducir y transmitir conocimiento, crear cultura y proveernos de una manera de percibir el mundo. Aunque su visión no es total y es necesario mirar la realidad desde otros ángulos, nos da elementos para comprender quiénes y cómo somos, y para pensar y construir modelos que nos ayudan en la vida cotidiana. Un país sin ciencia ni con-ciencia para cumplir estas tareas carece de futuro. Es misión de los científicos generar y transmitir, no sólo conocimiento, sino la cultura científica a la gente con la ayuda de los medios de comunicación.
¿Podremos darle rumbo e impulso diferentes a la ciencia y tecnología mexicanas? La esperanza está puesta en el 2006. Porque Conacyt ha privilegiado la entrega de recursos a empresas privadas, sin informar a cuáles, ni cuánto, ni para qué. Hacienda asumirá una deuda de 170 millones de pesos proveniente de 32 empresas que recibieron fondos en el pasado para proyectos de investigación que fracasaron. Se deben conocer las causas de los fracasos para no repetir los errores.
No es legítimo que, a pesar del incremento que dio la Cámara de Diputados al Conacyt, las instituciones de educación e investigación científica padezcan penurias y los buenos estudiantes no tengan becas para hacer sus tesis (cómo en el caso de algunos estudiantes del Cinvestav IPN), mientras el dinero público se otorga, sin informar, a quienes no sabemos qué ciencia hacen, con cuántos científicos cuentan y a quiénes benefician sus resultados. ¿Es legal la transferencia de fondos públicos a empresas privadas?
*Integrante de la Academia Mexicana de Ciencias
esther@cinvestav.mx