A Ciencia cierta
2 de agosto de 2005
Miguel A. Méndez-Rojas*
7:52 AM. Una caravana lentísima de automóviles avanzando centímetro a centímetro la calle con rumbo, para algunos, a la entrada sur de la universidad, para los demás, hacia San Pedro Cholula. El reloj imparable, el tiempo inconteniblemente avanzando, siempre en línea recta… siempre hacia adelante. Súbitamente aparece una ráfaga acelerada rebasando por la derecha, en sentido opuesto a la circulación: una camioneta roja que ha decidido que esos últimos minutos antes de que la clase inicie pueden ser de alguna manera detenidos, tal vez incluso modificados para que avancen hacia atrás, hacia un pasado inmediato. Todo se vale con tal de llegar a tiempo, ganar el último espacio en el estacionamiento, ponerse al frente de la caravana de impacientes conductores. Se vale meterse por la fuerza frente a algunos de los otros automóviles esperando; incluso, se vale viajar en el tiempo.
¿Es posible el viaje en el tiempo? Esta pregunta ha sido abordada no sólo por científicos sino también por escritores, productores de cine e, incluso, fanáticos de fenómenos paranormales que prefieren explicarse así la imaginación de Verne o la creatividad de Da Vinci. ¿Prohíbe la física el viaje en el tiempo? No, aunque no hace que sea sencillo. Experimentos recientes han mostrado que, al menos a nivel de partículas elementales (nivel cuántico) es posible ¡mandar una partícula al pasado! (un pasado de cienmilésimas de segundo).
La teoría de la relatividad especial nos ha permitido descubrir que el tiempo, esa dimensión que se mueve ¡en un solo sentido!, depende del observador. Entre más veloces nos movamos, nuestra percepción del tiempo será diferente a la de un observador estático o que se mueve a velocidades distintas. Todo es relativo al sistema de referencia. Nuestro tiempo pasará más lentamente. Entonces, nuestro conductor de la camioneta roja al acelerar su vehículo se acerca a la realidad de que su tiempo sea más lento que el tiempo de los otros vehículos que permanecemos en la línea. Pero para que la percepción de esta variación sea significativa necesitaría moverse a velocidades cercanas a la de la luz. Y este tráfico no ayuda mucho…
Otra opción podría ser tomar un atajo. Kip S. Thorne, profesor del Tecnológico de California, propuso hace tiempo que existen maneras de movernos en el universo más rápido de lo que la luz lo haría, empleando atajos conocidos como agujeros de gusano, que unen puntos muy distantes del universo. Para ello debes imaginar un universo con una geometría de más de tres dimensiones, complicado de visualizar con los elementos de nuestra experiencia cotidiana. Piensa en el universo como una hoja de papel. Dibuja dos puntos, uno en el extremo superior y otro en el inferior. ¿Cuál es la trayectoria más corta entre los dos puntos? Adivinaste: si doblas la hoja en dos, puedes juntar los dos puntos en un santiamén, y no necesitarás recorrer con ninguna línea el espacio de la hoja en blanco. De forma similar, el universo se dobla sobre sí mismo y, de acuerdo a la teoría de Thorne, probablemente pueda presentar agujeros de gusano, algunos remanentes de los inicios del universo. A nivel cuántico, se ha postulado que pueden existir, pero su duración es tan corta y son tan inestables que se colapsarían antes de que permitieran el paso del hipotético viajero. Nuestro amigo conductor ve frustrada aquí su intención de llegar más temprano a su destino; no existe un agujero de gusano que le lleve directamente al estacionamiento. Tampoco ninguno que le transporte instantáneamente desde la puerta de su casa a la universidad y viceversa (pero se antoja deseable).
Así pues, levántate más temprano. Ten más paciencia con el tráfico. Pero no pongas en peligro la seguridad, la vida y el tiempo de los demás, sólo porque, valga la redundancia, te está comiendo el tiempo.
*Profesor e investigador de la UDLA, Puebla (miguela.mendez@udlap.mx). En este espacio de la Academia Mexicana de Ciencias escriben integrantes de la comunidad científica.