La otra verde, la Selección Mexicana de Biologí­a

eme equis
5 de febrero de 2007
Antimio Cruz/enviado

Lejos de los reflectores, cámaras y micrófonos que atrae por estos dí­as el trabajo de Hugo Sánchez y de la Selección Mexicana de Futbol, otra elite de jóvenes se apresta a enfrentar una competencia internacional. Se trata de la Selección Mexicana de Biologí­a, que integrarán sólo cuatro estudiantes de entre 16 y 18 años, después de un arduo proceso de selección, en cuya etapa final participaron 157 jóvenes de 27 estados.

Tlaxcala, Tlax.( En la primera carta de Pablo a los Corintios una frase dice: ¡Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba y razonaba como niño. Pero cuando me hice hombre, dejé lo que era de niño!. Recordar ese versí­culo es casi natural al ver a los adolescentes de entre 16 y 18 años que, con una seriedad impresionante, diseccionan a una lombriz, compitiendo por una medalla de oro en la 16 Olimpiada Nacional de Biologí­a.

Y es difí­cil no preguntarse si esos seres humanos son niños o si ya son hombres y mujeres. Bajo sus batas blancas abrochadas usan pulseras de estoperoles, tenis con calaveras, copetes al estilo de caricaturas japonesas, jeans deslavados.

Al combinar su imagen y su conducta algo brota en la conciencia de quien los observa y se comprende entonces que son cientí­ficos en potencia. Su pasión y su papel en el laboratorio lo certifican.

En avión, en autobús y en camionetas, los jóvenes competidores han viajado hasta 1,500 kilómetros para llegar a estos laboratorios de la Facultad de Agrobiologí­a de la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT). En este lugar compiten por uno de los cuatro lugares de la Selección Mexicana de Biologí­a que representará al paí­s en julio en Saskatoon, Canadá, donde enfrentarán a jóvenes de potencias cientí­ficas como Alemania, China, Estados Unidos y Japón.

Los laboratorios están rodeados de un espectacular paisaje en el que los volcanes Popocatépetl e Iztaccí­huatl enmarcan a árboles de pirul, cactáceas y muchas hectáreas de tierra barbechada con columnas de humo de la caña de maí­z que ya se quema. Ahí­, los estudiantes razonan como adultos, pero no dejan de cuestionar reglas: ¡Si la semilla no se parte con el material que nos dieron, quiébrala con las muelas!, comentan entre sí­ en el examen de anatomí­a vegetal. Aunque en la puerta hay un letrero grande que dice ¡EN EL LABORATORIO NO INTRODUCIR OBJETO ALGUNO A LA BOCA!.

Y todo en ellos es frontera. Sus cuerpos más crecidos de lo normal, sus incipientes barbas y curvas femeninas se confunden con los chistes infantiles y las carreras por un Frutsi frí­o durante el receso.

¡Ahora que se abrió el Instituto Nacional de Medicina Genómica, a mí­ me gustarí­a ser licenciado en biotecnologí­a genómica. Lo bueno de la biologí­a es que es una ciencia que todaví­a no está totalmente definida y he escuchado muchas veces que esta es la ciencia del siglo 21!, cuenta afuera de un laboratorio Esteban Eduardo Dí­az González, de 16 años.

Esteban Eduardo habla sin saber que 48 horas después recibirá una de las once medallas de oro de la Olimpiada y que sus tareas y proyectos en la Preparatoria 7 Oriente de la Universidad Autónoma de Nuevo León rendirán frutos positivos.

Tareas y proyectos que combina con su segunda afición: ¡Rascarle a la guitarra!.

Cada uno de los tres dí­as que compiten estos jóvenes es una cadena de emociones: risas, nervios, llanto, en una experiencia que sólo se vive al cien por ciento dentro en esa etapa tan encabronadamente emocional que es la adolescencia tardí­a o adultez temprana.

¡Pues vengo a competir y quiero ganar, pero no todo es libros y libros, como algunos piensan, también ando muy metido en el proceso de conocer nueva gente y hacer amigos!, comenta sonriendo Luis Manuel Becerra Lucatero, del Bachillerato Técnico Número 4 de la Universidad de Colima. í‰l acaba de analizar estructuras de helechos y musgos, pero no deja de tararear una canción de Gun’s and Roses y luego sigue con la Rondalla de Saltillo, que también le gusta ¿por qué no?

¿Dónde estoy, qué me dieron?

Cuando los meseros del Centro Vacacional La Trinidad vieron llegar a 157 jóvenes y cerca de 40 adultos, la mañana del lunes 22 de enero, pidieron a la cocina preparar más chilaquiles y huevos con jamón. ¡Es que van a arrasar con todo!, dijo uno de ellos ante el cuadro de adolescentes en plena etapa de crecimiento y con el hambre ansiosa de las horas previas a enfrentar un examen de 160 preguntas.

Primero se acomodaron tí­midamente, por grupos, los de Quintana Roo con sus chamarras blancas con una raya roja y una azul; los de Nuevo León con sus chamarras negras con amarillo, y así­ cada delegación de seis chavos acompañada de un adulto. Después de consumir 40 jarras de jugo de naranja, manzana, piña y uva, ya los de Veracruz estaban echando relajo con los de Sinaloa y los de Baja California le pedí­an su correo electrónico a las del DF.

¡Está muy padre tanto interés de los chavos en la biologí­a. A mí­ me gusta mucho observar la naturaleza y me he dado cuenta de que cada vez hay más gente que sabe que México es uno de los cinco paí­ses con mayor biodiversidad del mundo y que hay que cuidarla!, comenta el colimense Luis Manuel Becerra.

Al mediodí­a, la verdadera prueba de nervios comenzó en la Biblioteca Central de la UAT. Después de la bienvenida que les dieron el rector Serafí­n Ortiz Ortiz y la coordinadora del certamen por parte de la Academia Mexicana de Ciencias, Cristina Revilla Monsalve, empezó la competencia con la prueba teórica. Tres horas para contestar preguntas sobre genes, clasificaciones taxonómicas, quí­mica orgánica básica y fotosí­ntesis.

¡El examen es el más difí­cil que se ha elaborado desde 1991, cuando se inició el certamen, pues México quiere ganar por primera vez una medalla de oro en la competencia internacional!, explicó Revilla Monsalve mientras los jóvenes lidiaban con su memoria y con un lápiz.

Hasta ahora México sólo ha ganado una medalla de plata y once de bronce, pero esta generación dice que va por el oro, con una actitud y seguridad superior que sólo da esa edad.

¡Hacen los exámenes muy difí­ciles para que se note quiénes son realmente los mejores, para que pueda haber un margen claro, porque si nos preguntaran las cosas que todos dominamos, ¿cuál serí­a el punto de la Olimpiada?!, comenta Isaac Pardo Granillo, de 16 años, del ITESMSaltillo, un chavo cuyos cabellos en punta recuerdan a la serie de caricaturas de MTV Aeon Flux.

No todos acaban el examen y los rezagados quedan fuera en el primer corte del grupo. Por la noche corren las primeras lágrimas, cada delegado informa a los de su equipo quiénes quedan fuera y quiénes pasan a la prueba de laboratorio. Esa noche 89 jóvenes quedaron fuera de la carrera. En los pasillos y jardines del Centro Vacacional La Trinidad se multiplicaron las siluetas de muchachos pensativos y algunos encendiendo cigarrillos.

¡Todos los compañeros nos esforzamos muchí­simo, pero hay un pequeño porcentaje de la competencia en el que influye la suerte. Yo leí­ recientemente El gen egoí­sta, de Richard Dawkins, y fue muy útil para esta olimpiada, porque vení­an muchos conceptos de etologí­a, de ecologí­a, de genética, de herencia. Yo no lo habí­a planeado, pero eso me ayudó!, cuenta Ilse Valtierra, de la preparatoria Thomas Alva Edison, de Coyoacán, quien nunca suelta una vaca de peluche que le sirve de talismán; ni siquiera lo hizo cuando recogió su medalla de oro, la noche del miércoles.

El sexo de los vegetales

A las nueve de la mañana del martes, dos camiones escolares recorren los diez kilómetros que separan a la ciudad de Tlaxcala de la Facultad de Agrobiologí­a. A bordo van 68 finalistas que se someterán a cuatro exámenes prácticos: disección de vegetales, disección de insectos, identificación de bacterias con microscopio y bioestadí­stica.

En el grupo viaja Mónica Garcí­a Carrasco, de 17 años, de la Vocacional 6 del IPN, en el DF, quien dice que mientras más se aproxima a los laboratorios, aumentan sus nervios. ¡Esto está genial y la verdad por eso me apasiona la biologí­a; porque no se puede predecir.

Siempre hay una respuesta por descubrir y eso es lo que me hace ponerme las pilas!.

En la Trinidad quedaron 89 jóvenes. El resto de los competidores entra a los laboratorios dividido en cuatro grupos. Serios, atienden a las instrucciones de la competencia práctica: ¡Dejen afuera sus mochilas!, ¡no se puede usar calculadora, sólo lápiz!, ¡cuando terminen de usar el herbario levanten la mano!.

Hay que distinguir y señalar las partes masculina y femenina de varios vegetales, describir los órganos internos de una lombriz, describir el color y forma de unas células procariontes y revisar unas tablas estadí­sticas para obtener su varianza.

De este grupo saldrán once jóvenes que recibirán medallas de oro y estarán sometidos a un proceso de pruebas y revisión, durante cuatro semanas, en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Ahí­ se revisarán sus conocimientos, pero también su conducta, ¡porque van a representar al paí­s y su comportamiento debe ser intachable!, señalan los organizadores de la AMC.

¡Representar a México serí­a un superorgullo, quién no va a querer hacer eso.
Es algo muy importante. Pero si eso no se consigue, ya esta competencia ha sido una experiencia muy padre; hay chavos que piensan más o menos como tú y supongo que eso contribuye a madurar!, dice Samantha Moheno Gutiérrez, del Colegio Williams, de Cuernavaca.

Esa es la jornada más larga; hay que comenzar encendiendo los microscopios Leica Zoom 2000; fijando una lombriz con alfileres sobre una esponja; abriendo las afiladí­simas navajas que se les entregan en paquetes cerrados. Otros ven semillas de pinos o cuentan óvulos de gladiola.

A mediodí­a una pausa, un sándwich, un jugo, una manzana y de regreso al laboratorio. Cerca de las tres de la tarde, ningún arrepentimiento invadió a los jóvenes al dejar limpias las charolas del buffet en el hotel: espagueti, pechugas de pollo, puré de papa y fresas con crema fueron devorados sin reflexión.

Esta es la noche de más inquietud porque ya no habrá resultados hasta la ceremonia de clausura. Los cigarrillos vuelven a aparecer en la noche y algunas parejas también.

Entre Night Wish y Apocallyptica

Más relajados, hablan de los libros de El Señor de los Anillos, del concierto más reciente de Lacuna Coil o de los discos de Night Wish y Apocalyptica. Otros toman fotos con el celular o aprovechan las últimas horas en que están juntos para intercambiar direcciones de correo electrónico antes de regresar a asearse y presentarse, con su ropa más formal, a la ceremonia de clausura y premiación. Una sorpresa estaba por venir: Nuevo León arrasó con los premios, sus seis representantes obtuvieron medallas de oro; sólo dejaron cinco medallas doradas para el resto de los estados.

En el Teatro Universitario de Tlaxcala las porras que más fuerte sonaban eran las de Jalisco y Veracruz, pero ningún equipo superó el estado de nervios que mantuvo en vilo hasta el final al equipo de Nuevo León, que obtuvo un triunfo inédito. Todos ellos provení­an de escuelas públicas, cada uno mereció el oro y, desde luego, fueron los últimos en ser premiados.

Esteban Eduardo Dí­az González, Miguel íngel Loera Sánchez, Judith Bernal Ramí­rez, Mariana Sánchez Villarreal, José Guadalupe Guerrero Morí­n y Daniel Gerardo Rodrí­guez Reyna fueron premiados por Nuevo León; dos michoacanos también obtuvieron el mayor reconocimiento: José Jaime Martí­nez Magaña y Luis Ever Vega Cabrera; además, ganaron medalla dorada Aidée Gabriela Pérez López, de Oaxaca; Ilse Ariadna Valtierra Gutiérrez, del Distrito Federal, y Raúl Augusto González Pech, de Veracruz. Entre ellos saldrá la selección de once que viajará a Canadá.

Al final de la tercera noche la fiesta de clausura llegó. Mientras sonaba ¡Under pressure!, de David Bowie y Queen, la formalidad terminó y los que aún no habí­an contactado a nuevos amigos iniciaron la última colecta de mails, y los que buscaban ligue persistieron en su intento, hasta la medianoche, cuando sus delegados los mandaron a dormir.

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