La estructura del Conacyt

Investigación y Desarrollo
25 de enero de 2007
Alejandro Canales

La semana anterior comenzaron los cambios en los puestos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologí­a (Conacyt). El director, Juan Carlos Romero Hicks, tomó posesión desde el pasado 7 de diciembre, dí­as después del arranque de esta gestión gubernamental, pero como ocurre en la mayorí­a de las dependencias, los nuevos titulares apenas están formando sus equipos de trabajo y en muchos casos enterándose del tamaño de la responsabilidad que tienen enfrente.

El titular de CONACYT nombró a cinco directores: José Antonio de la Peña en Desarrollo Cientí­fico y Académico, él es matemático de la UNAM, con una trayectoria importante en su campo y en posiciones administrativas; a Leonor Rí­os en Desarrollo Tecnológico y Negocios de Innovación, destacado tecnólogo, director de la Asociación de Directivos de Investigación Aplicada y Desarrollo Tecnológico y titular de investigación en el Instituto Mexicano del Petróleo; a Alejandro Mungaray en Grupos y Centros de investigación, ex rector de la Universidad Autónoma de Baja California; a Jorge Romero en Desarrollo Regional y Sectorial, y a Joel Arredondo en Administración y Finanzas (Comunicado 15/01/2007).

En la estructura organizativa de Conacyt, las direcciones adjuntas son un equivalente a las subsecretarí­as de la administración federal. Por ejemplo, la dirección encargada del Desarrollo Cientí­fico y Académico, a través de múltiples instancias en la cadena de mando que culmina en las jefaturas de departamento, tiene bajo su responsabilidad la valoración y apoyo a los proyectos de investigación básica y aplicada, lo mismo que la operación del sistema Nacional de Investigadores; dos componentes clave en la polí­tica sectorial.

La de Desarrollo Tecnológico tiene a su cargo el conjunto de programas que buscan acercar la industria y la polí­tica cientí­fica y tecnológica (hasta ahora con poco éxito-, o la aplicación de los cuestionados incentivos fiscales a la industria o el apoyo a programas de aliento a emprendedores.

En total existen direcciones adjuntas, si ahora solamente se nombraron a cinco titulares, cabrí­a suponer que permanecerán sin cambio, al menos por ahora, las tres restantes: Gildardo Villalobos en Información, Evaluación y Normatividad; Juan Francisco Cortes en Asuntos Jurí­dicos, y Silvia ílvarez Bruneliere en Formación y Desarrollo Cientí­fico y Tecnológico. La titular de esta última se incorporó en esa posición al concluir su participación como diputada por el PAN en la LVIII legislatura, donde ocupó el cargo de presidenta de la Comisión de Ciencia y Tecnologí­a; previo a su paso por la Cámara se desempeño en labores académicas y administrativas en la Universidad de Guenajuato.

Las ocho direcciones son importantes, pero quizá la mitad (desarrollo cientí­fico, desarrollo cientí­fico, desarrollo tecnológico, formación y centros de investigación) son las más relevantes, por volumen de recursos asignados y porque cada una tiene bajo su responsabilidad uno u otro de los programas clave del organismo.

Hace dos décadas existí­an sólo cinco direcciones adjuntas, no habí­a una que se encargara del sistema de información y evaluación, tampoco la que ahora coordina los centros de investigación ni la de asuntos jurí­dicos. Lo sorprendente es que hoy, cuando son más direcciones, se agregaron programas, creció la comunidad cientí­fica y las instituciones, la estructura del CONACYT ocupa menos personal que antes.

En 1987 el CONACYT contaba con una platilla de mil 260 personas, según lo informó el entonces director Héctor Mayagoitia a los diputados de la LIII Legislatura. Además, aclaró que en 1982 la pantilla era de mil 596 personas (II Foro de la Comisión de Ciencia y Tecnologí­a, 1998:61). Es decir, a lo largo de su periodo redujo la nómina en poco más de 300 personas. Actualmente, dos décadas después, los datos del último informe de rendición de cuenta indican que la plantilla oscila entre 734 y 875 personas. Una cifra que es alrededor de la mitad de la que existí­a al comienzo de los años ochenta. Sorprendentemente. Por supuesto, la información abre otras interrogantes sobre gestión, pero de ello nos ocuparemos posteriormente.

Otro dato a considerar es que los recientes nombramientos en CONACYT no han provocado expresiones públicas de rechazo. Por el contrario, la Academia Mexicana de Ciencias manifestó públicamente su felicitación a la designación de José Antonio de la Peña. El tema es importante, pues lo ocurrido el mes pasado con la impugnación a uno de los subsecretarios de la Secretarí­a de Educación Pública, mostró que está en agenda una discusión más amplia sobre los procedimientos de designación y actualización de los servidores públicos. Ya veremos.

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