La Crónica de Hoy
10 de enero de 2007
Ricardo Tapia*
Cada cambio de sexenio la comunidad científica de nuestro país, a través de sus distintos cuerpos colegiados, elabora documentos y fundamenta la importancia de la investigación científica para el progreso de México. Como entre los científicos predomina el optimismo basado en que el gobierno puede entender sus razonamientos, conservan la esperanza de ser escuchados para que pueda mejorar la situación de la investigación científica y de la educación superior, especialmente en sus programas de doctorado, responsables de la formación de los recursos humanos más calificados.
En efecto, el producto de la ciencia, el conocimiento, es un bien público necesario para la sociedad, en términos de progreso y calidad en prácticamente todas las actividades humanas, como la educación, la cultura, la preservación de la salud, el cuidado del medio ambiente, la producción de alimentos, la tecnología, la legislación y la economía en el mundo globalizado del siglo XXI. Por su propia naturaleza, la ciencia proclama, genera y difunde una actitud analítica basada en el conocimiento, y enseña a pensar para permitir la toma de decisiones sobre bases más firmes, por lo que tiene un papel fundamental en la educación a todos los niveles, particularmente en la formación de doctores. Es así como la difusión y la enseñanza del conocimiento científico por los científicos, inmersas en el sistema educativo, en las instituciones culturales, en los medios y las organizaciones políticas, establecen una unión indispensable entre los investigadores y la sociedad. Es claro, además, que no puede haber un desarrollo adecuado de la tecnología y la innovación tecnológica sin una sólida base científica.
Por esto, los científicos mexicanos hemos estado atentos al presupuesto del gobierno del presidente Calderón con respecto a la ciencia, en especial a la ciencia básica, cuyas funciones más importantes se definieron en el párrafo anterior y cuyo presupuesto descendió constantemente durante todo el sexenio de Fox. De acuerdo con los datos publicados en el extenso documento titulado ¡Diagnóstico de la política científica, tecnológica y de fomento a la innovación en México (2000-2006)!, publicado en octubre de 2006 por el Foro Consultivo Científico y Tecnológico con ayuda del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el monto destinado al único Fondo Sectorial existente de apoyo a la ciencia básica, el Fondo Secretaría de Educación Pública (SEP)-Conacyt, disminuyó paulatinamente de los 1,000 millones de pesos que tenía en 1999 a 600 millones en 2004 (págs. 73-75, gráfica 14), cifra que hasta donde sé no varió en 2005 ni en 2006. Es decir, ¡en los últimos 6 años el presupuesto para ciencia básica disminuyó en un 40%! Además, la aportación de la SEP (sólo 300 millones de los 9,000 millones de que dispuso para ciencia y tecnología) siempre se otorgó con grandes retrasos. Como consecuencia de lo anterior, el número de proyectos de ciencia básica aprobados cayó de más de 1,000 en 1999 y 2000, a menos de 700 en 2002-2004, a pesar de que el número de solicitudes, aunque con algunas variaciones, se mantuvo constante, en alrededor de 2,000 por año (pág. 195, gráfica 1, del documento mencionado). Con estos antecedentes, y después de algunas entrevistas que algunos investigadores tuvimos con el anterior director del Conacyt, esperábamos que el nuevo gobierno pusiera más atención a la ciencia. Para nuestro desencanto y frustración, éste no parece ser el caso, pues según la nota periodística publicada el 27 de diciembre en Crónica, el presupuesto de ciencia y tecnología para 2007 fue recortado en un 2.7% en comparación con el presupuesto de 2006. Así, según la misma nota, el monto total para este rubro será de 29,764 millones de pesos, lo que representa el 0.35% del PIB, mientras que en 2006 fue el 0.37%. Este dato muestra que, en total contradicción con los acuerdos legislativos de 2004 para que esta cifra se incrementara paulatinamente al 1% del PIB, apenas iniciado su período el nuevo gobierno envía señales de que el apoyo a la ciencia no está entre sus prioridades.
No tengo información del presupuesto directamente adjudicado al Conacyt, pero sabemos por los datos de los últimos años que este monto es apenas de aproximadamente la cuarta parte del total para ciencia y tecnología, ya que la mayor parte se distribuye entre varias secretarías, de las cuales la SEP se ha llevado la mayor parte (con un monto superior al propio Conacyt), seguida por la Secretaría de Energía con más o menos la mitad de lo asignado al Conacyt. Si en el presupuesto de 2007 se conserva esta distribución, el Conacyt dispondrá de menos de 8,000 millones para su administración interna, las becas, el apoyo a los posgrados nacionales, el Sistema Nacional de Investigadores, las repatriaciones, y sus aportaciones a los fondos mixtos y a los fondos sectoriales y otros gastos. Y, se sigue de este razonamiento, probablemente habrá aún menos presupuesto para el fondo sectorial SEP-Conacyt, es decir, el apoyo para la ciencia básica seguirá en descenso.
Esta es la razón por la que he titulado el presente artículo como Carta al Director General del Conacyt y a la Secretaría de Educación Pública. La comunidad científica espera de ustedes no sólo que eviten esta caída sino que la reviertan, para beneficio de la investigación científica y la formación de recursos humanos del más alto nivel, todo lo cual se lleva a cabo fundamentalmente en las universidades públicas. Más concretamente, solicito a ustedes respetuosamente que se estudie la distribución presupuestal para lograr que se destine en 2007 al menos 1,000 millones de pesos (la cifra de 1999) para el Fondo de Ciencia Básica SEP-Conacyt, y que este monto aumente cada año en al menos 100 millones de pesos. Asimismo, es necesario revisar el funcionamiento de dicho fondo, en consulta con la comunidad científica mexicana, con el Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República, con la Academia Mexicana de Ciencias, para mejorar los sistemas de evaluación de los proyectos y hacerlo más expedito, académico y eficiente, y menos burocrático y administrativo. Una de las maneras de lograr este objetivo sería cambiar el concepto de fondo sectorial SEP-Conacyt, asignando el monto total de este fondo a la Dirección Adjunta de Ciencia del Conacyt, quien lo manejaría simplemente como ¡Fondo para el Apoyo a la Ciencia Básica!. De esta manera se garantizaría que la SEP destine de entrada su presupuesto para ciencia, sin negociaciones ni retrasos, y que el Conacyt funcione de manera autónoma en este rubro, como debería ocurrir de acuerdo con la Ley de Ciencia y Tecnología en vigor desde 2002, según la cual ya no depende de la SEP. Propongo que algo similar se realice en los demás fondos sectoriales, pues la experiencia en los últimos tres años ha demostrado que su funcionamiento depende en gran medida de las decisiones de las Secretarías correspondientes, dejando al Conacyt un papel secundario, a pesar de ser teóricamente el órgano oficial gubernamental de apoyo a la ciencia y la tecnología del país.
La formación de doctores no es un tema de tecnología, sino de ciencia. La investigación en las llamadas ciencias duras y en las ciencias sociales y las humanidades es el único medio para que los programas de posgrado cumplan con su fundamental tarea de multiplicar los recursos humanos con el más alto nivel de preparación académica para formar los cuadros que permitirán acelerar el desarrollo de México. Apoyar la investigación científica es por eso, como se ha dicho muchas veces y muchos países lo han demostrado en los últimos años, la mejor inversión que un país en desarrollo puede hacer.
*Investigador Emérito de la UNAM y miembro del Consejo Consultivo de Ciencias (CCC)
consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx