A Ciencia cierta
30 de mayo de 2006
Arturo Barba*
El termómetro sube y el calor nos agobia cada día más a los habitantes del Distrito Federal y otras partes del país.
Y no es sólo culpa de la primavera, sino del calentamiento global que ha aumentado la temperatura superficial de los océanos.
El riesgo (más allá de los bochornos que producen las ondas cálidas( es que también puede incrementarse la cantidad e intensidad de los huracanes, según descubrieron investigadores del Instituto Tecnológico de Georgia.
En un artículo publicado en la revista Science, realizado por el investigador Carlos Hoyos, se demuestra que, debido al cambio climático, hay cada vez más huracanes de las categorías más altas y peligrosas (4 y 5).
El asunto sobre las condiciones climáticas responsables de la intensidad de los huracanes ha sido un tema de gran controversia, por lo que esta investigación permite entender mejor esta tendencia creciente en la fuerza de las tormentas.
El estudio asocia dos elementos que siempre se han vinculado y se obtuvieron gracias al análisis estadístico, a modelos matemáticos y teorías climatológicas sobre los huracanes ocurridos entre 1970 y 2004 en seis cuencas oceánicas, entre ellos el Atlántico Norte, Pacífico e índico.
2005 fue el año con más huracanes y tormentas tropicales en la historia, con 14 y 27 respectivamente, en el Atlántico; y 15 y 8, en el Pacífico. De ellos, 3 tuvieron la máxima categoría: 5 (Katrina, Rita y Wilma), dos de categoría 4 (Dennos y Emily).
Para este inicio de temporada de huracanes del 2006, se prevé que los de categoría máxima serán 5 o 6.
Lo peor de todo es que las personas más afectadas serán, como casi siempre, las más pobres, en especial las mujeres, las niñas y los niños.
En tiempos recientes, el 90 por ciento de los desastres naturales en todo el planeta ha estado relacionado con estos factores hidrometeorológicos, y arroja el 71 por ciento de las muertes derivadas de estas causas.
El año pasado, tan sólo los huracanes Wilma y Stan provocaron pérdidas superiores a 21 mil millones de pesos en el sureste de México. Ahora, nuestro país deberá prepararse para desastres similares o peores.
La pregunta es ¿estaremos listos para contender con estos riesgos? Yo creo que no, pero la ciencia puede ser una herramienta formidable para disminuir sus efectos.
*Coordinador de Cominucación y Divulgación, AMC.
abanav@gmail.com