Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/006/15
México, D.F., 08 de enero de 2015
- Un proyecto que privilegió el uso comunitario y no individual de los recursos del mar comunes dio paso a un sistema innovador para el desarrollo social que ha funcionado, en especial en la zona costera de Chile, y solucionado en parte la llamada “Tragedia de los Recursos Comunes”, asegura el investigador Juan Carlos Castilla
- El doctor Juan Carlos Castilla, Premio México de Ciencia y Tecnología 2012, durante la conferencia que ofreció en su visita el pasado 10 de diciembre a El Colegio Nacional.
Foto: Elizabeth Ruiz Jaimes/AMC.
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Para poder documentar el impacto que los seres humanos tienen sobre los ecosistemas costeros, en particular los efectos de la extracción local y artesanal de mariscos y algas, el doctor Juan Carlos Castilla, de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), y Patricio Sánchez, uno de los pioneros del desarrollo de la biología marina en el país, iniciaron junto con un grupo de investigadores jóvenes un proyecto con el que se cerró un kilómetro de costa rocosa y sus aguas adyacentes a toda intervención humana, creando así una de las primeras reservas marinas costeras en el mundo, con seguimientos sistemáticos de los efectos ecológicos de dicho cierre, proyecciones a futuro y la implementación de prácticas novedosas de pesca.
La Estación Costera de Investigaciones Marinas (ECIM), ubicada en “Las Cruces”, en la zona central de Chile, y que tiene asociada un Área Marina Costera Protegida (AMCP), fue fundada en 1982 con el objetivo de observar cómo se comporta el sistema marino costero en Chile sin la presencia del ser humano.
De acuerdo con los datos que dio el investigador Castilla, ganador del Premio México de Ciencia y Tecnología 2012, durante su ponencia “Soluciones en la pesca artesanal de Chile: la tragedia de los comunes”, en diciembre pasado, con base en esta experiencia piloto, en la actualidad existen más de 500 sitios reconocidos por la Ley de Pesca como Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERBs) bajo el cuidado y la responsabilidad de comunidades pesqueras artesanales (pescadores que usan botes pequeños y de hasta 18 metros de longitud).
En el Aula Mayor de El Colegio Nacional, el especialista en el manejo y protección de los ecosistemas marinos, tarea en la que busca involucrar a las comunidades pesqueras y la industria, mencionó que de los 70 mil pescadores artesanales en Chile, alrededor de 25 mil (incluidos 13 mil buzos) están incorporados a las AMERBs, “por lo cual, la pesca artesanal en Chile es una actividad social y económica en la que el ser humano es la clave para su funcionamiento racional”.
Este “experimento de exclusión humana” que representa la ECIM, fue uno de los primeros en el mundo que proporcionó datos científicos sólidos y de ciencia básica que se reflejaron en ciencia aplicada, en específico en el establecimiento de las AMERBs y de Áreas Marinas Protegidas o de Conservación. Lo anterior con el fin de desarrollar técnicas de co-manejo pesquero entre las comunidades de pescadores y el Estado, para que la explotación de los recursos marinos costeros de Chile sea sustentable.
Dentro y fuera de la ECIM
Al cerrar la ECIM a la extracción de recursos a la actividad humana, los investigadores pudieron estudiar y comprender la ecología de los sistemas y en especial las relaciones tróficas (que incluyen invertebrados carnívoros, entre ellos moluscos y estrellas de mar; herbívoros como los erizos; aves y algas de interés comercial y no comercial), con y sin seres humanos. En una primera etapa enfocaron sus investigaciones en dos moluscos asociados entre sí: el caracol carnívoro Concholepas concholepas y el Perumytilus purpuratus.
Conocido como el “loco”, el C. concholepas es muy utilizado para el consumo humano y un recurso representativo de Chile, por ello su relevancia para la pesca artesanal. Es reconocido como una especie endémica del Pacífico suroriental, con presencia exclusiva a lo largo de las costas de Chile y parte de Perú. Este molusco se alimenta de P. purpuratus, también llamado por los chilenos “chorito maico”, que habita la zona media del intermareal rocoso de la costa (franja costera que es cubierta y descubierta por el mar producto de las mareas), formando densos mantos con el fin de incrementar su protección frente a las olas. Es necesario señalar que diversas especies se alimentan de él (entre ellos el “loco”) y a sus mantos se les pueden asociar hasta 92 taxones de invertebrados.
Al estudiar el repoblamiento natural submareal –zona cubierta con agua que no se ve afectada por los cambios de marea– de C. concholepas a cuatro años del establecimiento de la ECIM, y comparar las densidades de este molusco en las áreas abiertas a la extracción, el especialista y su equipo de trabajo pudieron determinar que la densidad de el “loco” era sustancialmente mayor (de cinco a seis veces) dentro de la Estación que fuera de ella; es decir, al dejar ”descansar” un área pesquera aumentaban las poblaciones naturales de interés pesquero, esto sugirió que el descanso y la rotación de áreas de pesca podía ser un mecanismo para la sustentabilidad de los recursos costeros.
Así, al documentar los cambios en la densidad de diversas especies de la zona de estudio, por ejemplo C. concholepas, “se pueden tener elementos científicos para la protección y el manejo racional de los sistemas marinos costeros y su biodiversidad. Para ello primero se deben conocer las tasas de repoblamiento natural de cada especie, y posteriormente saber en qué momento hay que extraer y en qué cantidad para que las poblaciones se mantengan a lo largo del tiempo”, dijo el biólogo marino.
La investigación que el doctor Castilla y su equipo han realizado puede ser dividida en tres etapas: la identificación de problemas e hipótesis de 1971 a 1998; la de ciencia básica al establecer la ECIM en1982 y hasta el día de hoy, y la de ciencia aplicada o de Áreas de Manejo y Extracción de Recursos Bentónicos (AMERBs), de 1991 a la fecha.
De 1988 a 1991 se implementó una prueba piloto en la cual se involucró aproximadamente a 120 pescadores artesanales, llevando elementos del modelo implementado en la ECIM a zonas de caletas de pescadores artesanales –como fue el caso de las caletas “Quintay”, “El Quisco” y “Las Cruces”– en un periodo de dos a tres años para ver si ocurría lo mismo que lo reportado en la ECIM.
En 1989 el gobierno otorgó por primera vez derechos exclusivos de pesca a tres áreas pequeñas de buceo (anteriores a las AMERBs) en torno a las caletas de los pescadores. De esta manera, fueron los estudios básicos en la ECIM y en el que se involucró a los pescadores, los que conformaron el conocimiento necesario para implementar un modelo de co-manejo a través de la Ley de Pesca de 1991.
En Chile, hasta 1991 los recursos del océano “eran de todos y de nadie”, eran “recursos comunes” casi sin regulación. Existía por ello un nivel de extracción extremadamente elevado de los recursos del mar y se había producido lo que Juan Carlos Castilla llama la “tragedia de los comunes”.
Para enfrentar dicha tragedia, después de la Ley de Pesca y Acuicultura de 1991 y con las modificaciones a la Ley en 2012, se estableció una zona de Pesca Artesanal Exclusiva de cinco millas, así como una milla exclusiva para la pesca artesanal a pequeña escala (botes de longitud menor a 12 metros), mientras que la pesca industrial se ubicó más allá de las cinco millas destinadas a la pesca artesanal. Además, se implementó un régimen denominado “Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos” o AMERBs, al que pueden acceder exclusivamente las organizaciones de pescadores artesanales legalmente constituidas.
En otras palabras, “se hizo una zonificación del océano y a los pescadores se les otorgaron derechos de acceso exclusivo a los recursos comunes (una co-propiedad entre el Estado y los pescadores), con un esquema de uso comunitario y no individual”, y a aun cuando el investigador indica que todavía existen problemas relacionados con la pesca en Chile, este es un sistema innovador para el desarrollo social que ha funcionado, en especial en la zona costera, y solucionado en parte la llamada “Tragedia de los Recursos Comunes”.
Noemí Rodríguez González.