La Jornada
25 de mayo de 2005
Pablo Casas Jaime
El presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, Octavio Paredes, durante la entrega de premios a la investigación ofreció un panorama del actual desarrollo científico en nuestro país. Recordó que México, de 30 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ocupa el último lugar en inversión en ciencia y tecnología, y el 56 en competitividad científica y tecnológica, de las 60 economías más importantes del mundo. El panorama planteado por el destacado científico es preocupante, pero representa una oportunidad para reflexionar acerca de la importancia del tema.
El Estado mexicano tiene uno de los componentes más valiosos para alcanzar ese desarrollo científico: la excelencia en .investigación, el talento, el recurso humano y todo lo que esto conlleva; sólo se requiere de actitudes proactivas e innovadoras que le den un mayor impulso, para brindar mejores y nuevos servicios a la sociedad. Con una política de Estado comprometida, México puede transformar su economía, enriqueciéndola a través de¡ desarrollo y aprovechamiento de la ciencia y la tecnología en varios sectores de la sociedad, principalmente en el sector productivo. Esto a su vez contribuirá a impulsar otros sectores y consolidar las cadenas productivas que permitan, no sólo la diversificación de la economía, sino su propio desarrollo, con futuro y a largo plazo, ubicándonos en la era en la que vivimos: la era del conocimiento.
Toda política pública debe proponerse como objetivo fundamental el beneficiar y mejorar la calidad de vida de la población. Un medio a través del cual se logrará este objetivo, es fomentando el desarrollo regional mediante la ciencia y la tecnología. Esta política implica que además de que la comunidad científico-tecnológica busque soluciones a los problemas cotidianos de la sociedad en general; también se fomente e impulse el crecimiento del quehacer científico y tecnológico. Ese es el verdadero desarrollo regional, enlazar ambas actividades, fomentando y consolidando los vínculos que existen entre los sectores académico, gubernamental y productivo. Es de suma importancia utilizar estas herramientas para potenciar el desarrollo humano, y hacer funcionar adecuadamente a los organismos institucionales encargados de la inversión destinada al impulso de la ciencia y la tecnología, para que al menos ésta alcance al 1% del PIB (actualmente se destina 0.38%), lo que subsecuentemente el gobierno federal debe asumir como su responsabilidad.
Con el avance mundial de las tecnologías, especialmente las de información y telecomunicaciones, la comunidad científica y el gobierno federal se enfrentan al reto ineludible de responder a un sistema productivo y a una ciudadanía mucho más conscientes y exigentes. México no puede darse el lujo de quedarse atrás en la carrera de la modernidad, entendida ésta como un desarrollo con equipos y sistemas de alta tecnología, pero realizando una revisión y una reingeniería de los procesos que se llevan a cabo, a fin de no ponerle nuevas tecnologías a procesos arcaicos y obsoletos; siendo imprescindible prestar la atención especial a los procesos inherentes a las actividades productivas.
Las metas no deben plantearse sólo dotando a las instituciones con el mayor número de computadoras altamente sofisticadas, ni contar con los equipos más modernos en existencia. La modernización debe plantearse bajo tres aspectos fundamentales: convertir a las instituciones orientadas a su propio servicio interno, en instituciones dirigidas al ciudadano, con un gobierno que ayude a recuperar la confianza de la ciudadanía y utilice las herramientas que la ciencia y la tecnología deben poner al servicio de los mexicanos. Se plantea un desafío urgente, impostergable y muy complejo, que exige de habilidad y visión política de primera línea.
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