Reforma
25 de mayo de 2005
Froylán M. López Narváez
NO es el único. También Pedro Rodríguez Santidrián anota que Erasmo de Rotterdam aprovechó en su libro universal los sentidos varios de Moría que «significa necedad, estulticia, insensatez». Pero que el traductor conservó la traducción clásica y popular castellana: «Elogio de la locura». Pero hay quienes piensan que mejor es entender que el trabajo del holandés vale entenderlo como exaltación de la necedad.
En México se entiende que este vicio, que se llamaba antes, marca a quienes se mantienen en actitudes porfiadas, en obstinación en el error. La necedad, por origen y sentido antiguo, se refiere a la ignorancia, a la imprudencia. A estas referencias obliga la actitud constante de Vicente Fox Quesada, ahora magnificada por su torpísima expresión alusiva a los mexicanos emigrados al imperio norteamericano para trabajar en faenas que «ni siquiera los negros quieren hacer». Por supuesto, el desdén o menosprecio racista no está inscrito en la negritud, sino en el infecto «ni siquiera».
Prontamente hubo reacciones de repudio y enojo, entre ellas de mexicanos negros, nativos o de adopción de mexicanidad. De acuerdo con prácticas que se han vuelto habituales, en la noche se hizo saber que Fox es ajeno a racismos y que en su mente y corazón no hay menosprecios a ninguna etnia o género, que no quiso decir eso, lo que dijo. Fue un malentendido, alegaron. Para enmendar, para taparle el ojo al macho, sus agentes se movilizaron para que activistas muy políticos y negros viniesen a México, conversaran por teléfono con el Presidente para que de viva voz, personalmente, oyesen que no está en su ánimo ofender a nadie.
Pero aquí aparece la necedad presidencial y de quienes le siguen la corriente, pues nunca pidió perdón u ofreció disculpas. Igual que en otros fallidos desmentidos o aclaraciones, este esclarecimiento se volvió agravante. Esto ocurrió, sobre todo, con el activista iconoclasta, no menos tozudo, el reverendo Al Sharpton.
«Decir que malinterpretaron las cosas es menospreciar la inteligencia. Nosotros entendimos la expresión, él nos ofendió con sus discursos; la expresión es muy clara y así de clara debe ser la disculpa ¡el arrepentimiento no es una disculpa!» Vociferaba el reverendo al salir de su presuroso encuentro en Los Pinos con el guanajuatense. Y subió el tono y el enardecimiento: «No estoy de acuerdo con lo que está argumentando el Presidente en su defensa, nos está llamando estúpidos».
Excedido, Sharpton pidió que el funcionario mexicano fuese a Harlem para disculparse. Se pasa, se pasa, dicen los muchachos. Pero el agravio es patente e incuestionable. Por cierto que los racismos en México son cosa común. Por más que se niegue, está claro que la designación y el trato de «indios» es injurioso, decreciente pero subsistente. Y «negrito» o gente «de color» siguen siendo calificaciones desdeñosas y de menosprecio. Nadie dice: es «blanquito» o gente «descolorida, sin color» o que no tiene tono.
A pesar de este incidente estólido se propiciarán pactos, arreglos, convenios, pues los negros afroamericanos tienen pendientes luchas, reivindicaciones, reconocimientos, más de uno proveniente de modos y estrategias de discriminación étnica. Formalmente han avanzado enormidades, pero con alianzas con los americanos del sur del Río Bravo sus empeños habrán de ser eficaces mayormente.
Es difícil saber cuál es el sentir y la educación, la mente en estos asuntos del señor Fox Quesada. No es certero, muy probablemente, sostener que el hecho de que sus orígenes étnicos, vecinos en pocas generaciones al criollismo, a la inmigración familiar, le hayan injertado desdenes racistas. Su religión católica le impide cualquier tipo de discriminación. Engendrada en el Oriente Medio, importada por Europa e incrustada en América, ha adoptado desde siempre casi el multiculturalismo, por más que sus santos y jerarcas sean dominantes europeos y «blanquitos», se diría rencorosamente.
El caso es que las discriminaciones no se agotan en los asuntos raciales o étnicos. No obstante, son el tema internacional y uno de todos los siglos y regiones, se sabe mucho. El trato deferencial, intencional, a grupos, naciones, clases, religiones es manía, interés, abuso y maldad secular ubicua. En Europa, en la España de siempre y ahora es un drama que confunde y violenta. Lo mismo ocurre en Alemania que en Francia, se conoce que lo propio acontece en todas las naciones conformadas con pluralismos históricos o recientes, por guerras por tierras, haberes financieros, mercantiles, religiosidades y ahora enmascaradas y pugnaces en los deportes, en el negocio del futbol profesional no se diga.
Las discriminaciones ideológicas son también texto y pretexto para pugnas. El sentido y valores de las sociedades. La educación es clave y pivote.
Una de las imputaciones de discriminación patente en el terreno de las ideas y de los valores gubernamentales la acaba de expresar el responsable actual de la Academia Mexicana de Ciencias, Octavio Paredes, quien en buena ciencia y conciencia, honesta y frontalmente denunció la discriminación foxiana a la ciencia, a la investigación en el actual gobierno. Abiertamente, ante el presidente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, reprobó la discriminación federal.
Peor aún, en público comunicó que «los del Conacyt» -dará nombres y pormenores el maestro Paredes, asegura y prontamente- «nos hicieron saber que había que modificar el (su) discurso por instrucciones (sic) de la Presidencia. Nos acercamos a la Presidencia y nos dijeron que no había necesidad de hacerlo siempre y cuando fuéramos respetuosos y ustedes son testigos de que lo hemos sido». Se negó a dar nombres, inmediatamente.
Aunque se diga que México es una de las nueve economías más importantes, ocupa el último lugar en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. El director del Conacyt recusó con datos las imputaciones del científico en el ejercicio y quien ha de saber de qué habla con evidencias mostrables y demostrables. La AMC, sostuvo, recibe 31 por ciento más recursos que en la administración anterior y se ha aumentado 22 por ciento el presupuesto para la investigación científica. No obstante, académicos como la filósofa Atocha Aliseda Llera pidió mejores apoyos a las investigadoras y al fomento de la interdisciplinariedad. El biotecnólogo Jean-Philippe Vielle Calzada también demandó ayuda grande a los investigadores jóvenes, ya que no ha habido remozamiento de la planta académica en la República.
Erasmo, empero, hace hablar a (la) Estulticia, haciendo su propio Encomio: «…sin mí no existiría ningún tipo de sociedad ni relación humana agradable y sólida. Sin mí el pueblo no aguantaría por mucho tiempo a su príncipe, ni el amo al criado, la criada a la señora, el maestro al discípulo, el amigo al amigo, la mujer al marido, el casero al inquilino, el camarada al camarada, el anfitrión al invitado». ¿Será?