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TRASCIENDE INSTRUCTORA TZOTZIL: ENSEÑA CON ÉXITO COMPUTACIÓN A NIÑOS DE ZINACANTÁN

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC 069/10
México, D. F., a 12 de julio de 2010

  • Sin romper con las tradiciones de su comunidad, aplica el programa de la AMC desde hace más de dos años
De 28 años de edad y apunto de iniciar el quinto semestre de Informática en la Universidad Mesoamericana en San Cristóbal de las Casas, Juana Bernarda amplía sus conocimientos en el lenguaje de programación en computadora, en el Módulo de Aplicaciones Científicas.
De 28 años de edad y apunto de iniciar el quinto semestre de Informática en la Universidad Mesoamericana en San Cristóbal de las Casas, Juana Bernarda amplía sus conocimientos en el lenguaje de programación en computadora, en el Módulo de Aplicaciones Científicas.
Foto: AMC
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Juana Bernarda proviene de una comunidad de los Altos de Chiapas que se distingue por tener mujeres extraordinarias tejedoras en telar de cintura y hombres dedicados a la floricultura. Por tradición, esta joven bien pudo continuar con las actividades que caracterizan a su etnia tzotzil, de las que se siente orgullosa, pero prefirió seguir sus sueños y continuó sus estudios hasta alcanzar el nivel universitario y, no sólo eso, en el camino se convirtió en la primera instructora en computación para niños y jóvenes en Zinacantán.

De 28 años de edad y apunto de iniciar el quinto semestre de Informática en la Universidad Mesoamericana en San Cristóbal de las Casas, Juana Bernarda Hernández Gómez visitó la sede de la Academia Mexicana de Ciencias, en la Ciudad de México, para ampliar sus conocimientos en el lenguaje de programación en computadora, en el Módulo de Aplicaciones Científicas, el tercero de los ciclos que comprende este taller, cuya enseñanza pronto compartirá con sus pequeños alumnos.

“Los niños tienen muchas ganas por aprender todo. Yo les digo que conmigo pueden hacerlo, creando sus propios juegos, diseñándolos, darles animación y sonido. Les enseño a que aprendan a razonar y pensar. Entonces el taller va más allá del Internet, donde sólo ven juegos y bajan música, pero yo les digo la forma en que eso se hace, lo que es más interesante”.

La transmisión de conocimientos para que los niños de Zinacantán aprendan un lenguaje de computación y puedan crear rutinas de pensamiento lógico ha requerido de la capacidad bilingüe de Juana Bernarda.

¿Ha sido complicado enseñar a los niños computación en tu comunidad?

– No, porque hablo español y les traduzco al tzotzil, pero ellos al final hacen sus proyectos en idioma español y lengua tzotzil. El 100% de la población en Zinacatán habla nuestra lengua nativa y el que yo les traduzca ha sido bueno, porque se sienten en confianza.

Además de mantener esta forma de comunicación, los temas en que los niños y jóvenes realizan sus trabajos son relacionados a su comunidad, a sus tradiciones y costumbres, lo que ha ayudado a que se sientan identificados con su entorno.

“Instruyo a niños entre 8 y 12 años de edad a quienes puedo controlar más, me escuchan con atención; mientras que los adolescentes son más rebeldes, les interesa más la música. Pero los chiquitos muchas veces saben más de computación que los grandes”.

No siempre es posible –añade Juana Bernarda- que los estudiantes de secundaria asistan al taller de computación o continúen con el curso porque tienen más tareas o sus papás se los llevan a los invernaderos para cultivar flores.

Así como estos niños nativos digitales, Juan Bernarda inició su gran aventura por el mundo de la computación con el programa de la Academia Mexicana de Ciencias, pues ella fue una en recibir años atrás esta enseñanza del primer instructor que hubo en Zinacantán, Carlos de la Cruz.

Ahora, con dos años y medio como instructora, recibe actualización de los ingenieros responsables del programa en la Academia, que ha diseñado este taller para impartirse en ciclos de 7 semanas de duración en 127 localidades de 15 estados de la República.

Los niños utilizan en su primera fase como método educativo el lenguaje Logo, en la segunda un procesador de textos y una base de datos. Además, el proyecto ha desarrollado una tarjeta electrónica para que los alumnos puedan programar con lenguaje Logo y recibir información de su entorno a través de sensores, así como controlar motores y lámparas.

Este último trabajo lleva por nombre Módulo de Aplicaciones Científicas y con él los niños pueden realizar una gran variedad de construcciones creativas, aprender conceptos matemáticos, ciencia y desarrollar ideas de ingeniería.

Este curso fue el motivo de la visita de Juana Bernarda a la sede la Academia, donde recibió una instrucción de 40 horas para conocerlo y aplicarlo, ahora deberá compartirlo con sus alumnos en su regreso a la Casa de Cultura de Zinacantán, donde le esperan seis computadoras y 30 alumnos divididos en cinco grupos dispuestos a aprender más sobre programación.

“Yo estoy muy entusiasmada y animada con todo lo que he aprendido con el programa. La Academia nos da la oportunidad como instructores para aprender y nosotros de impartir el conocimiento. Quiero apoyar hasta donde sea posible a los niños de mi comunidad”.

UNA MUJER QUE SUPERÓ CON ENTUSIASMO Y VALENTÍA ESTRICTOS MOLDES DE SU COMUNIDAD

De no haber sido por su decidida actitud e interés por conocer y aprender más de un mundo globalizado y tecnificado, Juana Bernarda hubiese seguido quizá, la tradición de casarse con un hombre elegido por su progenitor. Al quedar huérfana de padre a pequeña edad, su madre se convirtió en la autoridad en la familia, y fue de ella que Juana Bernarda, la mayor, y tres hermanas más, moldearon su espíritu combativo y de superación.

“Mi mamá ha sido un ejemplo para nosotros, sobre todo desde que quedó viuda, aunque mi padre también era un hombre de pensamiento abierto. Ella se involucró en una cooperativa de mujeres, después lo hicimos nosotros y aprendimos a buscar apoyos para ayudarnos”.

Juana Bernarda forma parte de un grupo de jóvenes zinacantecas que han superado las barreras y limitantes de género.

Asegura que hay alrededor de casi 30 mujeres de su municipio que han sobresalido en otras carreras universitarias. “Hay economistas, abogadas, psicólogas, pediatras. Algunas se han quedado aquí y otras se han ido a otras localidades chiapanecas”.

La joven instructora de computación se siente muy contenta de que el grupo que instruye en su mayoría son mujeres, aun cuando hay “mucha dificultad para que las niñas puedan estudiar y salir de sus casas”.

– ¿Siempre ha sido así?
– No. Antes, cuando el instructor era hombre eran los niños los que iban al taller.

Juana Bernarda, siempre vistiendo orgullosa su vistosa “mochebal”, “k ´u ´ul” y “se ´kil” (chal, blusa y falda) bordadas de flores de colores y elaborada en los telares de cintura de su comunidad, ha dado los tres brincos que se necesitan para ser otro, para ser diferente, distinto.

Existe una leyenda entre los nativos que explica el por qué hay “sots´” en Zinacantán (que en tzotzil significa lugar de murciélagos), la cual narra que los ratones del lugar quieren y buscan convertirse en murciélagos; para ello, tienen que cruzar tres veces una vereda de un sólo y perfecto brinco, si lo logran murciélagos serán, si fallan ratones se quedarán.

Juana Bernarda impulsa e invita a sus niños a dar ese salto. Ahora esas historias llevan los nombres de Araceli, Estrella, Irene, Fredy, Laura y Eduardo, niños tzotziles que aprendieron a echar volar su creatividad e hicieron brincar a sus ratones hasta convertirlos en hermosos murciélagos llamados procedimientos de pensamiento.

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