Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/127/18
Ciudad de México, 24 de mayo de 2018
Aunque las ciudades siguen ciertas tendencias de estilo, arquitectónico-urbano, que se refleja en sus elementos físicos (como las calles, las plazas, jardines o parques), es el observador quien dota de sentido al espacio urbano.
Desde la teoría urbana existe una postura que considera al espacio de la ciudad como una imagen móvil, ya que no solo cambia físicamente, sino también a través de la perspectiva de quien la recorre. De esta manera los edificios y las calles pierden su sentido original y surgen diferentes imaginarios sociales (discursos) al respecto de la ciudad, dijo en entrevista el doctor Milton Aragón Palacios de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC).
Pero ¿cómo se representa la experiencia del espacio en el observador? y ¿qué importancia tiene esa representación en la construcción de la forma de vida urbana?, son algunos de los aspectos que el integrante de la Academia Mexicana de Ciencias se ha dedicado a estudiar desde hace más de quince años.
En los estudios que realiza el doctor en filosofía con orientación en arquitectura y asuntos urbanos, mezcla la realidad urbana (como edificios o calles) con la experiencia de las personas en el espacio urbano, la cual se da en función de cómo alguien vive la ciudad.
No es lo mismo si el observador se comporta como transeúnte, cuyo recorrido tiene un sentido y cierto grado de libertad, o como fláneur, que va paseando por la ciudad sin que su recorrido tenga un fin específico, la persona va disfrutando el entorno, viendo a los transeúntes y observando aspectos que los demás no suelen notar.
Cada uno de ellos genera observaciones diferentes a partir de las cuales se va construyendo la realidad urbana, de tal manera que los imaginarios son móviles porque permiten cambiar los significados de un mismo lugar conforme se le visita en diferentes ocasiones, dependiendo de la experiencia que se tenga, de las emociones o de los elementos del entorno, explicó el investigador.
“Cuando realizamos un recorrido en el que se sigue siempre la misma ruta, el hecho de que haya una luminaria encendida o apagada en una calle cambia la experiencia, esto está relacionado con el imaginario del miedo, por el significado que le damos a la oscuridad, a esto le llamamos correlatos”.
Otro caso de un correlato es Monterrey, la capital del estado de Nuevo León, en donde el imaginario fundacional es el discurso del trabajo, porque la ciudad se desarrolla a partir del establecimiento de la cervecería y de la Fundidora. Este imaginario se mantuvo por un tiempo, pero con el quiebre de esta última en 1986 se optó por transitar hacia la idea de la ciudad del conocimiento.
Lo anterior se vio reflejado a través de códigos con diferentes significaciones como fue el Fórum Universal de las Culturas Monterrey, evento con el cual se generó la idea de que Monterrey era una ciudad del conocimiento. Y aunque este proyecto ya estaba encaminado, se generó un nuevo quiebre en este discurso ante la situación de violencia relacionada con el crimen organizado.
De esta manera —señaló el investigador— ante esta ‘ciudad del miedo’ el discurso fundacional acerca del trabajo permitió que se volviera a reconfigurar como una ciudad de progreso, idea reforzada por elementos urbanos como el Pabellón M, ubicado en el centro de Monterrey, que fue parte del proyecto de regeneración del centro de la ciudad.
Así, a partir de los trabajos como los que realiza Milton Aragón, es posible identificar si el o los observadores le dan significado a la ciudad desde su realidad, cuando se participa o se es testigo, en este caso, de un evento violento o de inseguridad; desde el imaginario de primer orden, cuando se es testigo indirecto o la información llega de forma directa; o a partir del imaginario de segundo orden, que se refiere a cuando la participación es nula y la información llega de una fuente como los medios de comunicación.
Entonces estos niveles de significación (desde la realidad, el imaginario de primer orden o de segundo orden) determinan la forma en la que se presentará la “mutación” de la ciudad (como ciudad violenta o insegura) y los efectos en la cotidianidad del observador, entre ellos que se sienta inseguro, dijo Milton Aragón Palacios.
Noemí Rodríguez González.
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