Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/008/19
Ciudad de México, 14 de enero de 2019
Investigadores mexicanos concluyen que el país debe invertir en el desarrollo de investigaciones científicas básicas, aplicadas y socioeconómicas para manejar o revertir los efectos adversos del sargazo, y proponen crear un fondo de 100 millones de pesos para cubrir los vacíos de conocimiento existentes frente a la problemática que tomó por sorpresa en 2018 a todos los niveles de gobierno.
Existe no sólo lentitud de reacción, sino también confusión organizacional sobre los niveles de responsabilidad y de cómo debe abordarse la situación, lo cual ha generado dispendio de recursos, afirman 17 científicos del Colegio de Postgraduados (CP) Campus Puebla, de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), y del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) en el documento “Los hongos comestibles, funcionales y medicinales: alternativa biotecnológica ante la problemática social, económica y ecológica del sargazo en el Caribe Mexicano”.
En dicho estudio, presentado hoy en el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, se afirma que tan sólo en 2018 hubo una inversión superior a 240 millones de pesos en el estado de Quintana Roo, para experimentar con una barrera de contención y recolectar manualmente más de 250 000 metros cúbicos de sargazo en las playas.
“La filosofía de este proyecto es producir alimentos sin destruir el medio ambiente. Se trata de convertir algo que se puede llamar maldición (sargazo) en bendición. De cómo la ciencia mexicana se responsabiliza de inmediato a una problemática que está latente y presenta posibles soluciones con resultados consolidados”, señaló Alfonso Larqué, coordinador de la sección de Agrociencias de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
Es fundamental mantener una coordinación en los tres órdenes de gobierno y con todos los sectores para enfrentar el problema, reconoció por su parte Rogelio Jiménez Pons, director general del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur).
El funcionario dijo que la situación podría significar la cancelación de divisas para el país, por lo que consideró necesario ponerlo en la mesa como un problema prioritario. “Sí me comprometería a buscar a la brevedad una reunión al más alto nivel para no esperar a que se agudice. Tenemos que tomar una acción concertada de inmediato, reunirnos con los diferentes grupos y que se considere a los todos participantes”.
Sargazo para hongos
Los científicos consideran que el sargazo podría usarse en el proceso de producción de hongos comestibles, funcionales y medicinales, los cuales emplean unas 500 000 toneladas de subproductos agrícolas, agroindustriales y forestales como substrato de cultivo. “Prácticamente cualquier subproducto orgánico se puede reciclar aceleradamente utilizando la capacidad natural de los hongos comestibles para degradar la materia orgánica, su principal función ecológica”, dijo Martínez Carrera, del CP.
Se estima que la producción nacional de hongos frescos fue alrededor de 63,374 toneladas en 2014, la cual llevaron a cabo pequeños productores, emprendedores y empresas privadas. Su valor económico supera los 200 millones de dólares anuales, permitiendo la generación de más de 25 000 empleos directos e indirectos.
La mayor proporción de la producción nacional de hongos comestibles, funcionales y medicinales corresponde a los champiñones (93.7 %), seguidos de las setas (4.76 %), el huitlacoche (1.5 %), y el shiitake (0.04%).
Es con estos antecedentes y con base en la experiencia del trabajo de casi 30 años en el campo de la producción de hongos comestibles, funcionales y medicinales, a pequeña y gran escala, que los especialistas evaluaron al sargazo como sustrato de cultivo para la producción de hongos comestibles y sus compuestos bioactivos.
Es importante mencionar que se trata de un proceso biotecnológico rentable, controlado, intensivo, eficiente en la utilización de agua, y adaptable al cambio climático. Un aspecto ecológico importante de esta alternativa es que promueve el reciclaje acelerado a través de la biodegradación del sargazo por vía enzimática. El sargazo residual, después del cultivo de los hongos comestibles, puede utilizarse como abono orgánico en las actividades agrícolas.
Esta idea innovadora se encuentra en pleno desarrollo y ha dado resultados positivos. “El sargazo constituye un sustrato no convencional que puede ser utilizado para la producción de hongos comestibles (Pleurotus). Los resultados muestran que pueden obtenerse hasta 114 kg de setas frescas, nombre comercial de los basidiocarpos de P. ostreatus, por tonelada de sargazo húmedo. Esto implica que pueden cosecharse hasta 883.7 kg de setas frescas por tonelada de sargazo en peso seco, dado su alto contenido de humedad (87%)”.
Las investigaciones demostraron que los hongos comestibles del género Pleurotus pueden inocularse, crecer, desarrollarse y reproducirse sobre el sargazo utilizado como sustrato no convencional de cultivo. Por lo tanto, considerando los grandes volúmenes que serían producidos y, por su composición, pueden identificarse cuando menos tres aplicaciones potenciales del sargazo degradado por los hongos comestibles: 1) abono orgánico, 2) regenerador y estabilizador de dunas costeras, y 3) biorremediación in situ.
Si se toma en cuenta este estudio podría nacer una nueva agroindustria en el trópico mexicano que buscará sumarse a la cruzada de producir y diversificar los alimentos con propiedades benéficas para la salud (anticancerígenas, antibióticas, antioxidantes, reductoras del nivel de colesterol y la hipertensión, antitrombóticas y antidiabéticas), culturalmente aceptados por gran parte de la población y el turismo.
De acuerdo con el grupo de investigadores, al sargazo se le ha atribuido el potencial de generación de biocombustible, la fabricación de productos farmacéuticos, alimenticios, cosméticos y la carbonización de biomasa a través de pirolisis hidrotermal.
Una problemática que debe conocerse
En el Caribe mexicano, la llegada repentina de sargazo pelágico (macroalga parda que flota libremente en mares y océanos), principalmente en las costas de Quintana Roo, se caracterizó en sus inicios por eventos aislados, con pequeñas cantidades en algunos meses. Sin embargo, durante el período 2011-2018, la proliferación y afluencia masiva de sargazo pelágico se incrementó de manera alarmante.
En 2018 se observó la mayor acumulación de sargazo en las playas y su presencia duró prácticamente todo el año. Al llegar a la costa, las grandes cantidades relativamente homogéneas de biomasa del sargazo se vuelven por completo heterogéneas en pocas horas o días. Su acumulación diaria genera pilas de sargazo y encharcamientos que promueven procesos fermentativos con olores desagradables e inician la degradación de la materia orgánica.
La marea y el oleaje arrojan parte del sargazo fermentado de nuevo al mar, contaminándolo y mezclándolo cíclicamente con el sargazo fresco y formando una capa de hasta 20 centímetros de grosor, ocasionando que el agua cambie su tonalidad, bloqueando la luz solar y con ello dañando el sistema arrecifal, como son las praderas de pastos marinos.
El sargazo también puede tener serias implicaciones ecológicas, tales como la erosión manual o mecánica de arena y nutrientes; la compactación de arena; la modificación geomorfológica de playas; el daño al sistema de dunas; el incremento de la erosión eólica; el impacto negativo en zonas arrecifales, praderas marinas y comunidades coralinas; la afectación del desove y los nidos de las tortugas marinas, así como del regreso al mar de las recién nacidas; la remoción de vegetación costera; el impacto negativo en el suelo y el agua subterránea derivado del confinamiento en sitios autorizados y supervisados.
Para este 2019 se espera que la afluencia masiva de sargazo pelágico sea equivalente a la observada en 2018, o incluso mayor debido a la previsión del fenómeno de El Niño con temperaturas oceánicas más elevadas, lo que intensificará los patrones de vientos y corrientes oceánicas. A futuro, desafortunadamente, existen altas probabilidades de que el problema del sargazo continúe incrementándose de manera incontrolable.
Elizabeth Ruiz Jaimes.
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