Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/156/11
México, D.F., 2 de julio de 2011
Mejoras en los sistemas de predicción metereológica y en las estrategias de prevención y vigilancia, ayudarían a contrarrestar la frecuencia de incendios, cuyas tendencias históricas indican que aumentarán en número en los próximos años, influenciados además por los efectos del cambio climático.
De no actuar en ese sentido, dicen los investigadores Enrique Jurado Ybarra y Marco Aurelio González Tagle, de la Facultad de Ciencias Forestales de la UANL, se observarán desgastes en los ecosistemas causando, entre otras afectaciones, impactos negativos en los estados productores de madera de coníferas como Durango, Michoacán y Chihuahua, y en las economías locales que subsisten del bosque, como las hay en Coahuila Y Nuevo León.
Y no sólo eso, habrá que tener presente que el efecto de los incendios en las zonas forestales lleva a una liberación de bióxido de carbono -el principal gas involucrado en el calentamiento global-, y que la consecuente disminución de masas forestales por acción del fuego resulta en una menor absorción de este gas, un aumento en la fragilidad del suelo y una reducción en la infiltración del agua de lluvia.
Los doctores Enrique Jurado, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, especialista en plantas de zonas áridas y semiáridas y en biología de semillas; y Marco Aurelio González, trabajan en las carreras de ingeniería forestal y en manejo de recursos naturales como en la maestría en Ciencias Forestales y el doctorado en Ciencias con orientación al manejo de los recursos naturales en la UANL.
En el Año Internacional de los Bosques, en México se han registrado 10,518 incendios forestales en 31 entidades federativas, afectando una superficie de 701 mil 236.66 hectáreas. Tan solo en Coahuila se presentaron 103 incendios hasta junio. Estos hechos consumieron más de 327 mil hectáreas; es decir tres veces más que la superficie afectada durante el 2010 en todo el país e iguala la superficie reportada a nivel nacional para los años 2009 y 2010.
Ambos investigadores coinciden en que los incendios registrados en el primer semestre del año en Coahuila y Nuevo León son bastante graves por varias razones, la principal porque no son parte de un esquema de manejo forestal, no son quemas prescritas con el fin de manejar los ecosistemas adaptados al fuego.
“Estos incendios son resultado de una combinación de tres factores primordialmente: alto contenido de follaje seco el cual, irónicamente resultó de las lluvias abundantes del verano pasado con la presencia del huracán Alex. Dos, la alta temperatura asociada con la sequía actual, que favorece la condición inflamable del material combustible, y tres, el detonador del fuego o la chispa que lo inicia”.
Aunque los incendios forestales son anteriores a la humanidad, comentan Jurado Ybarra y González Tagle, en la actualidad la mayoría de ellos son el resultado de causas humanas, deliberadas o accidentales, como el manejo inadecuado del fuego en parcelas agrícolas o pecuarias, el uso no controlado de fogatas, cerillos encendidos, y muchas veces, de manera lamentable, la intención de causar un incendio.
A estos factores se agregaría otro: la falta de un manejo del fuego como parte integral del manejo de bosques, como son esfuerzos tradicionales para prevenir incendios con brechas cortafuegos y equipo de monitoreo y prevención.
“Sin embargo también pueden aplicarse incendios fríos y rápidos para reducir el combustible y no causen gran impacto en los ecosistemas; es decir, incendios superficiales de corta duración y baja severidad”.
Los incendios recientes en la Sierra Madre Oriental se han asociado de manera informal con quemas deliberadas. En algunos casos por la presencia de líneas rectas de avance del fuego. En un paisaje natural las líneas rectas son raras y éstas casi siempre se asocian a influencia humana, explican los científicos.
El daño que causan los incendios a los ecosistemas
Enrique Jurado explica que la gravedad de los incendios se mide por su extensión y por la temperatura que alcanzan. Los daños actuales son graves por el número de hectáreas afectadas, pero no todos han sido tan graves en función de la temperatura. “Ha habido incendios rápidos en los que sólo se quema el estrato herbáceo y aunque las hojas de los árboles se pueden secar o quemar parcialmente, las ramas permanecen vivas y pueden rebrotar en cuanto haya humedad disponible”.
En otros casos, agrega, las copas de los árboles se incendian provocando que la parte aérea muera. En algunas especies pueden presentarse rebrotes de raíz como sucede con muchas especies de encinos y la recuperación del paisaje es relativamente rápida. En otros casos el calor es tan intenso que se queman aun las raíces y el fuego se mantiene y propaga bajo tierra.
Estas condiciones extremas a menudo se asocian con daños severos, indica el investigador, pues al quedar el suelo sin raíces y con huecos, puede perderse éste con el arrastre por lluvias, por lo que la recuperación es mucho más lenta y en ocasiones inapreciable para el ojo humano.
Un efecto colateral de lo los incendios de alta severidad y que se quedan estacionados en un área por la gran presencia de combustibles, suele ocasionar en el suelo un efecto hidrofóbico, es decir la repelencia al agua de los suelos.
La naturaleza toma su tiempo para recuperarse de un incendio
Jurado Ybarra, experto en ecología vegetal, menciona que los incendios de gran extensión e intensidad promueven paisajes homogéneos donde la ausencia de árboles supervivientes y la distancia a los márgenes no quemados dificultan la regeneración de especies que, como el pino, no rebrotan después del fuego.
“Entonces la recuperación de la vegetación después de un gran incendio depende de la capacidad de regeneración de las diferentes especies después de la acción del fuego”. Por otro lado, la supervivencia del banco de semillas es clave en las primeras fases de la regeneración.
El experto considera que a la naturaleza se le puede ayudar a través de un programa científico de monitoreo, de una evaluación de daños y, de ser necesario, una restauración a través de siembra de semillas, plantaciones forestales y modificaciones del paisaje para reducir la erosión y promover la germinación. “En ocasiones se requiere de suplementos alimenticios para la fauna local”.
Cambio climático y presencia de incendios
Marco Aurelio González Tagle explica por su parte, que los incendios ocurren con mayor frecuencia en primavera, con cierta variabilidad a lo largo de la geografía mexicana y en relación con la causa del incendio.
Sobre el inicio de la temporada de lluvias y el fin de los incendios forestales, el investigador menciona que vale hacer una aclaración al respecto.
“En el Noreste de México la temporada de lluvias no es en el verano propiamente, sino en los meses de mayo, agosto y septiembre. Entre ambas temporadas de lluvia se presenta una sequía con temperaturas muy elevadas conocida como ´la canícula. Este año, de acuerdo con los promedios históricos, no hubo lluvias efectivas en mayo, lo cual contribuyó de manera muy importante a la intensidad y frecuencia de los incendios”.
Advierte que si los incendios se extienden hacia julio, mes típico de temperaturas superiores a 40 grados Celsius y sin lluvia, serían aún más intensos y con mayor impacto en los ecosistemas.
Para el doctor en Ciencias Forestales, la ocurrencia de incendios puede verse contrarrestada por mejoras en los sistemas de predicción meteorológica, en el conocimiento del estado de los combustibles y en las estrategias de prevención y vigilancia.
“Una mejora en la capacidad de predicción del peligro puede permitir planificar mejor los recursos, un mejor conocimiento de los combustibles en cuanto a cantidad y distribución espacial, su estado de hidratación y fenología contribuirá a generar sistemas de predicción de riesgo, y para que el sistema sea más efectivo será necesario un cambio en las políticas de lucha contra incendio. Una política basada estrictamente en la exclusión del fuego puede ser contraproducente generando sitios con mayor carga de combustibles, lo cual se verá traducido en incendios de mayores dimensiones”, concluyó.
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