Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/063/09
México, D. F., 27 de Mayo de 2009
Por cada litro de tequila que se produce en México se contaminan diez litros de agua. En 2008, se produjeron 300 millones de litros en el país, lo que representa un problema ecológico serio, pues no existe en el país una industria tequilera que trate las aguas residuales que genera, afirmó José de Jesús Hernández López, catedrático e investigador de El Colegio de Michoacán.
En su tesis “El paisaje agavero: expansión y estetización. Ecología cultural política y nuevas formas de creación de valor”, que obtuvo uno de los premios de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) a las mejores tesis de doctorado en Ciencias Sociales y Humanidades 2008, el antropólogo propone que los industriales vean en el tratamiento de aguas residuales un subproducto que se puede aprovechar generando electricidad o biogas, además de la posibilidad de recuperar mucha del agua que se evapora durante el proceso.
Hernández López señaló en entrevista que mientras las fábricas de tequila están en manos de empresas transnacionales, la producción de materia prima es acaparada por unos cuantos intermediarios regionales, conocidos como “coyotes”, quienes aprovechan que los pequeños productores no están registrados ante la Secretaría de Hacienda, ni en el Consejo Regulador del Tequila, y se benefician con las negociaciones entre la empresa y el productor.
“Es necesario que desaparezcan los intermediarios para que los pequeños productores sean los que tengan el contacto directo con las industrias y obtengan una derrama económica mayor”, afirmó el antropólogo.
Otro fenómeno que detalló en su tesis, la cual también fue premiada por Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), es que con la intensificación de la producción de agave, las familias de la zona de Arandas, Jalisco, que por tradición realizaban el trabajo, quedaron desplazadas por jornaleros del sureste del país.
Ver el campo como una empresa generó desarraigo de los agricultores tradicionales que se convirtieron en rentistas y los predios que antes no tenían ningún valor lo tuvieron y las formas tradicionales de cultivar agave se depreciaron, lamentó el especialista.
Paradójicamente, añadió, a pesar del auge y la tecnificación de la industria tequilera, los trabajadores están en una situación precaria debido a que las empresas los contratan de manera temporal por sueldos bajos, no generan antigüedad y, por ende, no tienen prestaciones ni seguridad social.
Ante ello, José de Jesús Hernández subrayó la necesidad de contar no con una sino, por lo menos con dos denominaciones de origen, una para la zona de los Valles de Tequila y otra para la zona de Los Altos de Jalisco, lo que permitiría valorar y revalorar las formas productivas artesanales del tequila, para que la gente de la zona tenga más presencia y participación de la derrama económica del producto que elabora.
Venta de ilusiones
En un ámbito tan poco estudiado como la ecología cultural del agave, José de Jesús Hernández López reveló que las empresas transnacionales no sólo venden tequila, sino que han creado un símbolo de identidad del mexicano.
“Envolvieron una imagen cosmética, atractiva y vendible a la vista de las personas, montaron escenarios donde se presenta al jimador guapo, bien vestido, cortando las pencas del agave, pero ocultaron las condiciones reales en las que se están produciendo el agave”, aseveró.
Lo anterior es una nueva forma de creación de valor, explicó, donde lo que está en venta son las ilusiones. El turista recorre las plantaciones de agave, observa el proceso de producción de tequila y paga a cambio de la cercanía con la “cultura nacional”, lo que representa hacer un negocio de la nada. Esta imagen cosmética es la de una industria apegada a la historia y a la cultura, pero altamente contaminante.
José de Jesús Hernández López, con 36 años de edad, cuenta con dos licenciaturas, en Filosofía y en Derecho; estudió una maestría, un doctorado y un post-doctorado, los tres grados académicos en Antropología Social. Comentó que el recibir el premio de la Academia Mexicana de Ciencias representa un gran compromiso para seguir investigando y exponer los resultados de su trabajo al escrutinio público. “Me interesa que haya cierta mejoría social, no sólo es hacer investigación por hacer investigación, sino que tenga beneficios sociales”, finalizó.
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