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PERMITE LA DIPLOMACIA CIENTÍFICA ACERCAR A LOS PAÍSES

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/239/16
Ciudad de México, 15 de octubre de 2016

  • Se ha visto que los canales que se abren con la ciencia después se pueden usar para temas mucho más complicados, políticos y controversiales.
Doctora Marga Gual Soler, directora de Proyecto en el Centro para la Diplomacia Científica en la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, sus siglas en inglés).
Doctora Marga Gual Soler, directora de Proyecto en el Centro para la Diplomacia Científica en la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, sus siglas en inglés).
Foto: AMC/Elizabeth Ruiz Jaimes.
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El uso y la aplicación de la cooperación en la ciencia para contribuir a tender puentes y mejorar las relaciones entre las distintas sociedades es una práctica que se conoce como diplomacia científica, y el uso de esta herramienta en las relaciones diplomáticas internacionales no es nueva, pero sí poco conocida.

“La ciencia siempre ha cruzado fronteras incluso cuando los canales de comunicación están cerrados, desde el Programa Apolo en 1975, hasta el día de hoy con el acelerador de partículas que se construyen en Oriente próximo (el Proyecto Sésamo) que cuenta con la participación de 10 países, varios de ellos en guerra. Cuando se trata de cooperar alrededor de la ciencia las naciones pueden llegar a un entendimiento y a un espacio de consenso, sostuvo Marga Gual Soler, directora de Proyecto en el Centro para la Diplomacia Científica en la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, sus siglas en inglés).

Para dar ejemplo de la capacidad que tienen la cooperación y el compromiso científicos de generar confianza y crear vínculos, la investigadora formada en el campo de la biomedicina sostuvo que en el caso de la relación entre Estados Unidos y Cuba, la ciencia ha sido instrumento fundamental para poder favorecer algunas de las conversaciones y mecanismos que han dado lugar a la reciente normalización de las relaciones diplomáticas entre los dos países.

“Lo que hemos visto es que los canales que se abren con la ciencia después se pueden usar para temas mucho más complicados, políticos y controversiales. La ciencia es una muy buena forma de romper el hielo entre países, los científicos de todo el mundo tienen la misma forma de trabajar, mentalidades y objetivos muy similares que muchas veces no están condicionados por ideologías políticas”.

Pese a que la diplomacia científica existe desde hace siglos, dijo, en la AAAS consideraron que hacía falta un marco teórico para hacerla más formal y operativa, y así poderla definir y categorizar, por lo que en 2010 se llevó a cabo en Londres entre la AAAS y la Royal Society una reunión y de esta salió el documento llamado New Frontiers in Science Diplomac, en el que se indica cómo la ciencia, la tecnología y la innovación están cambiando los equilibrios de poder en el mundo.

Este documento se convirtió en una base importante al momento de hablar de diplomacia científica, es el primero que describe e intenta crear este marco teórico para que la diplomacia científica sea un campo de estudio, se pueda investigar, enseñar y practicar. Este marco se compone de tres dimensiones: la diplomacia para la ciencia, ciencia en la diplomacia, y ciencia para la diplomacia.

En la primera dimensión los diplomáticos pueden ayudar a fomentar la cooperación científica entre países con acuerdos intergubernamentales para consorcios de grandes investigaciones científicas como el proyecto de telescopios ALMA, en Chile (19 países) o la Estación Espacial Internacional (16 países).

La segunda dimensión se refiere a la política basada en evidencia, y tiene que ver con la manera en que la ciencia se integra a los procesos de gobernanza global de espacios que nos pertenecen a todos como aguas internacionales, espacio, aire; no tienen que ser espacios naturales exclusivamente, como biodiversidad, pueden ser internet, uso y control de armas nucleares, etcétera.

La tercera de estas dimensiones, la ciencia para la diplomacia, se refiere a casos como el de Cuba y Estados Unidos, de cómo la ciencia puede abrir canales y superar barreras cuando todas las demás puertas están cerradas.

Gual Soler señaló que gracias a las cooperaciones internacionales en investigación, los científicos pueden ver a la diplomacia y a la política pública como algo cercano, no como algo ajeno, y los diplomáticos pueden ver a los científicos como personas de gran ayuda que les proporcionan la información que necesitan y como herramientas para acudir a negociaciones complicadas: en la actualidad “es imposible hablar de cualquier tema de alcance mundial que no tenga un componente o una dimensión científica y tecnológica”, apuntó.

Durante su conferencia titulada “Información científica y tecnológica para la política pública”, que impartió en el IV Seminario Iberoamericano de Periodismo de Ciencia, Tecnología e Innovación, organizado por Conacyt, la investigadora hizo un llamado a los periodistas de ciencia para que escriban sobre los casos de diplomacia científica que están ocurriendo en todo el mundo, tanto los del pasado como los del presente.

De acuerdo con Gual Soler, hay una parte muy importante que falta en los trabajos de diplomacia científica, que es la de la comunicación, la parte de los medios que le concierne trabajar a los periodistas. Reconoció que es mucho más impactante un titular en un periódico o una foto: “en los medios hay una oportunidad mucho más grande y amplia para llevar esta idea y conceptos a nivel global y tener un impacto más masivo”.

La investigadora, quien recientemente fue nombrada una “de los 100 expertos españoles en la innovación””por la Fundación Cote y una de los “10 Latinos Think Big Innovadores para seguir 2016”, apuntó que la diplomacia científica es importante, pero aún no es interesante porque no se ha sabido comunicar.

Elizabeth Ruiz Jaimes.

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