Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/249/14
México, D.F., 12 de julio de 2014
La semana pasada, con el lema “Educa, inspira, conecta”, se llevó a cabo una reunión entre 36 premios Nobeles, sobre todo de Fisiología y Medicina, y cerca de 600 jóvenes científicos provenientes de 80 países en la pequeña ciudad turística de Lindau, al sur de Alemania.
Y entre tantos destacadísimos científicos, quienes dieron conferencias magistrales, clases maestras, participaron en paneles de discusión y convivieron con los jóvenes investigadores –entre los que se encontraban varios mexicanos seleccionados por la Academia Mexicana de Ciencias–, hubo una estrella: Oliver Smithies, quien recibió prolongados aplausos, algunos de ellos de pie, al término de su conferencia magistral.
Con gran sentido del humor y una notable capacidad escénica, Smithies ofreció la conferencia “¿De dónde vienen las ideas?”, en la que quiso compartir con los jóvenes de dónde le vinieron sus ideas, pero no aquellas que lo llevaron crear una metodología para inactivar genes específicos en células de mamífero, por la que recibió un tercio del premio Nobel en 2007, sino algunas anteriores que determinaron el rumbo de su vida científica.
De hecho, habló de su pequeño pueblo de Copley con mil 500 habitantes, su Grammar School y su maestro Oddy Brown que “no era una buena persona ni podía mantener la disciplina pero que amaba las matemáticas”, de las veces que acompañaba a su mamá a lavar la ropa (de donde sacó una idea para un procedimiento experimental) y de su afición por volar en planeadores, y casi ni una palabra del trabajo para ganar el Nobel.
Mencionó eso sí, un artículo “que nadie ha citado jamás” en el que diseñó un método experimental muy bueno pero que “ni yo mismo he vuelto a usar”, pero que aun así es un artículo muy importante. “¿Por qué? Porque disfruté haciéndolo y aprendí a hacer buena ciencia con él”.
De hecho ese fue su principal consejo: “Disfruten lo que hacen”, y lo dijo tan en serio que agregó “Si no lo están disfrutando, vayan con su asesor y díganle ‘No estoy disfrutando lo que hago’. Y si no les ayuda a encontrar algo que disfruten, cambien de asesor”. No se puede hacer un buen trabajo en ciencia si no se disfruta con él, fue el mensaje principal de su plática.
Y hubo otros dos mensajes: Compartan lo que saben, no porque los obliguen o porque tengan que hacerlo sino por voluntad, y aprendan a hacer lo que creen que no van a hacer bien, “superen el miedo con conocimiento”.
La utilidad de la expansión del Universo
Si bien Smithies fue la estrella, quizá por ser el más divertido y que se ciñó al tema de dar consejos, el mensaje de la pasión como guía principal del trabajo científico fue una constante entre los premios Nobeles que tocaron el tema.
Otro ejemplo notable fue el Brian P. Schmidt durante el panel de discusión “Ciencia para beneficio de la humanidad”.
Schmidt obtuvo el Premio Nobel de Física en 2011 “por el descubrimiento de la acelerada expansión del Universo a través de la observación de supernovas distantes” y con ello la Academia Sueca (que da los premios) silenció a quienes decían que no se daría un Nobel a la Cosmología por no estar muy claro en qué sentido esta ciencia es benéfica para la humanidad, condición que puso Alfred Nobel en su testamento.
Los jóvenes hicieron saber al panel de su frustración cuando los descubrimientos científicos no se transforman en beneficios para la humanidad y preguntaron si no sería importante y necesario que los científicos asumieran un rol político para contribuir a la implementación de los beneficios.
“Si eres científico y crees que vas a hacer un buen trabajo en la política, bien, hazlo. Pero no lo hagas porque crees que debes pero en realidad no quieres hacerlo. Como en todo: ¿Cómo escoges un proyecto de investigación por lo que te apasiona? Haz las cosas sólo si te apasiona y crees que vas a hacer un buen trabajo”.
Por cierto, para Schmidt investigaciones como las de la Cosmología o la física de partículas que se hace en el CERN son un beneficio para la humanidad.
“Cuando explico el trabajo que hacemos (en Cosmología), sea en Libia, Australia o Alemania, prácticamente el 100% de la gente está interesada. Quieren entender nuestro lugar en el Universo. Creo que es una parte integral del ser humano, entender nuestro lugar en el Universo. Pero además cree que es útil, pues para contestar las preguntas de cuya respuesta no tenemos ni idea “tenemos que desarrollar nuevas tecnologías y herramientas que de otra forma no haríamos”.
Otros ejemplos y la lección
Aunque difícilmente cabe calificarlo de “consejo” el caso extremo del apasionamiento fue el de Barry Marshall, el investigador que ante la falta de un modelo animal que pudiera infectarse con la bacteria Helicobacter pilori y la evidente negativa que tendría si pidiera hacer experimentos con seres humanos decidió tomarse él mismo un cultivo.
Al causarse una gastritis aguda y estar al borde una úlcera, Marshall demostró que su hipótesis era correcta y que Helicobacter estaba detrás de la gran mayoría de los malestares gástricos que hasta hace muy poco se solían atribuir al estrés de la vida moderna.
En entrevista, John Walker (Nobel 1997, por dilucidar el mecanismo con el actúa la ATPasa, que es por cierto un rotor) dijo que él siguió adelante con lo que le pareció interesante a pesar de la indiferencia de Max Perutz (Nobel 1962) y la oposición de, nada menos, Frederick Sanger (Nobel 1958 y 1980), sus asesores.
Por último, Ghada Bassioni, quien no ha ganado un Nobel, encabeza el departamento de Química en la universidad Ain Shams de El Cairo, es miembro de la Global Young Academy y, como menor de 40 años, “está segura de que puede ayudar a cambiar el mundo”, comentó que la pasión y el interés están en los investigadores jóvenes y que si algo deben hacer las instituciones académicas es confiar en ellos, en sus proyectos y en su trabajo.
Manuel Lino.
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