Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/253/11
México, D.F., 15 de diciembre de 2011
Hay que obsesionarse con lo que a uno le gusta hasta el punto en que la salud mental no esté en peligro, afirma Lorenzo Francisco Meyer Cosío, Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011.
“El Premio no quiere decir que es uno el mejor, simplemente que no es uno el peor”, sostiene el historiador y académico mexicano, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), quien nació en la ciudad de México un 24 de febrero de 1942, y este año es galardonado en el ámbito de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía junto con Jean Andre Joseph Meyer Barth.
Puntual en su oficina, el Premio de Investigación de la AMC, 1974, se concreta en dar los buenos días. Cruza pocas palabras con su secretaria y se dispone a conceder la entrevista. Antes de la charla, acepta ser retratado. Camina con agrado platicando sobre su recuperación de una operación reciente en sus ojos, que no le permite manejar su auto, ni ver a menos de 30 centímetros.
Después de un par de fotos regresa sonriente a su cubículo. En el camino, por las escaleras de El Colegio de México (Colmex), topa a un colega. Comentan el clima, los frentes fríos y sin quejarse demasiado concluyen en un Carpe Diem.
Se sienta cómodo y comienza a narrar lo que significa el Premio. El que es considerado desde 1945 como el reconocimiento más importante que otorga el gobierno mexicano para enaltecer las destacadas aportaciones al desarrollo nacional, no lo es como tal para Meyer: “Yo no lo veo como un reconocimiento del gobierno sino como uno que viene de la propia comunidad académica”, dice al plantear que el jurado que se encarga de elegir a los galardonados son sus “pares, de la vida académica”.
Disciplina y constancia
El Profesor-Investigador Emérito de El Colegio de México creé que el azar y la suerte lo llevaron a estudiar la Historia. A los 18 no sabía por dónde se iba a desarrollar su carrera profesional: “Sí tenía pensado ir a la universidad o algo que se asemejara a una licenciatura, -pero- yo creía que los doctores eran los médicos y listo…la licenciatura se me hacía lo máximo porque nunca viví con alguien que hubiera ido a la universidad… no había un antecedente en mi familia directa”, narra.
Lorenzo Meyer, quien tenía pensado dedicarse a cosas del campo, ir a Chapingo y ser ingeniero agrónomo -“esa era mi ilusión”, apunta-, terminó en 1961, “por casualidad”, en la licenciatura del Centro de Estudios Internacionales en el Colmex.
Para poder estudiar la carrera tuvo que entrarle al inglés en el Instituto Mexicano Americano de Relaciones Culturales ‘que en paz descanse’. “Eran sesiones de tres horas diarias, nos metieron el inglés como comida a los gansos y salió el paté a fuerzas… no había de otra”, señala.
Poco a poco, “pero muy poco apoco”, cuenta el Investigador Emérito del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), se dio cuenta que estaba metido en una institución muy rara. En el Colmex “la apuesta conmigo era para perder…pero no fue así”.
Confiesa que la licenciatura le costó mucho y que hizo hasta el ridículo. Pero un buen compañero, que ya fue Premio Nacional, se dio cuenta que iba por un camino muy lastimoso: “Enrique Flores Cano me empezó a dar consejos, él era mi compañero…fue suerte, podía no haberlo encontrado… la fui haciendo y salí”.
El doctor en relaciones internacionales por El Colegio de México, con estancia posdoctoral en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Chicago, es además, un analista del sistema político mexicano que ha centrando su reflexión en las formas autoritarias del poder y en los procesos de democratización del siglo XX.
Incursiona como editorialista
Lorenzo Meyer también es Premio Nacional de Periodismo y ha publicado varios libros que recogen su labor editorial, entre ellos: Liberalismo autoritario: Las contradicciones del sistema político mexicano, Fin de régimen y democracia incipiente: México hacia el siglo XXI, El Estado en busca del ciudadano: Un ensayo sobre el proceso político mexicano contemporáneo, entre otros.
Su incursión formal en los medios de comunicación fue en 1988: “coincidió con el fraude electoral…donde escribía, que era el Excélsior, necesitaban a alguien que pareciera que le daba al periódico pluralidad, aunque -éste- estaba básicamente dedicado al apoyo del gobierno y de Salinas… necesitaban a alguien que lo criticara –a Carlos Salinas de Gortari- y ese era yo, entonces me pusieron en primera plana y de ahí arrancó realmente esta parte de estar en los medios”.
Sostiene que el periodo de la historia que más le ha gustado trabajar en México es “el Cardenismo, ahí sí hay un esfuerzo por disminuir la injusticia… pero luego llegó Miguel Alemán y terminamos como terminamos, con el neoliberalismo…”
Con respecto a su trayectoria menciona: “Nunca he trabajado para el gobierno, esa sí es una decisión, eso sí no fue un accidente…es una decisión porque considero que en un país como éste el deber del académico en Ciencias Sociales, es la crítica, para eso nos educaron y esa es la esencia de la Ciencia Social”.
A las nuevas generaciones
Un consejo fundamental que no olvida y que comparte en cualquier oportunidad, es el que le dio un profesor de origen francés: “si tienen un coeficiente intelectual normal son carne de doctorado”.
“Hay que obsesionarse con lo que a uno le gusta hasta el punto en que la salud mental no esté en peligro”, concluye.
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