Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/027/20
Ciudad de México, 25 de febrero de 2020
El enjambre sísmico registrado en Michoacán ha sido originado por una fuerza magmática que tuvo un desplazamiento horizontal y sin la flotabilidad necesaria para llegar a la superficie; no se trata del nacimiento de un nuevo volcán, sostuvo el investigador Servando de la Cruz Reyna, adscrito al departamento de Vulcanología, del Instituto de Geofísica, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), recordó que “no es la primera vez que se presentan este tipo de fenómenos, han ocurrido varios enjambres en esa misma región, el primero de ellos fue en 1943, ese sí culminó con el nacimiento del volcán Paricutín. Posteriormente hubo otros en la década de los 90, y el más reciente en 2006, con características similares al actual, en ninguno hubo llegada de magma a la superficie”.
De acuerdo con Víctor Hugo Espíndola Castro, del Servicio Sismológico Nacional, los primeros eventos sísmicos iniciaron el 5 de enero, de esa fecha y hasta el 25 de febrero se han registrado 5,084 sismos, de los cuales se han podido localizar con buena precisión 3,287 sismos con magnitud de entre 2.6 y 4.1.
Gracias a la instalación local y temporal de equipos como detectores o acelerómetros, se sabe que “del 1 al 4 de febrero aumentó de un 80 a un 100% el número de sismos reportados por día. Pero a partir del 5 de febrero se observa una disminución en el número de sismos por día”.
Estas estadísticas, dijo de la Cruz Reyna, dan cuenta que no hay sismos muy grandes. El de más magnitud fue de 4.1, y la mayoría son sismos muy pequeños. Generalmente cuando el origen de los sismos es tectónico, la relación de sismos grandes es relativamente más importante que cuando es de origen magmático. “Esto sugiere que la fuente del esfuerzo es un movimiento de magma a profundidad, muy probablemente de 10 kilómetros o más. En el eje volcánico mexicano y en otros lugares del mundo, esto es muy común”.
Cómo saben que no es un nuevo volcán
Con los datos obtenidos sabemos que “no culminará en el nacimiento de un volcán, como sí ocurrió en 1943, porque la profundidad de los sismos se mantiene baja y la mayor parte del desplazamiento es horizontal”, agregó.
En una conferencia de prensa convocada por la UNAM, explicó que el magma, que normalmente está estancado a gran profundidad, no se mueve, pero eventualmente algunos paquetes de ese magma buscan caminos para ascender o meterse en la corteza, esos caminos pueden ser verticales, inclinados u horizontales.
Si el camino es vertical, como en 1943, ese magma eventualmente puede llegar a la superficie y hacer que nazca un volcán, pero la mayor parte de las veces el magma no tiene suficiente flotabilidad para ascender a la superficie, es decir, tiene que tener una densidad menor que la roca que lo encajona, “es como si pusiéramos una gota de aceite en un vaso con agua, el aceite tiene gran flotabilidad y va a subir hasta la superficie. Pero si en lugar de una gota de agua ponemos una gota de mercurio, la gota se queda abajo, y si lo movemos el vaso se puede desplazar horizontalmente”.
“En el caso más actual del enjambre sísmico, el magma sólo tiene la flotabilidad como para llegar a 10 o 15 kilómetros de profundidad y ahí ha preferido moverse horizontalmente, el movimiento que tenía que hacer ya lo hizo, por eso está decayendo la actividad y eventualmente esa actividad sísmica regresará a sus registros habituales”.
En su oportunidad, Hugo Delgado Granados, director del Instituto de Geofísica, informó que el seguimiento de la sismicidad fue llevado a cabo fundamentalmente por el Servicio Sismológico Nacional. Pero para entender lo que está sucediendo en la región y ampliar los estudios y los trabajos, participaron colegas de la UNAM, de la Universidad de Colima y de la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo.
El también integrante de la AMC, dijo que se integraron trabajos y estudios para descartar que la sismicidad tuviera carácter tectónico, y sobre su carácter magmático, “se instalaron equipos especializado para medir bióxido de carbono, radón, hubo muestreo de aguas, se vio la deformación del suelo a través de diferentes métodos y toda esta información ha implicado el trabajo conjunto de alrededor de unos 50 investigadores y técnicos académicos de estas tres instituciones”.
Carlos Gutiérrez Martínez, del Centro Nacional de Prevención de Desastres, informó que existe una comunicación constante con los expertos en estos temas para “diagnosticar y tomar las decisiones necesarias. Además, no se han reportado daños en la región ni se ha tenido la necesidad de suspender actividades (…); tenemos muy pocas referencias de la población de estos sismos, los han sentido muy esporádicamente”.
Elizabeth Ruiz Jaimes.
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