Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/230/19
Ciudad de México, 12 de diciembre de 2019
La población en el mundo crecerá de 7 a 9.6 miles de millones de personas para 2050, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Con dos tercios de la población viviendo en la franja costera, y con una cifra de malnutrición que llega a 800 millones de personas, el primer reto que enfrentará la humanidad será alimentar a la población del planeta sin extinguir los recursos marinos.
Según la FAO, en términos per cápita, el consumo de pescado comestible ha aumentado de 9 kilogramos (kg) en 1961 a 20.2 kg en 2015, a una tasa media de aproximadamente un 1.5% al año. Las estimaciones preliminares relativas a los años 2016 y 2017 apuntan a un nuevo aumento hasta alcanzar unos 20.3 kg y 20.5 kg, respectivamente.
De acuerdo con la evaluación de los efectos del cambio climático en la pesca y la acuicultura que hace esta organización, se prevé que la producción primaria de los océanos del mundo disminuirá en un 6% para 2100 y en un 11% en las zonas tropicales. En diferentes modelos se prevé que, para 2050, el potencial total de captura pesquera mundial podrá variar en menos del 10%, dependiendo de la trayectoria de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero con una variabilidad geográfica muy importante. Si bien los efectos serán sobre todo negativos en muchas regiones tropicales que dependen de la pesca, las oportunidades también existirán en las regiones templadas.
Economía azul
“Ante este panorama, los países con grandes litorales, como México, pueden optar por el modelo de desarrollo denominado economía azul para hacer frente a los impactos negativos sobre el medio ambiente, aprovechando de manera sustentable el océano, y desarrollando con base en sus recursos las principales actividades productivas de los países y regiones en vías de desarrollo con vastos litorales”, sostuvo en entrevista la investigadora del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, Antonina Ivanova Boncheva.
México tiene mucho potencial para impulsar y desarrollar la economía azul. De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) de las 32 entidades federativas del país, 17 cuentan en total con 11 mil 122 km de longitud de costa, sin considerar el territorio insular. El 68% del litoral continental está sobre costas e islas del Océano Pacífico y Golfo de California y 32% sobre costas, islas y cayos del Golfo de México y Mar Caribe.
“Y es en las zonas costeras del país donde cada año se pueden constatar los efectos del cambio climático, algunos recursos pesqueros se trasladan más al norte y dejan a algunas comunidades pesqueras sin las cantidades que capturaban en tiempos anteriores, por ello es muy importante impulsar las actividades sustentables que nos indica la economía azul, que involucran directamente a las comunidades. La alternativa a la pesca tradicional y a la pesca rivereña podría ser la acuacultura o la maricultura, actividades que se pudieran realizar en las zonas pesqueras para mantener el nivel de vida de las comunidades”, señaló.
Otra actividad es el turismo alternativo como: avistamiento de ballenas (ante todo gris, pero también jorobada y azul), buceo, snorkel, kayak, actividades que pudieran ser amigables con el medio ambiente y proporcionar ingresos a las comunidades costeras.
Para Ivanova Boncheva, los retos que tiene el país para desarrollar la economía azul tienen que ver con orientar medios de financiamiento hacia las comunidades, las cuales deben tener una amplia participación. Es necesario fomentar un modelo de planeación para poder desarrollar estas actividades en las zonas costeras, con una colaboración de los tres niveles de gobierno y de las organizaciones de la sociedad civil, quienes deben recibir financiamiento y capacitación adecuada.
“Una actividad que se está fomentando mucho y que se está implementando en Campeche, Veracruz y Baja california Sur es la reforestación y mantenimiento de manglares, que contribuyen a proteger la costa de erosión y paran los impactos de la elevación del mar. Tan solo 1 hectárea de bosque de manglar puede retener hasta 1 000 toneladas de dióxido de carbono (CO2). Su papel en la lucha contra el cambio climático es superior al de exuberantes especies de árboles de las sabanas tropicales, de los espigados árboles de los bosques secos tropicales, incluso de las frondosas selvas tropicales”.
Antonina Ivanova, integrante del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), quien escribió el capítulo “Economía y gobernanza” para la Reunión sobre el alcance del Informe Especial del IPCC sobre el Clima, realizada en diciembre de 2016, concluyó que este tipo de actividades son muy aptas para acceder a nuevas formas de financiamiento de organismos internacionales relacionados con los Objetivos del Desarrollo Sostenible, la Agenda 2030 y los Fondos Verdes Climáticos.
En este sentido mencionó que hay recursos económicos del Banco Interamericano de Desarrollo, Bancos Regionales, programas en las Naciones Unidas para el medio ambiente y otros fondos internacionales que financian directamente a gobiernos municipales.
Por último, recalcó que “las comunidades no tienen que ser objeto de imposiciones políticas de algún nivel de gobierno, sino que tienen que ser partícipes desde un principio de la planeación de sus actividades, consultar sobre los muchos ejemplos exitosos y adoptar las prácticas que más les convengan, así desarrollarán una economía azul sostenible y sustentable”.
El núcleo del modelo de la economía azul es desligar el desarrollo socioeconómico de la degradación ambiental. Para conseguir este objetivo el enfoque de este tipo de economía se basa en la evaluación e incorporación del valor real del capital natural (azul) dentro de todos los aspectos de la actividad económica (conceptualización, planeación, infraestructura, comercio, turismo, aprovechamiento de los recursos naturales, generación y consumo de energía). Esto incluye las consideraciones ecológicas en cuanto al aprovechamiento de los recursos locales y el uso, en lo posible, de opciones “azules” bajas en energía, apartándose así del escenario “café” de alto uso de energía, baja creación de empleo y modelo de desarrollo basado en la industrialización.
Elizabeth Ruiz Jaimes
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