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México en camino a la producción de bioturbosina

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/226/18
Ciudad de México, 2 de octubre de 2018

  • El clúster bioturbosina es un proyecto de investigación de 4 años, su objetivo es contribuir al desarrollo de la industria de los biocombustibles de aviación en el país.
La bioturbosina es un combustible que podría contribuir a reducir las emisiones de CO2 debido a que proviene de materia orgánica de origen vegetal o animal y el proceso de producción es sustentable. El clúster de bioturbosina mexicano busca contribuir al desarrollo de la industria de los biocombustibles de aviación en el país.
La bioturbosina es un combustible que podría contribuir a reducir las emisiones de CO2 debido a que proviene de materia orgánica de origen vegetal o animal y el proceso de producción es sustentable. El clúster de bioturbosina mexicano busca contribuir al desarrollo de la industria de los biocombustibles de aviación en el país.
Foto: tomada de http://canaero.org.mx.
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Un grupo de nueve instituciones nacionales y dos extranjeras trabajan unidas en el primer clúster de bioturbosina mexicano que, con un presupuesto de 380 millones de pesos para cuatro años de investigación, busca contribuir al desarrollo de la industria de los biocombustibles de aviación en el país. A dos años de investigación ya se ha avanzado en el desarrollo de las fuentes de biomasa y los procesos para generar bioturbosina en los próximos años.

David Ríos Jara, responsable técnico del proyecto del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (Ipicyt), institución que coordina al grupo de investigación y el desarrollo de la bioturbosina, explicó que se trata de un combustible que podría contribuir a reducir las emisiones de CO2, porque proviene de materia orgánica de origen vegetal o animal y el proceso de producción es sustentable.

En entrevista con la Academia Mexicana de Ciencias, de la cual es miembro, el especialista en física de materiales informó que cada seis meses el clúster es evaluado por la Secretaría de Energía, el Conacyt y expertos en el área para asegurar que las metas establecidas se van cumpliendo y así seguir ministrando el recurso económico.

Ríos Jara comentó que en estos primeros años el equipo se ha enfocado en encontrar la biomasa más conveniente, la económicamente más factible y lo que ha hallado es que en el país existen plantas oleaginosas como la jatropha y la higuerilla (de donde se obtiene el aceite de ricino), que no compiten con alimentos y pueden sembrarse en zonas áridas o semi-áridas; así como la salicornia, una halófita que crece en ambientes salinos, como las costas marinas, en donde muy pocas plantas pueden sobrevivir; sin olvidar que también han considerado microalgas. Estas investigaciones se encuentran a cargo del CIBNOR en La Paz, Baja California Sur; del CIAD en Culiacán, Sinaloa; y del propio IPICyT en San Luís Potosí.

Pero los investigadores del CIDETEQ, en Querétaro, también han considerado como biomasas a grasas animales (procedentes de rastros municipales) o incluso aceites usados, como materia prima para la generación de bioturbosina.

Para la transformación de la biomasa el clúster cuenta con la participación del Instituto Mexicano del Petróleo, del CIQA en Saltillo, Coahuila; del CIATEJ en Guadalajara, Jalisco; del CIATEC en León, Guanajuato; y del CICY en Mérida, Yucatán, y en un trabajo conjunto ya se han elegido y se encuentran en desarrollo dos tecnologías de transformación.

Una de estas tecnologías tiene que ver con el aprovechamiento de residuos lignocelulósicos, para aprovechar todo el bagazo de las plantas para obtener azúcares, posteriormente alcoholes y finalmente bioturbosina. La otra opción que están considerando es un proceso que parte de aceites que se extraen de oleaginosas como jatropha, higuerilla, salicornia y otras semillas. La idea es obtener el aceite y transformarlo en bioturbusina. “La razón por la que elegimos esos dos procesos es porque ambos están certificados internacionalmente”, indicó David Ríos.

El investigador explicó que para producir bioturbosina de uso comercial se necesita pasar por un proceso de certificación internacional. En la actualidad existen cinco rutas de transformación certificadas, de las cuales el clúster mexicano decidió adoptar dos de ellas, aunque hay muchas más en espera.

La otra línea de investigación importante en la que trabajan es la que tiene que ver con el análisis del ciclo de vida de todo el proceso, porque se tiene que probar que cumplen con ciertos criterios de sustentabilidad, por ejemplo, no se pueden usar alimentos ni tierras destinadas a la producción de alimentos. Además, todo el proceso desde las plantaciones hasta el producto final debe involucrar un ahorro de emisiones de gases de efecto invernadero, en particular de CO2.

Y, finalmente, la cuarta línea de desarrollo de este proyecto es la relacionada con el mercado, porque la convocatoria previó desde el inicio que una vez que se tuviera desarrollada la investigación, buscar las vías de comercialización, “lo que obliga a hacer todos los estudios de mercado, análisis de factibilidad económica, búsqueda de inversionistas, etcétera”, precisó el investigador.

Antecedentes
El proyecto inició a finales de 2016 gracias a la convocatoria del Fondo de Sustentabilidad Energética, que la Secretaría de Energía publicó de manera conjunta con Conacyt para apoyar iniciativas que conformaran los Centros Mexicanos de Innovación en Energía (CEMIE), así consiguió recursos el clúster de biotursosina del CEMIE Bio.

De acuerdo con Ríos Jara, el Cluster-Bioturbosina está conformado por una red que incluye a diferentes centros de investigación e instituciones nacionales (9) y a dos instituciones extranjeras: el Instituto Masdar en los Emiratos Árabes y el Joint BioEnergy Institute (JBEI) de Estados Unidos.

El financiamiento está considerado hasta el año 2020, por lo que será necesario otro presupuesto, hasta ahora no previsto, para la construcción de plantas comerciales. “La idea es entregar paquetes tecnológicos atractivos para atraer inversión privada para la producción y venta de bioturbosina a compañías aéreas”, dijo el investigador, que recordó que el país tiene compromisos internacionales para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y de emisiones de CO2, aunque subrayó que México no cuenta con las políticas necesarias para incentivar la inversión para poder cumplir con esas metas.

“En particular, para la producción de este tipo de biocombustibles, no existen incentivos, y deberíamos tener una estrategia nacional para cumplir con estos objetivos como lo hacen otros países y así generar y usar bioturbosina mexicana. Todavía producir biocombustibles es más caro que obtenerlos de fuentes fósiles, por eso los incentivos son importantes”, señaló.

Alejandro Ríos Galván, director del Consorcio de Investigación de Bioenergía Sustentable, establecido en Dubai en 2011, apuntó que hace ocho años un litro de bioturbosina costaba cerca de trescientas a cuatrocientas veces más que un litro de turbosina fósil, hoy un litro tiene un precio entre 1.5 y 3 veces más que un litro de turbosina fósil, “la curva del costo ha ido bajando de manera estrepitosa”.

Ríos Jara comentó que el paquete tecnológico que se desarrolle aportará a los inversionistas todos los parámetros requeridos para instalar una planta industrial con un escenario de éxito para la producción de bioturbosina y la generación de riqueza.

Elizabeth Ruiz Jaimes.

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