Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/257/13
México, D.F., 16 de julio de 2013
Marcelino Cereijido, profesor del Departamento de Fisiología Biofísica y Neurociencias del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), habla del “cognicidio”, un término acuñado por él, para referirse a uno de los más graves problemas que enfrentan los seres vivos, el ser humano incluido, para sobrevivir a un mundo cambiante donde la batuta la llevan los países desarrollados.
“El cognicidio significa matar el conocimiento, “cogni” significa conocer y “cidio” acción de matar. El conocimiento no es como la información que se puede guardar en la memoria de computadoras: se le debe poseer y usar. Todo organismo sobrevive siempre que sea capaz de interpretar la realidad. Si tuviéramos una babosa, tan sencilla que no tiene cerebro, tiene que interpretar si se mueve para la izquierda, donde se acabaron los nutrientes, o para la derecha, donde todavía hay. Si se va para la izquierda, morirá y la lucha por la vida no puede tolerar semejante chapucería”, explica el miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
En el caso de los seres vivos ocurre algo similar, de acuerdo con el investigador, los países tercermundistas deben hacer ciencia, tecnología e innovación para poder sobrevivir: “Si un campesino mexicano pierde su trabajo en Yucatán donde vivía del yute porque llegó otra empresa que fabrica nylon, tiene que migrar. Si consigue un empleo donde se hacen cámaras fotográficas de 10 megapixéles, la ciencia y la tecnología le habrán cambiado la realidad, su situación es igual a la del ejemplo anterior porque está a años luz del conocimiento que se necesita para habitar esta realidad con cosas que produjo el primer mundo”.
En ese sentido, el científico habla sobre algunos de los graves dramas o tragedias que imperan en la sociedad mexicana: “El primer drama es no tener ciencia en el siglo XXI donde ya no queda prácticamente nada que se pueda hacer sin ciencia y tecnología. La salud pública, el transporte, la comunicación, hasta la diversión: todo depende directa o indirectamente de la ciencia”.
“El segundo drama es que con el analfabetismo científico (que significa no poder interpretar la realidad sin recurrir a milagros, revelaciones, dogmas ni al principio de autoridad) el afectado es el primero en reconocer su tragedia. Lo vemos a diario: poblaciones que padecen inundaciones cada temporal, carestía de comida, medicamentos, agua, pero como le falta el conocimiento sobre ciencia no puede entenderlo, aunque se lo expliques. Y no solo le pasa al campesino que vive en la sierra, le pasa al Estado”.
El investigador explica que desde hace 17 años pertenece al Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia pero en ninguna ocasión le han buscado para asesorar algún tema relacionado con su área de especialidad, que es la fisiología celular y molecular: “Nos dicen ‘tenemos muchos problemas urgentes pero en cuanto los resolvamos vamos a apoyar a la ciencia’; consideran que en México todos los problemas son económicos cuando la variable es el conocimiento en el mundo moderno, no la economía. Somos pobres porque no hay conocimiento. No al revés”.
La divulgación de la ciencia en México
Marcelino Cereijido radica en México desde 1976. Emigró de su natal Argentina tras un golpe de estado donde se impuso un gobierno conservador. Es autor de numerosos ensayos y libros de divulgación científica entre los que se encuentran Ciencia sin seso, locura doble, Por qué no tenemos ciencia, La ciencia como calamidad, entre otros. En estas obras reflexiona entorno a los obstáculos que enfrentan las personas que se dedican a la ciencia en sus países en desarrollo. Al preguntarle sobre la calidad de divulgación de la ciencia que se hace en México, comenta:
“La divulgación de la ciencia que se hace en México es extremadamente parcial, tan parcial que es mala. Los divulgadores no enseñan por qué no tenemos ciencia: no hablan de los administradores, la burocracia, la escasez de recursos ni defienden el estado laico porque la religión es la estructura central de la cultura mexicana. Es como si yo escribo un libro sobre la tuberculosis pero no me permiten políticamente abordar al bacilo de Koch”.
El miembro de la AMC agrega que “los divulgadores para hacer a la ciencia interesante nombran casos insólitos; por ejemplo: ¿Sabías que si el hombre saltara como una pulga podría llegar a la punta de la Torre Latinoamericana? ¿Sabías que hay agujeros negros tan poderosos que se comen toda una galaxia? Se acostumbró a la gente que los científicos somos gente que vivimos de coleccionar pendejadas”.
Para Cereijido la divulgación de la ciencia debe combatir la superchería, los fanatismos y dogmatismos que imperan en el país. No se trata de prohibir ninguna religión ni pensamiento mágico sino de enseñar desde la casa y la escuela a que las personas desarrollen un pensamiento crítico, que siempre se cuestionen sobre su entorno y busquen explicaciones verificables.
Luz Olivia Badillo
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