Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/272/17
Ciudad de México, 29 de noviembre de 2017
Desde niño, Lourival Domingos Possani Postay, biofísico, vivió en contacto con la naturaleza en el sur de Brasil, su tierra natal; y esa curiosidad por entender lo que pasaba en su entorno se mantuvo y creció con los años, tanto, que lo llevó a interesarse por la ciencia, en específico por la biología. Tras su llegada a México, en 1970, se dedicó a caracterizar químicamente el veneno de los alacranes y a estudiar la función de sus toxinas, lo que ha sido su principal aportación como investigador y por lo que ha recibido distintos reconocimientos, el más reciente, el Premio Heberto Castillo de la Ciudad de México 2017. Por una Ciudad ConCiencia.
En sus inicios en la investigación, Possani estudió el veneno de una serpiente que es muy específico para bloquear las terminales de los receptores colinérgicos —los cuales están relacionados con la comunicación que existe entre los nervios y los músculos—, con el cual paraliza a sus presas.
Cuando llegó a tierras mexicanas, con la experiencia previa que tenía de trabajar con venenos y teniendo en cuenta que en el país existía una gran incidencia de piquete de alacrán, pensó que podría contribuir al entendimiento del mecanismo molecular involucrado en el proceso de desregulación de la comunicación celular que puede causar la muerte de los individuos que son picados por alacranes.
De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), existen alrededor de 200 especies mexicanas de alacranes, nueve especies (Centruroides spp.) son las más peligrosas y se distribuyen principalmente en la costa del Pacífico incluyendo los estados de Sonora, Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero y Oaxaca. Otros alacranes peligrosos se encuentran en Durango, Guanajuato y Puebla.
“Nosotros hemos estudiado algunos de estos alacranes. Durante los primeros años de nuestro trabajo nos enfocamos en las especies peligrosas, principalmente Centruroides noxius y Centruroides limpidus limpidus”, dijo Lourival Possani integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.
Así, sus líneas de investigación por 43 años se han centrado en conocer y entender los componentes del veneno que provocan el mal funcionamiento de las células neuronales y musculares, y lo que se puede hacer para contrarrestar su efecto, entre otros intereses científicos.
“Me he dedicado, junto con mis alumnos, estudiantes de posdoctorado y colegas de diversos países, a identificar los componentes del veneno de los alacranes que causan la sintomatología de intoxicación cuando un alacrán pica a un humano. Con el trabajo realizado para conocer la estructura de los péptidos que son tóxicos hemos conseguido antivenenos”.
En un inicio los esfuerzos de la investigación de Possani Postay y su grupo de colaboradores se dirigieron a la obtención de los venenos a estudiar, la purificación de las toxinas, la determinación de su estructura primaria, la identificación de los blancos moleculares de acción, la determinación de la estructura tridimensional de las toxinas y la identificación de las superficies de contacto con los receptores, la síntesis química de las toxinas y la clonación de los genes que las codifican.
Entre los datos que el investigador ha encontrado está que el veneno de alacrán no solo contiene elementos tóxicos para el humano, sino también inmunomoduladores que pueden ser utilizados para el control de enfermedades inmunológicas, además de una serie de péptidos que no son tóxicos para el humano, pero sí para algunos artrópodos (insectos y crustáceos), así como algunos péptidos con acción antibiótica.
Lourival Possani recordó que en la época en que llegó a México ya existía la investigación necesaria para hacer ciencia de vanguardia, “lo cual se aprovechó y pudimos generar un campo pionero a nivel internacional, el laboratorio que dirijo es referencia a tal grado que en él actualmente investigadores de 16 países realizan estudios acerca del veneno de alacranes, la identificación de sus componentes y la farmacología asociada”.
Una de las diferencias fundamentales de cuando empezó a trabajar en nuestro país y las condiciones con las que hoy realiza su labor, son las herramientas. Antes era necesario conseguir miles de alacranes, después obtener su veneno, y muchas veces no se podía hacer la identificación de los compuestos porque no se contaba con el equipo, ahora ya con los equipamientos precisos se hace todo el proceso en el laboratorio del Instituto de Biotecnología (IBt) de la UNAM, al que está adscrito Possani.
En este momento se utilizan tecnologías de punta que facilitan la obtención de información acerca de la estructura de los componentes del veneno y también de la glándula venenosa que lo secreta, tal es el caso de la secuenciación masiva del material genético para determinar cuáles son los genes que codifican para esas proteínas y de la espectroscopia de masas, que permite determinar cuál es el peso molecular de los compuestos del veneno, informó el dos veces galardonado por el gobierno mexicano, en 1995 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, y en 2016 con el Premio Nacional de Ciencias (su actual nombre).
Al respecto del Premio Heberto Castillo de la Ciudad de México 2017. Por una Ciudad ConCiencia, que le será entregado en una ceremonia en fecha por confirmar, el investigador emérito de la UNAM destacó que este y otros reconocimientos a los que se ha hecho acreedor también le pertenecen a sus estudiantes y colaboradores:
“Quiero seguir apoyando en la formación de recursos humanos, que estén bien preparados para que puedan continuar con la línea de investigación que hemos desarrollado alrededor de los venenos de alacranes y que esto se manifieste en beneficios para los mexicanos, por ejemplo, que a través del desarrollo de nuevos antivenenos las personas no mueran o encontrar algunos componentes presentes en los venenos de alacranes que puedan ser utilizados en la medicina y/o en la agricultura”, expresó el reconocido biofísico.
Noemí Rodríguez González.
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