Expreso el gran honor que representa recibir esta distinción de la Universidad en la que me formé en el posgrado. Ahora no sólo soy un alumno de ella, ahora pertenezco a su comunidad académica, así sea de forma honoraria.
Hoy tengo la oportunidad de dirigirme a todos ustedes, pero lo hago en especial a los jóvenes alumnos que se gradúan. A ellos les deseo el mayor de los éxitos en su vida profesional, ya sea que continúen por la ruta del estudio o que se incorporen a la carrera laboral. En todo tiempo tengan presente el pensamiento de William Shakespeare quien escribió: “Lo que somos lo sabemos, no sabemos, sin embargo, lo que podemos ser”. Espero también que en su vida personal sigan ejerciendo el derecho a soñar, a tener esperanzas, a ilusionarse con la construcción de un mundo mejor para sus hijos y sus nietos.
El mundo que nos toco vivir es sorprendente y está lleno de paradojas. Todo el tiempo vemos avances extraordinarios, pero junto a ellos se presentan los males de siempre: la pobreza, la desigualdad, la ignorancia, la enfermedad, la injusticia y la exclusión, que afectan a cientos de millones de personas en el mundo. A ustedes y a muchos como ustedes tocará hacer su parte para transformar esta injusta realidad.
Como rector de una universidad, la más grande y antigua de México, puedo asegurarles que para conseguir los cambios que necesitamos se requiere de más y mejor educación, de los valores y principios que se cultivan en las universidades. Es por eso que estoy convencido de que el derecho a la educación es uno de los mayores avances éticos que registra la historia. De nuevo acudo a Shakespeare cuando señaló que: “No hay más tinieblas que las de la ignorancia”.
La educación fortalece la libertad y promueve la igualdad entre los individuos. La educación antecede nuestros avances, tanto los personales, como los colectivos. Soy de los que creen con firmeza que si bien la educación no resuelve todo, sin ella no se resuelve nada.
Hoy ustedes alcanzan una meta que se habían fijado. Lo han hecho por medio del estudio y de su esfuerzo; con el apoyo de maestros, compañeros y familiares. Ustedes son triunfadores pero este no es su destino final. Al llegar a este punto inician una nueva etapa. Como pensó el gran poeta y literato, ahora “el pasado es prólogo”. Los invito a que mantengan y fortalezcan los valores que regulan la vida de esta Universidad de la que ya son orgullosos egresados. ¡Muchas felicidades!
No puedo concluir sin volver a agradecer a esta congregación que me recibe como uno de los suyos. Sin decir gracias por permitirme hablar frente a ustedes y hacer pública mi deuda permanente con la Universidad de Birmingham, con mis maestros, mis colegas y con quienes me apoyaron.
Gracias por sus enseñanzas a Thomas Mcweon, George Knox, Michael Drury, David Winfield y Mary Brenann profesores de esta universidad y a Sir Richard Doll, Regius Professor en la Universidad de Oxford en los años setenta del siglo pasado.
Gracias igualmente a Tony, Tim, Robert, Sherly, Shila y muchos más, cuyos nombres han borrado el tiempo y la ingrata memoria, pero que, como mis vecinos de Christchurch Close en Edgbaston, me brindaron el apoyo que necesitábamos mi familia y yo.
En especial, muchas gracias a esta gran nación que me acogió, a esta maravillosa ciudad en que viví más de dos años de los mejores de mi existencia. Gracias a mi Universidad que me permitió formarme como especialista en medicina social y como ser humano. Gracias a mi esposa y mis hijos por su ayuda incondicional y permanente.
A todos les digo que mantengo una deuda que sólo pagaré, si en lo que me resta de vida hago el bien por muchos, como otros lo hicieron por mi. Al recibir este honor, renuevo el compromiso. Larga vida a la Universidad de Birmingham.
Palabras del doctor José Narro Robles, en la ceremonia en la que recibió el doctorado Honoris Causa, de la Universidad de Birmingham. Fuente: UNAM. El título es de la redacción.
*Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
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