Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/050/09
México, D. F., 8 de abril de 2009
A pesar de que México reúne una elevada proporción de la flora mundial, alrededor del 10 por ciento, a pesar de que su superficie únicamente representa el 1.3 por ciento de la tierra emergida del mar, estos recursos no han sido aprovechados de manera sustentable y por eso el territorio mexicano presenta actualmente una de las tasas más altas de deforestación de América Latina.
Así lo manifestaron María Teresa González Arnao, Yolanda Martínez del Campo y Jorge Molina Torres, investigadores de la Universidad de Veracruz, de la Universidad Veracruzana y del CINVESTAV Irapuato, respectivamente, en un artículo publicado en el más reciente número de la Revista Ciencia, órgano de difusión de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
Aseveraron que como parte fundamental de su biodiversidad, nuestro país cuenta con más de 141.7 millones de hectáreas de bosques y áreas naturales, que constituyen un importante valor ambiental, social y económico. Estas áreas, subrayaron, estabilizan e impiden la erosión de los suelos, promueven el ciclo hídrico, desempeñan un papel relevante en el balance del carbono mundial y son una fuente indispensable de elementos para la subsistencia de muchas comunidades rurales.
En este sentido, destacaron la importancia de caracterizar, utilizar y conservar nuestros recursos y, en especial, hicieron énfasis en los bancos de germoplasma, una herramienta no explotada suficientemente para la conservación de especies silvestres, de las cuales “aún conocemos poco, pero sabemos que son un valioso tesoro de biodiversidad”, indicaron.
Coincidieron en que los recursos genéticos almacenados en bancos de germoplasma permitirán obtener nuevas variedades de plantas a través del mejoramiento genético clásico y la biotecnología.
Los autores señalaron que, históricamente, se han utilizado almacenes para conservar semillas durante meses o años, actualmente conocidos como bancos de semillas que a través de cámaras refrigeradas con humedad relativa y temperatura baja, ambas controladas, pueden conservar dichos productos por meses o años.
En este régimen, precisaron, solamente pueden conservarse a largo plazo las especies que producen las denominadas semillas ortodoxas, como el tomate, el chile y el frijol, entre otras.
En contraste, indicaron, las semillas denominadas recalcitrantes poseen una humedad elevada y no pueden desecarse sin daños. Tal es el caso de muchas especies tropicales, cuyas semillas tienen un periodo de vida corto, menor a un año, presentan gran fragilidad y son difíciles de almacenar.
Problemas similares presentan el café y la palma de aceite, cuya sensibilidad al frío les impide su almacenamiento a largo plazo, así como cultivos con valor económico y alimentario como el plátano, la caña de azúcar, los cítricos y la papa, que comúnmente se propagan por la vía vegetativa y no involucran el estado de semilla.
Para resguardar satisfactoriamente los recursos genéticos de estas especies “problema” se han desarrollado, durante los últimos 30 años, métodos biotecnológicos de conservación entre las que destacan las técnicas de cultivo in vitro de tejidos vegetales, que ha tenido un gran impacto a nivel mundial.
Explicaron que una temperatura ultra baja aplicada a un organismo es capaz de provocar la suspensión total de sus procesos metabólicos, incluida la división celular. De esta forma, el material biológico pasa a un estado de inanimación absoluta en el que puede conservarse por periodos teóricamente ilimitados.
Dichas técnicas se han desarrollado y extendido a más de mil especies diferentes de plantas y facilitan el manejo e intercambio internacional de germoplasma, garantizan la obtención y la propagación del material en condiciones asépticas y fitosanitarias adecuadas y favorecen el ahorro por concepto de mantenimiento y espacio utilizado.
Los autores destacan que por medio de las nuevas técnicas de crioconservación, basadas en el fenómeno de la vitrificación, que consiste en el paso directo de la fase líquida altamente concentrada a sólido amorfo, se ha logrado conservar con éxito un gran número de especies, como cítricos, piña, plátano, café, con resultados más reproducibles y con niveles de recuperación de hasta 90 por ciento.
En estas técnicas, apuntaron, como el enfriamiento se realiza de forma rápida, por inmersión directa en nitrógeno líquido, no se requiere el uso de equipos sofisticados de congelación programable, lo cual abarata los costos y facilita la transferencia tecnológica a los usuarios potenciales.
No obstante, éstas no producen los mismos resultados con las plantas que producen semillas recalcitrantes, toda vez que las diferencias en el grado de maduración y contenido de humedad producen variaciones significativas en la respuesta del material frente a la congelación.
Por ello, consideraron de gran importancia aprovechar el progreso experimentado en años recientes por la crioconservación de germoplasma vegetal, producto del continuo desarrollo del cultivo de tejidos, de la mejor adaptación de las técnicas de congelación simplificada y de la mayor compresión de ciertos mecanismos de resistencia.
En este sentido, destacaron los logros obtenidos en la crioconservación de semillas de café (Costa Rica), té (India), papa (Alemania y Perú) y pera (Estados Unidos).
Entre los productos de investigación biotecnológicos, hicieron énfasis en los 80 cultivos embriogénicos de palma de aceite crioconservados en Francia; alrededor de 3 a 4 mil suspensiones embriogénicas de pino en Canadá y más de 20 especies de callos embriogénicos de cítricos en España.
Los especialistas dieron a conocer que en México, las universidades Autónoma de Tamaulipas y Veracruzana, han reportado el desarrollo de actividades de investigación asociadas a crioconservar germoplasma de cítricos y piña, respectivamente.
La conservación de la biodiversidad representa una inversión de uso potencial, mientras que la de los recursos fitogenéticos es de importancia inmediata. La necesidad de caracterizar, utilizar y conservar nuestros recursos no debe esperar más, concluyeron.
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