Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/291/15
México, D.F., 4 de diciembre de 2015
Hay un mundo biodiverso desconocido debajo de nuestros pies que se conoce como fauna edáfica o fauna del suelo. A la fecha, solo se han descrito poco más del 1% de los ocho millones de especies que se estima habitan en ese ambiente opaco y compacto, pero altamente heterogéneo. La mayor diversidad del planeta está en el suelo, basta decir que en un gramo de tierra pueden haber entre 10 000 y 50 000 especies de bacterias. Las lombrices forman parte importante de este ecosistema aún desconocido, cumpliendo varias funciones vitales.
Clasificadas como macrofauna junto con las cochinillas y los escarabajos, las lombrices son efectivas descomponedoras de materia orgánica, digieren la hojarasca y la van fraccionando, propiciando que el suelo se mineralice y se enriquezca en nitratos, amonios y fosfatos, nutrimentos de los que se alimentan las plantas, explicó Isabelle Barois Boullard, investigadora del Instituto de Ecología, quien ha estudiado a este grupo de organismos y su papel en el ecosistema.
“Una población de 33 000 lombrices de la especie Pontoscolex corethrurus en una hectárea de pastizal en Plan de las Hayas, Veracruz puede ingerir y excretar anualmente más de 400 toneladas de suelo”, refirió. La especie no es originaria de México, sin embargo, no representa ninguna amenaza como plaga, por el contrario, se ha adaptado a los climas tropicales; con la ingesta de materia orgánica promueve que se ciclen los nutrientes del suelo, ayudando a secuestrar el carbono, lo que se traduce en generación de tierra fértil para cultivo.
La especialista en ecología de suelos estudió el ciclo de vida de las P. corethrurus, cuántos huevecillos ponen, cuánto tardan en madurar, las características físico-químicas de sus excretas, para conocer la forma en que transforman la materia orgánica y cuánto nitrógeno o fósforo mineralizan. Esta especie fue su objeto de análisis en maestría y doctorado, en ambos casos estudió las interrelaciones entre su microflora, la materia orgánica que ingieren y los microorganismos del ambiente exterior.
“Cuando las lombrices desechan la tierra que ingirieron, excretan un muco intestinal de fácil asimilación que estimula y reactiva la actividad de las bacterias en el suelo. En el intestino de las lombrices y en sus galerías hay presencia de carbohidratos fácilmente asimilables para despertar a su microflora. A eso le llamamos la paradoja de la ‘Bella durmiente’ porque las lombrices hacen despertar de su letargo a las bacterias gracias a la producción de estas sustancias promotoras”, explicó Barois.
Consideradas como extraordinarias ingenieras del ecosistema, en la driolósfera —la zona del suelo influenciada por la acción de las lombrices— se pueden reconocer los mecanismos y las interacciones entre lombrices, microorganismos y plantas. “Una parte del carbono que fijan las plantas mediante la fotosíntesis se exuda por las puntas de las raíces en forma de azúcares, que estimula también a las bacterias, mismas que con su actividad liberan minerales que las raíces absorben”, añadió la bióloga.
Las lombrices brindan, además, otros servicios ecosistémicos como facilitar la filtración del agua al subsuelo con las galerías que forman, enriquecen el suelo con sus excretas, lo limpian, reciclan nutrientes, dispersan a los microorganismos del suelo haciendo que se renueve la capa de tierra fértil, descomponen compuestos orgánicos y forman parte de la compleja y variada comunidad de organismos que pueblan el suelo.
Por la conservación de los suelos y la fauna edáfica
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) decretó el 2015 como el Año Internacional de los Suelos para concientizar a la población mundial respecto a su importancia para garantizar la seguridad alimentaria y funciones esenciales para la vida como la conservación de la biodiversidad, la mitigación y adaptación al cambio climático.
La cadena trófica de la fauna edáfica está compuesta por microorganismos y microfauna; es decir, bacterias, nematodos, virus, hongos, etcétera.; la mesofauna se puede observar con lupa y está compuesta por hormigas, ácaros, garrapatas; la macrofauna son las cochinillas, escarabajos, lombrices, miden de 2 milímetros a 20 centímetros, son descomponedores mientras la megafauna está compuesta por ratas, tuzas, víboras…
De acuerdo con valoraciones recientes, Isabelle Barois Boullard estimó que por cada ave, que es un vertebrado, hay 100 caracoles y babosas, 3 000 lombrices, 5 000 insectos, miriápodos y arañas; hasta 10 000 millones de protozoarios y hasta 10 000 millones de millones de bacterias y hongos. “Hay una interacción entre todos en el suelo en nuestro beneficio pues esta fauna, además de lo ya descrito, controla plagas, por lo que resulta vital mantener esa biodiversidad”. Además, la mayoría de los antibióticos para humanos provienen de bacterias que se encuentran en el suelo.
“El suelo es la fuente de la vida para los humanos. El suelo fértil y saludable se considera un recurso muy escaso y no renovable porque la naturaleza requiere cientos de años para formarlo, es una capa muy delgada (en algunos sitios alcanza máximo dos metros de profundidad), pero es la parte viva, dinámica del suelo. Si no manejamos adecuadamente a esos suelos, los convierte en muy vulnerables. En México la degradación del suelo afecta 45% del territorio”, dijo.
Luz Olivia Badillo.
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