Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/114/17
Ciudad de México, 5 de junio de 2017
El desastre natural no es solo consecuencia de la amenaza climática, el peligro de morir a causa del paso de un huracán o de perder la cosecha de maíz por una intensa sequía, sino del contexto en que esa amenaza ocurre. Si pasa un huracán en la costa y la gente construye sus casas muy frágiles, el impacto del fenómeno meteorológico será devastador, pero si la población construye sus hogares con casas sólidas, el impacto va a ser menor.
Así lo explicó Víctor Magaña Rueda, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y doctor en ciencias atmosféricas por la Universidad de California en entrevista para la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), durante el taller binacional Variabilidad y Cambio Climático-Océanos, que se llevó a cabo del 30 de mayo al 1 de junio con la organización de la AMC y la Casa Universitaria Franco Mexicana. “Si todo se hace mal o a medias, se puede considerar el impacto que pueden tener ciertos fenómenos naturales”, comentó.
Un caso reciente fue la lluvia torrencial que se registró el lunes 29 de mayo en la Ciudad de México, que ocasionó, principalmente en la zona sur, inundaciones, afectación a la infraestructura pública y privada y severos problemas viales. “La gente tiende a decir que llovió como nunca, y toda la culpa es del agua, pero no se ponen a pensar que esa lluvia escurre de las partes altas de las montañas hasta las partes bajas de la ciudad”, dijo Magaña.
El climatólogo consideró que una vez que el fenómeno natural ocasionó daño y destrucción, los políticos echan toda la culpa a la naturaleza. En su lugar, opinó, “tendríamos que tener autoridades que entiendan bien cómo manejar los ecosistemas, sectores productivos, el territorio y sociedad. Habría que cambiar ese paradigma naturalista donde todo es culpa del cambio climático, y se deja de lado las responsabilidades de los ciudadanos y políticos, que no se ven como parte del problema”.
La lluvia del 29 de mayo sí fue atípica, pero su impacto hubiese sido menor si, como hace 50 años, las montañas que rodean a la Ciudad de México estuviesen llenas de árboles, de terrenos que filtraban agua. Hoy ocurre que el agua escurre a causa de la deforestación, recalcó Magaña.
“La ciencia tiene que demostrar esa relación con números, datos y ejemplos. La explicación simplona de que el clima es el que nos mató o que el huracán es el que dañó, ya no sigue siendo válida. Lo que estamos tratando de mostrar es que el modelo de desarrollo que hemos seguido es el que nos expone a graves daños”, estableció.
Luz Olivia Badillo.
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