Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/163/18
Ciudad de México, 16 de julio de 2018
En México existen alrededor de 800 mil hectáreas de dunas costeras, ambientes diversos y dinámicos que, a diferencia de los manglares o los arrecifes de coral, no están conservados ni protegidos pese a estar en constante riesgo.
Las dunas costeras son acumulaciones de arena expuestas a la acción del viento que pueden alcanzar diferentes alturas, desde 30 centímetros hasta 40 o 100 metros. La Comisión Nacional Forestal (Conafor) señala que en el territorio mexicano las dunas se encuentran en las costas de 17 estados, principalmente en Baja California, Baja California Sur, Sonora, Jalisco, Tamaulipas, Veracruz, Quintana Roo, Yucatán y Campeche.
Aunque la superficie total de dunas costeras en México representa alrededor del 2% del territorio, es ahí donde se halla el 10% de la diversidad de plantas del país, así como una gran riqueza de animales. Además, estas acumulaciones de arena brindan diversos servicios ambientales como purificar el agua y proteger la costa ante tormentas, huracanes y tsunamis, resaltó la investigadora María Luisa Martínez Vázquez, del Instituto de Ecología (Inecol).
Una duna costera se forma cuando existen obstáculos, (piedras, ramas o plantas) que afectan la velocidad del viento y, por tanto, disminuyen el movimiento de la arena. Cuando esto ocurre, la arena en suspensión se precipita y se acumula alrededor del objeto. En el caso de las plantas, estas tienen la capacidad de crecer conforme se acumula más arena y de esa manera dar estructura y soporte a la duna.
Las dunas no solo son diferentes en cuanto a tamaño y forma, sino también a las distintas especies que las habitan, como las plantas, pues las que se encuentran asociadas a las dunas ubicadas en el Golfo de México son distintas a las del Caribe, a las de Baja California o a las del Pacifico Sur.
Sin embargo, aunque las plantas que habitan las dunas son diversas, sus ciclos son parecidos, pero solo unas pocas especies son las que logran colonizar la arena móvil de las dunas, ya que, además del movimiento de la arena, en ese ambiente el agua y los nutrientes son escasos y solo unas cuantas toleran esas condiciones, indicó Martínez Vázquez, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.
Las llamadas “psamófilas” (que ‘aman la arena’) son las primeras colonizadoras de la arena móvil; conforme crecen y cubren la arena con su follaje contribuyen a que se estabilice la duna, y con menos movimiento de arena también hay más humedad y cantidad de nutrientes.
Estas nuevas condiciones permiten que otras plantas empiecen a colonizar la duna. Las plantas que llegan modifican otra vez el ambiente y favorecen la presencia de más especies, constituyendo de esta manera el proceso que se conoce como sucesión.
La especialista en estos ecosistemas apuntó que, dada la importancia ecológica de las dunas costeras, es relevante estudiar los factores que las afectan. Uno de ellos es la opresión costera, un fenómeno que ocurre en las costas que tienen desarrollos turísticos y urbanos (muchas veces sobre las dunas), lo que ocasiona que la playa —que está entre el mar y la infraestructura urbana— sea empujada por el oleaje y no pueda moverse tierra adentro a causa de las construcciones. Este fenómeno no solo elimina a los ecosistemas costeros, sino que aumenta el riesgo de inundaciones al que están expuestas las poblaciones que viven en esas zonas.
Una vez que se presenta la opresión costera es difícil resolver el problema, ya que es prácticamente imposible trasladar tierra adentro todas las construcciones. Ante esta situación lo que se puede hacer es evitar que la opresión costera sea un fenómeno generalizado. Y es por ello que resulta “muy relevante elegir las zonas que tienen que ser protegidas, determinar cuáles pueden destinarse para desarrollos, por ejemplo, para el turismo, y cómo proceder”, dijo la doctora en Ciencias.
La especialista expuso que existen diversas opciones para desarrollar un complejo turístico o urbanístico en las costas de manera equilibrada; es decir, que se puedan tener ciudad y dunas, plantas, animales y playa. “En las playas de otros países las construcciones están a una determinada distancia de la línea de costa y los turistas caminan hacia la playa a través de puentes y así no pisan ni dañan nada”.
Para que una estrategia de esta naturaleza pueda implementarse en nuestro país, se requiere generar la idea de la conservación a todos los niveles, no solo por una cuestión de principios, sino por el bienestar de la población. Por tanto, se necesita incidir en la legislación para garantizar la protección de las dunas y de las playas en las que se encuentran, así como conocerlas para conservarlas, y para esto la participación ciudadana es esencial en cualquier proyecto de conservación y protección al ambiente, señaló María Luisa Martínez Vázquez.
Noemí Rodríguez González.
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