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LAS ACTUALES EVALUACIONES ACADÉMICAS IMPULSAN UNA CULTURA DE LO APARENTE: ESPECIALISTAS

Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/127/09
México, D. F., 16 de septiembre de 2009.

  • Advirtieron que la burocracia va ganando terreno ante la complacencia silenciosa de la comunidad académica en su conjunto
  • Consideraron que para ser realmente efectiva la evaluación académica debería prescindir de los programas que no demuestren su utilidad
Los investigadores Roberto Carmona y Héctor Reyes Bonilla consideraron que para ser realmente efectiva la evaluación académica debería prescindir de los programas que no demuestren su utilidad.
Los investigadores Roberto Carmona y Héctor Reyes Bonilla consideraron que para ser realmente efectiva la evaluación académica debería prescindir de los programas que no demuestren su utilidad.
Foto: AMC
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Las actuales evaluaciones a que se somete al mundo académico están llevando a “la paradójica y triste situación de que hoy es más importante aparentar que se hace, que de verdad hacer”, señalaron los investigadores Roberto Carmona y Héctor Reyes Bonilla, en el más reciente número de la revista Ciencia, órgano de difusión de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).

En su artículo La cultura de lo aparente: Las evaluaciones al mundo académico, los autores criticaron el hecho de que, por impulso de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), en tiempos recientes toman la evaluación como si fuera importante en sí misma, independientemente de su metodología, los resultados que de ella emanen y las posibles correcciones a los problemas que se detecten.

Tras señalar que el problema tiene un historial que se remonta a 1984, cuando Ruy Perez Tamayo, investigador miembro de la AMC y emérito de la UNAM, criticaba la falta de seguimiento de los ex becarios de CONACYT, los también miembros del Sistema Nacional de Investigadores, dieron nuevos ejemplos de lo que calificaron de “manía evaluatoria moderna”.

Sobre el programa de tutorías, implementado por la SEP hace algunos años, y que consiste en asignar a cada profesor-investigador una lista de entre 10 y 15 estudiantes a los que tiene que dar seguimiento, señalaron que su eficiencia se mide simplemente dando a conocer a los evaluadores de la SEP listados de los estudiantes por profesor y, ocasionalmente, las firmas de los estudiantes que demuestran haber visitado a su tutor a lo largo del semestre.

Roberto Carmona y Héctor Reyes Bonilla, ambos biólogos marinos, consideraron que una forma más lógica de evaluar los programas de tutorías sería comparando los índices que pretenden disminuir (deserción y reprobación), antes y después del programa.

Otro programa ejemplo de este problema, de acuerdo con los autores, es el de los Cuerpos Académicos. La SEP utiliza como una forma de evaluar a las universidades los llamados “Cuerpos Académicos”, lo que ha llevado a algunas instituciones a buscar la forma de hacer obligatorias dichas colaboraciones entre investigadores.

“Por ejemplo, en ciertas escuelas no se otorgan las cartas de apoyo institucional para solicitar fondos, a menos que dos integrantes del Cuerpo Académico formen parte del proyecto solicitado”, sostuvieron.

La coacción que ejercen algunas instituciones ha causado la aparición de grupos donde el único objetivo común es pertenecer a dicho cuerpo, apuntaron.

Dado que no existe una evaluación real del posible incremento en número y montos de los proyectos logrados por las instituciones, desde que se instauró la “moda” de los Cuerpos Académicos, lo importante es aparentar que se trabaja en ellos, sin que realmente interese su utilidad o eficiencia, concluyeron.

Por otra parte, mencionaron el caso de las carreras o escuelas que entran en el proceso de certificación, donde tampoco existe una medida real de la eficiencia del programa de certificación, que demuestre un incremento sustantivo en la producción y la calidad docente de una carrera antes y después de ser certificada.

Lo más preocupante, opinaron, es que las decisiones sobre cómo y por qué evaluar al mundo académico, “se toman desde las mismas alturas que deciden como repartir el presupuesto” y “ante la complacencia silenciosa de la academia en su conjunto”, con lo que la burocracia va ganando terreno, advirtieron.

Hoy en día, si no se implementan los planes de tutorías, se “trabaja” en cuerpos académicos, o si se pertenece a carreras no certificadas, los recursos económicos para trabajar realmente se ven menguados, lamentaron.

Roberto Carmona y Héctor Reyes Bonilla, adscritos a la Universidad Autónoma de Baja California Sur, aclararon que las evaluaciones no son nuevas y que todos los involucrados en el trabajo científico las aceptan debido a que, en el mejor de los casos, favorecen una división ponderada de los recursos y de alguna manera ayudan a medir los niveles relativos de calidad del personal. “Los académicos estamos acostumbrados a las evaluaciones, siempre y cuando éstas se lleven a cabo con lógica y tengan una utilidad real”.

Finalmente, hicieron un llamado a prescindir de los programas que no demuestren su utilidad para mejorar realmente el quehacer científico.

La revista Ciencia puede consultarse vía electrónica en:

http://www.revistaciencia.amc.edu.mx

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