Academia Mexicana de Ciencias
Boletín AMC/097/12
México, D.F., 15 de mayo de 2012
Aun cuando no todos los científicos están interesados en la docencia, hay muchos otros que ven en esta labor cuando menos tres valores importantes: la manera de formar nuevas camadas de investigadores, de poner a prueba sus ideas y renovarse a través del contacto con los jóvenes.
En opinión de Rollin Kent Serna, sociólogo especialista en temas de educación, la investigación que se realiza hoy en día es una tarea colectiva, que sin estudiantes de posgrado ligados al laboratorio o grupos de investigación no es posible producir conocimientos de frontera.
“Y en cuanto a la enseñanza en licenciatura, donde el nivel de capacitación y especialización de los estudiantes es elemental, creo que hay mayor variabilidad en las actitudes de los científicos hacia la docencia: aquí sí cuenta la vocación de enseñante, el gusto por interactuar con jóvenes. No todos los científicos están interesados en esto”, dijo el miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
En ese sentido, el actual profesor-investigador de la Facultad de Administración de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, mencionó que los investigadores tienen mucho que aportar a los jóvenes, pero por otro lado es posible que su práctica pedagógica esté un poco oxidada.
“Sería bueno que en los primeros semestres de licenciatura den clases tanto científicos como profesores exclusivamente docentes que son muy buenos pedagogos”, opinó y agregó que donde hay mucho trabajo por hacer es en la preparación de maestros de educación básica y bachillerato en ciencias y matemáticas.
Reconoció que no se ha avanzado mucho en involucrar a investigadores en esta tarea y en consecuencia, si no hay cambios de fondo en la educación normal desde adentro, será poco lo que puedan hacer desde afuera los científicos.
De la improvisación a programas de doctorado
Rollin Kent comentó que cuando la educación superior se expandió aceleradamente en los años 70 y 80, en definitiva el país tuvo que improvisar toda una generación de profesores, pues no había de otra.
“La respuesta de las universidades y las políticas federales fue ofrecer cursos de formación pedagógica, que se extendieron por todo el país. Dudo que hayan tenido el impacto positivo que prometieron, aunque no creo que hayan hecho daño”
Pero este escenario cambió desde los años 90 cuando se expandió el posgrado y creció la investigación, involucrando a muchos jóvenes aspirantes a la academia en tareas científicas. Asimismo, los programas federales exigieron y apoyaron a profesores en servicio a cursar doctorados.
“Todo esto tuvo un impacto benéfico en la docencia universitaria, si se parte de la premisa de que es la formación académica superior la variable que modela al futuro docente, esto por dos razones: hacer un doctorado y por tanto emprender una investigación original coloca a la persona en una postura activa ante el conocimiento; y, dos, si se cursó un doctorado bueno se tuvo contacto con excelentes profesores, que van a ser los modelos pedagógicos a seguir en el futuro”.
El nivel de la educación no es bajo en comparación con el pasado, pero sí lo es frente a los retos contemporáneos
Para el investigador con maestría y doctorado en Ciencias de la Educación, hablar del nivel que tiene México en educación resulta polémico y sobre esto pregunta: ¿El (nivel) es el que se mide en exámenes? ¿Es el que quisiéramos que fuera, en función de las “necesidades del país”?
“Hoy es común escuchar a profesores universitarios de más de 50 años decir: ¡caray, los estudiantes de hoy saben menos que antes. Hace varios años un investigador francés – Christian Baudelot — publicó un libro con el título “El nivel educativo sube:
Por un lado, los profesores universitarios hoy tienen mayor nivel de preparación; las bibliotecas y los recursos electrónicos de las universidades son muy superiores hoy que en el pasado: es decir, los insumos son mejores. “Pero seguimos quejándonos del nivel”.
Agrega que los jóvenes de hoy enfrentan condiciones de acceso y uso del conocimiento radicalmente diferentes: el conocimiento hoy es valorado comercialmente, como un medio técnico para un fin, no esencialmente valioso por sí mismo; el discurso dominante hoy refuerza esta noción instrumental del conocimiento (“que sea útil, aplicable”) además, están bombardeados por innumerables mensajes multi-media y oleadas de información de todo tipo. El estudiante como “cliente” — no “estudioso” — que vive en un mar de datos.
Frente a esto, el científico social sostiene que a pesar del mayor nivel de los profesores y los mayores recursos disponibles, el sistema no ha podido enfrentar los retos culturales y educativos contemporáneos, distintos de épocas pasadas.
“Los sistemas educativos tienen una fuerte dinámica reproductiva del pasado, muy difícil de cambiar. El cambio cultural es una transformación lenta y compleja que nuestro sistema apenas ha empezado a emprender. Entonces ¿el nivel es bajo? No, en comparación con el pasado. Sí, frente a los retos contemporáneos.”.
La evaluación de la educación es necesaria, pero es importante despolitizarla
En la actualidad -asegura Rollin Kent- se observa una creciente participación de grupos civiles en la exigencia de rendición de cuentas, sobre todo en educación básica, y esto es positivo. Pero veo que estas exigencias casi siempre derivan hacia la aplicación de exámenes, de contar con formas de medir.
“En un sistema tan grande necesitamos buenas mediciones, pero se ha instalado una idea equivocada: evaluar es educar (como afirma un libro de Aguilar Camín y Jorge Castañeda). Esto es falso y pernicioso. Educar es un proceso largo y complejo de interacción entre generaciones; evaluar, en cambio, es un procedimiento puntual, sin duda útil, pero parcial. No confundir.”
Aquí es donde han fallado algunos grupos activos de la sociedad civil, sostiene el investigador y añade que el tema de la evaluación de maestros se ha convertido en un tema muy politizado: unos la exigen, otros (el SNTE) se niegan. Partiendo de la base de que la evaluación es necesaria (siempre que se diseñe y se aplique adecuadamente, un tema no menor), es importante despolitizarla.
Kent Serna lamenta igualmente que se esté haciendo poco en fomentar, como otra manera de una participación social, la labor cotidiana de los padres con el trabajo escolar de los hijos: la costumbre de leer en familia, de comentar y modular el tiempo y el uso de la televisión y el internet. “Este tipo de participación social, invisible, molecular pero masiva, es fundamental”.
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